sábado, 11 de abril de 2015

Portadores de una historia



Muchas de las actuales actitudes de esta sociedad, la sociedad actual de hoy, arcada por el dinero y el individualismo más egoísta, asesinan día a día toda esencia fascista, que no es más que la esencia misma del individuo creador, leal a sus Principios y portador de Valores.


El hombre fascista debe ser héroe y buscar serlo, desea escribir su capítulo de la historia y no el seguir una senda marcada. Hay que aborrecer la vida cómoda, ejercer el constante sacrificio por algo superior y la búsqueda de la libertad mediante el enfrentamiento constante con lo que te mata el espíritu, lo que te hace sucumbir a los placeres, al vivir más, a costa del Vivir superior.


Y es que el fascismo en sí, fue la superación máxima de la misma carne y la idea. Superó la frontera que imponía la izquierda y la frontera que imponía la derecha. Creó la comunión entre el socialismo y el fascismo. De la confrontación entre nacionalistas y sindicalistas, nacionalistas y socialistas, nace el espíritu fascista y el fascismo. El fascista deja el cerco de “mi” para entregarse a algo tan grande como es la Patria y el Pueblo, de ahí el espíritu de sacrificio por estos dos principios.


Así pues, asimilemos lo que realmente debemos asimilar de la simiente de esta ideología, los pueblos deben amar de donde vinieron, escribir cada día los capítulos de su historia y que cada uno de sus ciudadanos tiene que ser consciente de su deber para con el resto de personas que forman su pueblo, no por temor si no por convicción, perpetuarse y hacerse parte de su tiempo siendo solo consciente de que somos solo simples transmisores carnales de algo heroico, algo hermoso pero algo que a pesar de su rebeldía es capaz de pacificar a todo un pueblo que quedaría liberado de eso que llaman clases o esa penitencia bajo el yugo de rendimientos económicos anulando la espiritualidad del ser humano y de las distintas actividades laborales que desempeña dentro de su comunidad nacional, que en verdad son una contribución a la buena marcha y al orgullo de participar en una empresa aún mayor, la de la Patria, la de ser parte de un mismo pueblo y escribir su historia con la más bella caligrafía.

Carmen Martín Padial

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