“Antes era mejor” ¿Cuántas veces habremos podido escuchar esta frase? En boca de nuestros abuelos sobrepasados por el consumismo de la juventud, o por los profesores asqueados por la violencia escolar, o por esos empleados, recientemente contratados, que ven perdidas las ventajas de sus antiguos puestos. Esta expresión es sintomática y representa un fracaso doble: fracaso con relación al pasado pero también fracaso con vistas a un futuro que, con toda evidencia, se presenta triste y sombrío.
Pero si lo
pensamos con detenimiento, siempre, en todas las épocas, nuestros mayores han
pensado también que tuvieron un tiempo mejor cuando fueron jóvenes, en el
momento en que tenían todas las llaves en la mano para hacerse con el control
de sus propias vidas. Donde todo estaba por ser creado. Pero hoy ¿cuántos
jóvenes siguen pensando en estos mismos términos de “Antes era mejor”?
Esa es la
gran novedad, la espantosa novedad: la juventud no tiene ningún ideal. Ella ya
no cree en nada. No trata de ingeniar nada. El poder creativo de la juventud
está en su nivel más bajo. El activismo de los jóvenes en asociaciones
permanece en caída libre. El interés por el bien común se resume a una Copa del
Mundo cada cuatro años.
Hubo tiempos
en los que la juventud soñaba, soñaba con un mundo mejor. La juventud estaba
esperanzada. Oh, es bien cierto que a menudo, llevada por su ingenuidad y su
inocencia, la Juventud pudo llegar a equivocarse. Fue capaz de destruir,
dividir, aniquilar, uniformarse, aterrorizar y matar. Pero guardaba esperanzas,
se peleaba; vivía por aquello que llamamos ideal. Es sorprendente ver y
comprobar la cantidad jóvenes en nuestros días que carecen de ideal.
Seguramente que, un discurso anti-mundialista de sábado por la tarde, puedan
llegar a entenderlo con cuatro vasos en la sangre. ¿Pero para qué les serviría
si al día siguiente van a ir a ahogar su mediocridad en una cadena de comida
rápida?
Una juventud
que se droga, una juventud que no tiene grandes planes para esas tardes de los
días de cobro, una juventud depresiva y suicida tiene de joven tan sólo su
nombre. Su único ideal es el centro de su propio ombligo. Sin embargo, no todo
está perdido. Sobre todo no hay caer en un cinismo negro, eso ya es dar prueba
de un ideal. Existe todavía una juventud que se niega sólo a sobrevivir. Una
juventud que quiere vivir. Los dos pies en la tierra y la cabeza en las nubes.
Negaremos y continuaremos negando el abandono del ser espiritual que todos y
todas somos. Nos negaremos a abandonar a esos pobres materialistas y
depresivos, les demostraremos que este mundo también les pertenece.
Ellos
tendrán el dinero, pero nosotros tenemos la amistad. Ellos tendrán sus mierdas
psicotrópicas, pero nosotros tenemos el deporte y la cultura. Ellos tendrán la
producción, pero nosotros tenemos el don de ser nosotros mismos. Ellos tan solo
practican sexo, nosotros amamos. A nuestras mujeres, a nuestros allegados, a
nuestra ciudad, a nuestra patria, a nosotros mismos.
Nuestro
ideal es simple y no presume de nada. Elevación, generosidad, renuncia.
Elevación,
porque no queremos ser esclavos de nadie. Ni de nuestros instintos, ni de los
poderosos dictados de la época.
Generosidad,
porque la fuerza del futuro se construye obsequiando en el presente.
Renuncia,
porque es cuando no llevamos nada en los bolsillos cuando lo llevamos todo en
el corazón.
Nuestro
ideal para la Juventud es simple: Los jóvenes deben, desde ahora, decidir y
dirigir la sociedad en la cual viven y vivirán mañana. No tenemos por qué pagar
por las decisiones de nuestros dirigentes y de aquellos jóvenes que parecen
"viejos gilipollas".
Nuestro
ideal para la Juventud es simple: una juventud ideal.
Extraído de "Autre Jeunesse"
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