La necesidad
ha creado la realidad del fascismo, frente a la disolvente, energuménica y
suicida ideología marxista.
El marxismo
predica la inhumana lucha de clases, base de odios e injusticias, de criminales
reacciones y de aniquiladores exclusivismos. El fascismo levanta la doctrina de
la concordia y la ayuda mutua entre todas las clases sociales, la armonía de
todos los órganos de la producción para conseguir una mayor equidad
distributiva.
El marxismo
aspira y tiene por fin inmediato la dictadura del proletariado; la tiranía,
pues, de una clase sobre todas las demás de un pueblo, prolongando la oprobiosa
tesis de vencedores y vencidos. El fascismo propugna la formación de un Estado
corporativista en el que sin intermediarios políticos, avisados y embusteros,
ni parásitos de ninguna especie, todas las clases de una Nación, por medio de
Sindicatos y agremiaciones, tengan participación en la gobernación del Estado.
El marxismo
esclaviza a los más, en provecho exclusivo de un partido. El fascismo, por el
contrario, beneficia por igual a todas las clases sociales.
El marxismo
es materialista y ateo. El fascismo es fe y es espíritu.
El marxismo
al destruir los fundamentos de la institución familiar, célula formativa del
principio nacional, intenta aniquilar el concepto de la Patria. El fascismo
protege el desenvolvimiento familiar, cooperando al engrandecimiento de la
Patria.
El marxismo
es odio, es sangre, es destrucción, es retroceso. El fascismo es
compenetración, es progreso, es bienestar.
El marxismo
es la negación de la tradición y de la historia de los pueblos, como si la
experiencia reiterada de las generaciones fuera un inútil bagaje. El fascismo,
al recoger todas las enseñanzas del pasado, adaptándolas a las urgencias
actuales, sirve de puente salvador de la civilización y la cultura.
El concepto
materialista del marxismo anula todo lo que de más noble tiene el espíritu
humano, precipitando al hombre en la irresolución de sus problemas
espirituales. El fascismo, por el contrario, al armonizar el problema social
con un concepto poético de la historia y la vida, crea la más alta y generosa
temperatura mental.
El marxismo
es desorden, es anarquía, es disgregación, en provecho de unos pocos. El
fascismo es orden, es unidad y es autoridad en beneficio de todas las clases
sociales.
El marxismo
persigue a la Religión. El fascismo hace suya la norma evangélica: Dad a Dios
lo que es de Dios y al César lo que es del César.
Ernesto
Jimenez Caballero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario