Muchas de las actuales actitudes de esta sociedad, la
sociedad actual de hoy, arcada por el dinero y el individualismo más egoísta,
asesinan día a día toda esencia fascista, que no es más que la esencia misma
del individuo creador, leal a sus Principios y portador de Valores.
El hombre fascista debe ser héroe y buscar serlo, desea
escribir su capítulo de la historia y no el seguir una senda marcada. Hay que
aborrecer la vida cómoda, ejercer el constante sacrificio por algo superior y
la búsqueda de la libertad mediante el enfrentamiento constante con lo que te
mata el espíritu, lo que te hace sucumbir a los placeres, al vivir más, a costa
del Vivir superior.
Y es que el fascismo en sí, fue la superación máxima de la
misma carne y la idea. Superó la frontera que imponía la izquierda y la
frontera que imponía la derecha. Creó la comunión entre el socialismo y el
fascismo. De la confrontación entre nacionalistas y sindicalistas,
nacionalistas y socialistas, nace el espíritu fascista y el fascismo. El
fascista deja el cerco de “mi” para entregarse a algo tan grande como es la
Patria y el Pueblo, de ahí el espíritu de sacrificio por estos dos principios.
Así pues, asimilemos lo que realmente debemos asimilar de la
simiente de esta ideología, los pueblos deben amar de donde vinieron, escribir
cada día los capítulos de su historia y que cada uno de sus ciudadanos tiene
que ser consciente de su deber para con el resto de personas que forman su
pueblo, no por temor si no por convicción, perpetuarse y hacerse parte de su
tiempo siendo solo consciente de que somos solo simples transmisores carnales
de algo heroico, algo hermoso pero algo que a pesar de su rebeldía es capaz de
pacificar a todo un pueblo que quedaría liberado de eso que llaman clases o esa
penitencia bajo el yugo de rendimientos económicos anulando la espiritualidad
del ser humano y de las distintas actividades laborales que desempeña dentro de
su comunidad nacional, que en verdad son una contribución a la buena marcha y
al orgullo de participar en una empresa aún mayor, la de la Patria, la de ser
parte de un mismo pueblo y escribir su historia con la más bella caligrafía.
Carmen Martín Padial
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