miércoles, 1 de abril de 2015

La problemática de internet


La red bulle de actividad. Hay plataformas, redes sociales de adhesión, de solidaridad, de repulsa, de compromiso. Creemos que podemos discernir la avalancha de información sobre todo lo que pasa en el mundo, pero la realidad es que somos y repetimos lo que una y otra vez nos dicen los “Creadores de opinión”.

La vida virtual se expande sobrevolando  nuestros monitores de ordenador, se hace cada vez más sólida a costa de vampirizar nuestras actividades en el mundo real, vuestra práctica relacional en la esfera física. Si las 30.000 personas que se manifiestan a favor en Facebook  a la consigna “Ayudas primero  a los nacionales” estuvieran protestando en la calle todas las semanas, otro gallo cantaría en el Gobierno.

Cualquiera con un mínimo de ramalazo fascista en sus venas debe vivir en  un perpetuo asombro/asqueamiento (cada uno según su forma de ser) por el compromiso hipócrita que nos rodea. Nuestros vecino y amigos están encantados de vivir en esta democracia –aunque el estado del “bienestar” lo estén desmantelando a marchas forzadas-, están convencidos de tener libertad de expresión –pese a que los medios de comunicación pertenezcan como mucho a tres o cuatro holdings empresariales-, y satisfechos por las comodidades materiales que poseen –aunque ese disfrute pase por tener que vender nuestras almas a un banco para pagar una vida hipotecada-.

La Red de redes, que aspira a ser el instrumento que nos ayude a ser omniscientes y preclaros, un ente multimedia y colectivo depositario del conocimiento, quien despierta la rebeldía en la voluntad de los internautas, es para la mayoría de nuestros vecinos, no nos engañemos, una prolongación de sus vicios y materialismos diarios: compras, cotilleos en plataformas sociales, noticias de los voceros oficiales de los periódicos. Pero lo que es preocupante , lo que de verdad asusta, es el incremento de la oposición virtual. Páginas y páginas de encendidas protestas, videos de youtube que pasan de mano en mano con los indignantes sueldos de los políticos o con las justas reinvindicaciones de funcionarios, bomberos, recogedores de basura, plataformas en contra de los chupasangres politicuchos… ¿Qué repercusión tienen en nuestras vidas estos mensajes? ¿Utilizamos el medio o somos esclavos de él?

Ante la avalancha de información alternativa, corremos el riesgo de que lo que debería ser un medio, un revulsivo, se convierta en una finalidad en sí mismo: una protesta que empieza y termina en las páginas virtuales que ejercen su derecho clickeando furiosamente frente a sus ordenadores, mientras que en la calle, robada a nuestras presencias, se engrandecen los dispensadores de comida basura, las vallas publicitarias y las interminables colas  del paro.

Ninguna acción virtual, por virulenta que sea, puede sustituir a la acción directa, nuestra presencia física e incómoda en manifestaciones, en las concentraciones o mismamente cuando panfleteamos. Los medios quieren robarnos lo poco que nos queda: la calle, el aire limpio o contaminado, el derecho a gritarles a la cara.

Que nadie se llame a engaño: los gritos virtuales por muy grandes que sean las letras y muy negrita que estén, no incomodan ni enrojecen a nadie. Es en la acción, en la calle que debe ser nuestra, donde tenemos que gritarles todo nuestro descontento. Para que no puedan olvidarse tirando simplemente de un enchufe.

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