sábado, 31 de octubre de 2015

El Caballero de la Triste Figura


Quise resucitar la ya muerta andante caballería, y ha muchos días que, tropezando aquí, cayendo allí, despeñándome acá y levantándome acullá, he cumplido gran parte de mi deseo, socorriendo viudas, amparando doncellas y favoreciendo casadas, huérfanos y pupilos, propio y natural oficio de caballeros andantes; y así, por mis valerosas, muchas y cristianas hazañas he merecido andar ya en estampa en casi todas o las más naciones del mundo. Treinta mil volúmenes se han impreso de mi historia, y lleva camino de imprimirse treinta mil veces de millares, si el cielo no lo remedia. Finalmente, por encerrarlo todo en breves palabras, o en una sola, digo que yo soy don Quijote de la Mancha, por otro nombre llamado el Caballero de la Triste Figura; y, puesto que las propias alabanzas envilecen, esme forzoso decir yo tal vez las mías, y esto se entiende cuando no se halla presente quien las diga; así que, señor gentilhombre, ni este caballo, esta lanza, ni este escudo, ni escudero, ni todas juntas estas armas, ni la amarillez de mi rostro, ni mi atenuada flaqueza, os podrá admirar de aquí adelante, habiendo ya sabido quién soy y la profesión que hago.

Don Quijote de La Mancha, por Miguel de Cervantes.

viernes, 30 de octubre de 2015

Bares, qué lugares


Sentados al fondo del bar, fingimos la calma y la indiferencia propia del hastió, pero pasados unos minutos todo nuestro cuerpo es invadido por una mezcla de alegría y de sorda emoción parecida a la que mantiene despierto durante toda la noche a un pequeño en vísperas de su cumpleaños.

Dentro de algunos instantes, después de atravesar océanos, estarán allí.

La puerta de la taberna se abre de golpe, son ellos.

Nos levantamos, intentando domar la amplia y espontánea sonrisa, y componemos el aspecto un poco hermético y viril acorde con la dignidad masculina.

No saludamos apretando el antebrazo, pero es el corazón quien abraza.

¿Hay otro decorado más adecuado para los reencuentros que las estancias ahumadas de un bar donde los altavoces escupen las proclamas de los Pogues, esas mismas, o casi, que las de todos aquellos asiduos que lo frecuentan y salpican con sus risas, sus eructos y sus esperanzas?

Se instala entonces ese corto instante de silencio absoluto que precede a las tempestades. Y de repente estallan las preguntas, las bromas, las historias, las anécdotas, las sentencias…

Varios meses de distancia por recuperar…

Por supuesto, y no cabe duda, que hemos compartido, discutido, comentado y trabajado mucho durante este período. Incluso reñido. Aunque, por otra parte, y con más frecuencia, siempre estamos desbordantes de amor y de orgullo.

Pero hoy toca renovar todo esto alrededor de un lazo físico.

Los proyectos se van construyendo tan rápidamente como se van agotando los vasos. La embriaguez, vehículo de la pasión, poco a poco se apodera de las almas presentes.

Pero no por eso zozobramos en la trampa estéril de lo virtual.

Todo se hará, de cualquier modo, poco a poco… Trabajaremos con ardor, abnegación, puede que en algunos casos con hosquedad y mal humor, pero lo haremos… porque no podemos soportar perder, dejar de ser coherentes, creíbles, y correr el riego de parecernos a esas crónicas inactivas tan extrañamente sobrecargadas de los grandes discursos.

Todo lo dicho esta noche en tono ligero es importante y es entendido como tal. Nunca nos tomaremos en serio si no lo somos.

La gravedad subyacente a las risas, la inquietud dando forma a las elevaciones más líricas, la rebelión sosteniendo el entusiasmo…

Hombres alegres pero cabreados, hermanos de un ideal por el que sufren de manera perpetua la marca del mismo, los optimistas desollados alérgicos a la renuncia…

Cuando se agota la última jarra, todo el mundo está convencido de que la revolución será mañana.

Y en este instante de ardiente camaradería, la esperanza lo es todo, todo excepto un delirio.

jueves, 29 de octubre de 2015

Ramón Bau sobre el fascismo italiano




El uso de las palabras es, parafraseando el tema de la palanca: 'Dadme el dominio del significado de las palabras y dominaré el mundo'.
Hay cosas que se definen por varias palabras, según quién las use. Y hay palabras que tienen diferentes significados según quién las diga o las escuche.
Así 'puta', 'prostituta' o 'trabajadora del sexo' definen la misma miserable profesión pero desde ópticas bien distintas. Siendo la primera la definición clásica desde Quevedo, y siendo la última la propuesta progresista actual que pretenden normalizar éticamente la venta del sexo.
Y ‘fascismo’ es una palabra que significa muy diversas cosas según quien la exprese o en qué entorno se exprese.
Hoy en día significa ‘el mal’, y se aplica por una parte a cualquiera que no concuerde con el Pensamiento Único de Obligada Creencia Democrática, o, en boca de la izquierda, a cualquiera que no sea de los ‘suyos’.

Pero incluso usada con rigor puede tener al menos dos significados distintos: el fascismo italiano de Mussolini, o el uso generalizado de ‘fascismo’ como una cosmovisión del mundo genérica que enraizó especialmente en todos los países del mundo en los años 20 a 40 del siglo XX, en cada país de forma diversa y con diferencias entre ellos, aunque con una similitud genérica general, tan bien expresada en el libro de Giorgio Locchio ‘La esencia del Fascismo’.
El propio Mussolini entendía este carácter genérico al decir en su discurso: “El fascismo considerado como idea, doctrina, realización, es universal: italiano en sus instituciones particulares, es universal en su espíritu, y no podría ser de otro modo”.

Así pues, entre tanto significado, es muy oportuno por parte de E. Núñez habernos recordado el origen histórico del ‘fascismo’, que es sin duda el Partido Nacional Fascista de Mussolini, y para ello nada mejor que recordar esos 90 años desde la Marcha sobre Roma del 29 de octubre de 1922.
Y más cuando ese hecho es casi desconocido en su desarrollo y su importancia. Este desconocimiento es debido, en nuestros medios, a dos problemas: Primero a que el movimiento mussoliniano se conoce poco y se refleja, cuando se estudia, sobretodo en su etapa final de la República de Saló, mientras que se olvida la enorme lucha y éxito de la toma de poder de Mussolini. Segundo porque se confunde esta Marcha sobre Roma con un ‘golpe militar o de fuerza’, como si se hubiera efectuado sin apoyo popular, usando solo la fuerza para tomar el poder.

Muchos nacionalsocialistas tienen reparos en estudiar este tema, al compararlo con el fracaso del Putsch de Munich de Hitler, y su éxito posterior al efectuar la lucha política legalmente dentro del propio sistema democrático.
Este tema hay que aclararlo: La subida de Mussolini al poder fue legal, requerido como Jefe de Gobierno, no por la toma por la fuerza del Gobierno. La marcha fue solo una forma de forzar esa decisión de acabar con un gobierno en total decadencia y sin fuerza popular alguna, y en realidad no llegó ni a entrar en Roma realmente (y sin muertos ni violencia).
Por otro lado la democracia no tiene valor alguno para rechazar la toma del poder popular por la fuerza. Todas las democracias del mundo, y más aún todos los gobiernos comunistas, han sido tomadas por la fuerza. La toma de la Bastilla y la marcha contra Versalles (donde los demócratas asesinaron a toda la guardia suiza) eran totalmente ilegales. La democracia USA se basó en una guerra contra la ley inglesa vigente… y así en todos los países.
Por tanto cuando la presión popular, apoyada por una parte fuerte y decidida del pueblo se enfrenta a un gobierno decadente y anti popular, no se usa la fuerza en vano ni ‘ilegalmente’.
El fascismo genérico nace de la unión de un movimiento socialista en la “modernidad en un marco tradicional de retorno a la esencia de cada pueblo”, como bien indica este texto.

Pero el fascismo italiano tiene su creación inicial el 21 de marzo de 1919 con el primer Fascio Milanese di Combattimento y acaba su creación el 8 de noviembre de 1921 cuando se funda, en el Congreso del Fascio, el Partido Nacional Fascista (PNF).
El fascismo entró en seguida en la lucha electoral democrática, como Hitler en Alemania más tarde, y ya en 1921 treinta y cinco fascistas entraron en el Parlamento. Pero lo más importante es que en 1922 ya eran más de 700.000 trabajadores los que se habían afiliado a la “Confederazione Nazionalle delle Corporazioni”, sindicato del PNF. Eran ya millones los afiliados fascistas, y con fuerte componente juvenil y luchadora.

El texto relata cómo se gestó la idea de la Marcha sobre Roma, sin afán de la violencia, puesto que Mussolini sabía que sus “camisas negras” no podían enfrentarse con éxito al Ejército.
 Y el final no fue de lucha violenta ni de enfrentamiento, sino que “a primeras horas de la tarde del día 29, el general Cittadini telefoneó al Duce fascista transmitiéndole el encargo del Rey de formar Gobierno”.
Pero el texto no se limita en absoluto a esta descripción de un momento concreto, la Marcha sobre Roma, sino que aporta textos de Mussolini exponiendo la esencia fascista y sus “coincidencias en puntos esenciales de valor universal”.
Luego nos expone multitud de opiniones de artistas, políticos, etc. de aquella época sobre Mussolini , desde el Manifiesto Futurista a algunas tan sorprendentes como las del miserable de Churchill cuando declaraba “El genio romano, encamado por Mussolini, el más grande de los legisladores modernos, ha enseñado a muchas naciones como puede resistirse el asalto del comunismo y ha indicado la ruta que un país puede seguir cuando es valerosamente conducido”.
Pero cuando además de resistir al comunismo, atacó al capitalismo que personificaba la esencia de la democracia de Churchill esta admiración cambió totalmente.
Por último nos recuerda también algo muy olvidado, los Mártires del Fascismo italiano, los líderes y dirigentes del Partido Fascista, capturados en la carretera de Mussolini, que fueron fusilados por los partisanos comunistas y luego vejados infamemente por ese comunismo sin ética ni valores en la Plaza de Milán. Aunque esa repugnante actuación no es nada comparada con la represión y la barbarie democráticas que en Italia alcanzo grados particularmente crueles en la postguerra.

Hoy la tumba de Mussolini está en Pennino.
Como nacionalsocialista tengo el mayor respeto por aquel que fue amigo fiel de Hitler, creador del primer ejemplo de ‘fascismo’ genérico. Sabemos que a nivel ideológico hay diferencias de cierta importancia entre fascismo italiano y nacionalsocialismo, especialmente en el concepto de Estado como centro de la Nación frente a nuestra idea del Pueblo como centro del Estado y Nación. Pero por encima de esas ‘ideas’ hay esa comunión de forma de ver el mundo, el Hombre, los Valores, que nos unen en una misma lucha.

Extraído del prólogo de '90 aniversario de la Marcha sobre Roma', por Ramón Bau

miércoles, 28 de octubre de 2015

La heroicidad de la juventud


No creas a aquellos que dicen que la juventud sólo está hecha para la diversión: La juventud no está hecha para el placer, sino para el heroísmo. Esto es cierto, se necesita del heroísmo de un joven para resistirse a las tentaciones que nos rodean, para creer en una doctrina continuamente despreciada, para atreverse a hacer frente, sin apartarse un ápice del argumento, a la blasfemia, al escarnio que llena libros, calles y periódicos. Para resistirse a su familia y amigos, para estar solo contra todos, para mantenerse fiel contra todos ellos. Sin embargo “tened valor, porque yo he vencido al mundo”. No pienses que por esto vas a ser menos, por el contrario, serás maravillosamente elevado. Es por la virtud como se es un hombre. La integridad te hará estar vigoroso, rápido, alerta, penetrante, claro, como un golpe de trompeta en el esplendido sol de la mañana. La vida te parecerá plena de sabor y de seriedades, y el mundo de sentido y de bellezas.

Paul Claudel.

martes, 27 de octubre de 2015

La injusticia




Una vez, debieron pasar mil años para dar una respuesta; quiero decir la respuesta justa, es decir, separar el grano de la cizaña, dos cosas diferentes deben ser separadas, en vuestra mente. Una carga corrosiva que al final destruye a cualquier nación, la destruye desde el interior, la conduce a relaciones exteriores inestables, la separa de la tierra, que es depreciada; de la tierra que se deja pudrir inútilmente, que se deja agrietar, conduce al pueblo a un modo de razonar indecente y transforma países civiles en países pequeños o débiles, siempre prestos a pegarles fuego a las naciones. Separad el grano de la cizaña.

Sé qué debe preocupar a un hombre honrado. Yo sé qué me preocupaba cuando, por primera vez, tomé posición contra la doctrina de la libre distribución de las fuerzas. No tengo un siglo y pico de tradición ‘cuáquera’ en mi familia para no preocuparme por cualquier cosa que pudiera parecer contraria a la paz.
 

Pero la injusticia es contraria a la paz, no lo neguéis.
La injusticia no conmueve.

Ezra Pound.

lunes, 26 de octubre de 2015

Hermanos de sangre






Quien no tenga las agallas para la lucha, que se marche. Dadle dinero para apresurar su partida por que no queremos morir en compañía de un hombre semejante. Quien sobreviva al día de hoy y regrese sano y salvo despertara cada año en ese día, mostrara las cicatrices a sus vecinos y contará historias adornadas sobre todas sus batallas. Predicará estas historias a su hijo y desde este día y hasta el día final seremos recordados. Nosotros esos pocos, nosotros esos felices pocos, nosotros un grupo de hermanos, pues quien haya derramado su sangre conmigo será mi hermano. Y aquellos hombres que han tenido miedo de ir se consideraran menos hombres cuando oigan cómo hemos luchado y muerto juntos.


William Shakespeare

Guerrero serás pues




Quizás en otros tiempos, quizás fuera posible, elegir el camino de la vida; quizás para otros hombres, en otra época, la elección existiera. Siervo, trovador, guerrero.

En nuestros días oscuras nubes tiñen de negro el cielo, espíritus innobles amenazan nuestras tierras, bastardos del egoísmo y la perversión juran difuminar nuestra estirpe. En nuestros días.

Creencia de muchos ingenuos es que podrán mantener sus oficios… sobrevivir ellos solos al desastre. Ellos solos. Convicción de otros tantos es que aquellos poderosos, pagaré de su confianza, harán su trabajo; mucho es esperar de aquello que su alma ceden al mejor postor. Siervo, trovador, guerrero.

De nuevo, acaso se me antoja una visión. Veo en un frío amanecer miares de cabezas negras portando armas de codicia, ojos enrojecidos que ansían poseer, mentes enloquecidas que no van a retroceder. Quo vadis? ¿Quién es?, es el demonio de Sión que en su grupa porta la peste negra, muerte segura de Europa la bella. Siervo, trovador, guerrero.

Pronto anochecerá, es momento de elegir. Los desagradecidos amos ya no te querrán como siervo, podrás entonces ser trovador, aunque al final ya no te quedaría pueblo al que cantar. ¡Guerrero serás pues!

El miedo invade tu alma, el temor al riesgo hiela tu garganta, vas a desfallecer. Pero los dioses insuflan potencia a tus venas, que ya vigorosas, empujan con fuerza tu sangre hacia el corazón del combate. Recuerdas entonces a tus ancestros y ya nada temes, ahora ves claro sólo lo realmente valioso; pero quizás es tarde, todo está perdido ya… y quieres llorar, pero recuerdas el respeto que le debes a tu raza, y apretando los dientes alzas la espada y piensas que al menos con un acero empuñado, morir será más propio de un guerrero.


H. Cramere

domingo, 25 de octubre de 2015

Konstantin Vasiliev


Konstantin Vasiliev (1942-1976), es uno de los más grandes pintores rusos y un claro exponente dentro del nacionalismo eslavo, universo que exploró magistralmente en todas sus facetas.

Su andanza comienza a los 5 años edad, en la que demostró un increíble talento para la pintura, lo que llevo a ser enviado a la escuela de artes de Moscú. Sin embargo, el nunca se sintió a gusto allí, debido a los férreos encorsetamientos estéticos de las vanguardias soviéticas del momento, concretamente, del mediocre realismo social, lo que le llevó a abandonar prematuramente la escuela moscovita y continuar casi de forma autónoma sus estudios en la escuela de arte de Kazan. Una vez concluidos estos, retornó a su localidad natal (Vasilevo) donde desempeñó el trabajo de diseñador industrial, sin que su impresionante labor artística fuera en absoluto reconocida.

Esta falta total de reconocimiento, le permitió seguramente burlar la censura comunista, ya que su obra gira casi íntegramente en torno a las tradiciones paganas eslavas y el universo wagneriano, y aunque nunca dio muestras de posicionamiento ideológico (cosa lógica si tenemos en cuenta el marco de terror y represión en el que desarrolló su obra), esta es perfectamente perceptible si analizamos las temáticas y simbologías insertas en sus obras, hasta el punto que en un autorretrato, llegó a retratarse así mismo con camisa parda (al claro estilo de la S.A.), con una majestuosa águila imperial de fondo. Igualmente, honró también a las grandes personalidades de su patria como el zar Iván El Terrible o el literato Fiodor Dostoyevski, mediante impresionantes retratos que trascienda de la estéril mimésis para ahondar el psique del retratado.

Konstatin, muere de forma trágica y prematura al ser atropellado por un tren, dejando sin embargo un impresionante legado artístico de más de 400 obras, existiendo hoy día en Rusia, dos museos dedicados íntegramente a albergar su vasta producción pictórica.

sábado, 24 de octubre de 2015

Ciudad y muros



No son las casas de hermosos techados,
ni los muros de piedra permanente.
No son los canales, ni los muelles
los que hacen la ciudad - sino hombres fuertes.
No es ni la piedra, ni la madera, ni el arte
del carpintero. Son los hombres duros,
con espadas y lanzas por baluarte,
que os darán ambas cosas: ciudad y muros.

Alcaeo de Mitilene

jueves, 22 de octubre de 2015

El Dandismo


El hombre con posibilidades, que, a pesar de lo que pueda ser, no tiene ocupación en la vida si no es pasear a lo largo de la autopista de la felicidad, el hombre criado en el lujo y habituado desde la juventud a ser obedecido por otros, el hombre, finalmente, que no tiene otra profesión más que la elegancia, está destinado a tener una expresión facial de un tipo muy especial en cualquier situación. El dandismo es una actitud social enfermiza; desde tiempos lejanos, desde César, Catilina, Alcibíades nos provee con ejemplos brillantes de ello; está muy extendido, pues ya Chateubriand encontró ejemplos de ello en los bosques y riberas de lagos del Nuevo Mundo. El Dandismo, que es una institución fuera de la ley, tiene un código riguroso de leyes al que todos sus acólitos se someten, con independencia de lo ardiente o independiente de sus caracteres.

Los novelistas ingleses, más que nadie, han cultivado el tipo de novela de “high life”, y sus colegas franceses quienes, como M. de Custine, han intentado especializarse en novelas de amor se han cuidado mucho de dotar a sus personajes con posibles suficientes para permitirles sin dudar sus más extraños caprichos; y los liberaron de cualquier ocupación laboral. Estos seres no tienen otro estatus que el cultivo de la idea de la belleza en sus propias personas, de satisfacción de sus pasiones, de sentir y pensar. Poseen dinero y tiempo, para alegría de sus corazones y en un grado superlativo, sin el cual la fantasía, reducida al estado de sueño efímero, puede difícilmente ser trasladada a la acción. Desafortunadamente es verdad que, sin tiempo libre y dinero, el amor puede no ser más que una orgía del hombre corriente, o la consecución de un deber conyugal. En vez de ser un impulso súbito lleno de ardor y ensueño, llega a ser un asunto desagradablemente utilitario.

Si hablo de amor en el contexto del dandismo, la razón es que el amor es la ocupación natural del hombre de ocio. Pero el dandy no considera el amor como un objetivo en la vida. Si he mencionado el dinero, la razón es que el dinero es indispensable para aquellos que hacen de sus pasiones un culto exclusivo, pero el dandy no aspira a la riqueza como un objeto en sí mismo; un crédito bancario puede bastarle; deja esa ordinariez a los vulgares mortales. Contrariamente a lo que la mayoría de los ignorantes parece creer, el dandismo no es solo un excesivo deleite en ropas y elegancia material. Para el dandy perfecto, esas cosas no son más que el símbolo de la superioridad aristocrática de su mente. Así, a sus ojos, enamorado como está sobre todo de la distinción, la perfección en el vestido consiste en la absoluta simplicidad, la cual es, por supuesto, la mejor manera de ser distinguido. ¿A qué punto puede llegar esta pasión, que ha cristalizado en una doctrina y ha formado un número de maravillosos acólitos, este código no escrito que ha moldeado con tanto orgullo a una hermandad? Está, por encima de todo, el ardiente deseo de crear una forma personal desde la originalidad, dentro de los límites externos de las convenciones sociales. Es una clase de culto del ego que puede sobrevivir a la búsqueda de esa forma de felicidad que se encuentra en los otros, en la mujer por ejemplo; que incluso puede sobrevivir a lo que se llama ilusiones. Es el placer de causar sorpresa en los otros, y la orgullosa satisfacción de no mostrarse nunca a sí mismo. Un dandy puede ser relegado, puede incluso sufrir daño, pero continuará sonriendo hasta el final, como el Espartano mordido por el zorro.

Por tanto, el dandismo en ciertos aspectos está muy cerca de la espiritualidad y del estoicismo, pero un dandy nunca puede ser un hombre vulgar. Si tuviera que cometer un crimen, puede ser quizás dañado socialmente, pero si el crimen fuera por una causa insignificante, la desgracia sería irreparable. No dejemos al lector extrañado por esta mixtura de lo serio y lo divertido; dejémosle reflexionar que existe una forma de grandeza en todo las locuras, un poder conductor en cada tipo de exceso. ¡Una extraña forma de espiritualidad, incluso! Para quienes son sus grandes sacerdotes y sus víctimas al mismo tiempo, todas las complicadas condiciones materiales a las que se someten, desde el vestido perfecto a cualquier hora del día o la noche hasta el más arriesgado conjunto sport, no son más que una serie de ejercicios gimnásticos adaptados para fortalecer la voluntad y ejercitar el alma. Incluso no estoy muy errado cuando comparo el dandismo a un tipo de religión. La orden monástica más rigurosa, los inexorables mandamientos del Viejo de la Montaña, que requerían el suicidio de sus drogados discípulos, no son más despóticos o esclavizantes que esta doctrina de elegancia y originalidad, la cual, como las otras, impone sobre sus ambiciosos y humildes sectarios, hombres a menudo no muy imbuídos de espíritu, pasión, corage, energía controlada, el terrible precepto: Perinde ac cadaver!

Fastidiosos, increíbles, bellos, leones o dandis: cualquiera que sea la etiqueta que esos hombres reclaman para sí mismos, todos provienen del mismo orígen, todos comparten la misma característica de oposición y rebelión; todos son representantes de lo que es mejor en el orgullo humano, de esa necesidad, que es rara en las generaciones modernas, de combatir y destruir la trivialidad. Esa es la fuente de esa actitud arrogante y patricia, agresiva incluso en su frialdad. El dandismo aparece especialmente en aquellos periodos de transición cuando la democracia no llega a ser todopoderosa, y cuando la aristocracia está sólo parcialmente debilitada y desacreditada. En la confusión de esos tiempos, un cierto número de hombres, desencantados y ociosos forasteros, pero todos ellos ricamente agraciados con energía natural, pueden concebir la idea de establecer una nueva clase de aristocracia, la más difícil de abolir porque está establecida sobre las más preciosas, las más indestructibles facultades, en los presentes divinos que ningún trabajo remunerado puede dar. El Dandismo es el último resto de heroísmo en las épocas decadentes; y el tipo de dandy descubierto por el viajero en América del Norte no invalida esta idea en ningún sentido; porque no existe una razón válida por la cual no debamos creer que las tribus que llamamos salvajes no sean los remanentes de grandes civilizaciones del pasado. El dandismo es un sol poniéndose; como una estrella eclipsándose, es magnífica, sin calor y llena de melancolía. Pero tristemente la creciente marea de democracia, que se expande por doquier y reduce todo al mismo nivel, está diariamente llevándose a esos últimos campeones del orgullo humano, y sumergiendo en las aguas del olvido los últimos restos de esta raza inolvidable. Aquí, en Francia, los dandis escasean cada vez más, mientras que entre nuestros vecinos de Inglaterra el estado de la sociedad y la constitución (la verdadera, la que se expresa en los hábitos sociales) desde hace tiempo abandonó la habitación a favor de los herederos de Sheridan, Brummell y Byron, siempre asumiendo que vendrán hombres dignos de ellos.

La belleza específica del dandy consiste particularmente en ese exterior frío resultado de la inconmovible determinación de permanecer estático; uno evoca un fuego latente, cuya existencia es meramente sospechada, el cual, si se quisiera, pero no se quiere, podría explotar en todo su esplendor.


Extraído de “El Pintor de la Vida Moderna”, 1863
Por Charles Baudelaire

lunes, 19 de octubre de 2015

Mantenerse en pie




Incendiar las naves, resbalar al abismo junto a Eneas, recorrer el mundo y sus tiempos guiados por Mefistófeles, hendir la existencia violentamente o ser un vagabundo que toca con sordina; un cruzado o un anacoreta, un héroe ávido de gloria o un labriego rendido a la creación cada alborada. Ante la vida adocenada del hombre burgués y la repulsión que nos causa su apático mecanismo, se abre una doble vía de refutación vital; dos modelos de existencia que, pese a parecer opuestos, guardan en su efectuación el respeto por la totalidad y la búsqueda de lo imperecedero.

Knut Hamsun, después de manifestar las carencias de la modernidad en obras como Pan y Hambre, escribió una sucesión de libros, Bajo las estrellas de otoño entre ellos, que ahondan en la figura del hombre de campo como antítesis de la vacuidad de la época. El retornar a la tierra, a las raíces, a las costumbres, a las rutinas; liberar la mente de falsas necesidades, compromisos y deberes; ser uno bajo el firmamento y sorprenderse cada día como rúbrica existencial. Un propósito desusado que se aviene al proselitismo que otros autores, como Thoreau o Tolstoy en su madurez, realizaron de la vida sencilla como medio de construir vínculos sólidos con lo trascendente. El ideal de esta concepción asceta se desvela en la vida monástica, en la letanía y en las formas repetidas, en la exigencia estoica, en la liberación por automatismo de toda forma accesoria, de tal manera que la mente quede desatascada y pueda acceder al todo. Una vida diligente donde la libertad se entiende como obligación y el derecho claudica ante la exigencia. El individuo vive sin asperezas, engranado en una perfección orgánica: una suerte de filósofo autodidacta que, como el teorizado por Ibn Tufayl, accede a la verdad mediante la aprehensión eidética derivada de la observación de la naturaleza. Una vida contemplativa posibilitada por un movimiento reglado y una actividad decretada; una disciplina anímica y corporal autoimpuesta que incita al saber y a la concordia.

El otro polo del binomio lo integra el héroe, el enajenado, el insaciable, y responde a un arquetipo de hombre definido por el ansia de apresar la divinidad, conquistar la grandeza. El acceso al Olimpo se logra con la vehemencia del coraje y el frenesí del guerrero. A este grupo pertenecen quienes enfocaron su estancia terrenal a lo abrumador, proyectando la redención como un sacrificio donde se purga por desgarramiento. El apetito fáustico, el ardor juvenil por alcanzar la plena realización, por vivir infinitas vidas en busca de aquel instante en el que el tiempo cesará y se hará eterno, empuja al romántico, al esteta, al idealista, a cabalgar el tigre, a batallar en empresas insensatas, a descender al corazón de las tinieblas, a destripar su esencia para encumbrar ulteriormente dicha esencia en el altar de la libación. El aventurero declina la vida acomodaticia y las cláusulas de una sociedad huera que mira el conflicto de refilón; el hombre-fáustico no aspira al bienestar, quiere combatir y abrirse camino; el intempestivo no acepta la conformidad, anhela el infinito. La vida queda marcada por una afanosa hambre de Ser, una consecución de actos en lo colosal, un envite al eterno retorno, al Instante, ese instante en el que rozaremos la divinidad y al que querremos por siempre, conquistando la salvación.

Este arrojo, que responde a la burda temática de la búsqueda de sentido, adquiere mayor hondura al percibirse como un hecho inexorablemente trágico, ya que el héroe sabe que su vida está orientada a una quimera y su anhelo es una entelequia desmedida. Con todo, es ese camino imposible hacia Dios el objeto de transmutación y el verdadero impulso hacia la plenitud del ser, que culminará con una inmolación, con un cataclismo donde el hombre dejará de ser hombre, donde uno dejará de existir y pasará a ser: la detonación de una vida en el Momento que hará a uno y a éste imperecederos.

Ambos esquemas pueden considerarse formas intempestivas de vivir en el mundo actual, pues lidian con las conjeturas racionalistas, se aparatan de los cánones validados por la masa, siendo, en la mayoría de casos, existencias inútiles de idealismo reaccionario, guiadas por valores rancios y mohosos como el orgullo, el honor, la disciplina y el sacrificio, donde palabras proscritas, anteriormente abultadas y hoy desinfladas soezmente, como alma, ser, trascendencia, dios o eternidad, sostienen el discurso y su consumación. El primer hombre enraíza y asume su terruño desde el que intentará anular su yo; el segundo lo engordará hasta la implosión, su actividad delirante tendrá como último fin rasgar el Velo de Maya y desgajar la voluntad. Sólo así reposará.
En El marino que perdió la gracia del mar, Yukio Mishima aborda la complejidad del tema mediante el dilema que arrastra el personaje central de la novela, un marinero que navega de puerto en puerto. La obra desarrolla paulatinamente la resolución vital a la que éste se ve forzado: elegir entre la dignidad del mar, alejado del firme emponzoñado, viajar a lugares recónditos, contemplar la inmensidad con la gravedad de quien abraza la vida trashumante, vagar por el orbe en una alteración continua, separado de la frivolidad y banalidad terrenales; o volver a Ítaca, finiquitar el periplo y reposar los músculos, apuntalarse y abandonar la soledad por la grata compañía de una mujer, por el abrigo afable de una familia. Si tomamos el caso con latitud y lo aproximamos a nuestro interés, puede emplearse el argumento para dilucidar los pormenores que influyen en una decisión vital, aunque para ello sea imprescindible desentrañar el final de la obra.

El marino solventa su dilema decidiéndose por la estabilidad del hogar. Su hijastro (que junto a sus camaradas de correrías conforma un coro trágico que juzga las decisiones del protagonista y, como las Erinias, venga los actos descarriados) limpia tal desliz en un ritual de expiación, mostrándole el grave error cometido, perdonando su debilidad en el sacrificio. El marino escoge tierra firme y desmonta el tigre; el tribunal lo condena por apartarse de la única vida meritoria. El desenlace remite a una de las preocupaciones más recurrentes del autor japonés: qué vida es digna de ser vivida. Parece que con el ejemplo del marino el autor rechaza la comodidad y se atrinchera en la acción, sosteniendo que en tiempos convulsos sólo se precia la armonía de la pluma y la espada. Recordemos la muerte de Mishima por sepukku y las palabras con las que afirmaba que la vida puede compendiarse en un estallido espurio, en un fuego de artificio, para entender el tipo de existencia que escogió. Mishima veneraba el fluir tradicional del pescador, las sólidas costumbres que hacían del pueblo una comunidad armónica. Por ello no pudo entregarse a esa vida en decadencia, ahogada por las efusiones de la modernidad, y fue un samurái, el mecenas de la virtud, un mártir, un héroe trágico que ensalzó la vida auténtica y natural y reclamó su potestad sobre las nuevas formas utilitaristas que drenaban el aliento del mundo.

Nos hallamos en un periodo que exige cabalgar el tigre, por lo menos tener ese atrevimiento viril, el deseo de mantenerse en pie, altivo y orgulloso, en un mundo en ruinas. No podemos exiliarnos de nuestro tiempo, no podemos apartarnos de su vileza: la vida apacible del hombre sano debe esperar a que arda Troya.



Gerard Gual

domingo, 18 de octubre de 2015

Dulce et decorum


Porque es hermoso que un valiente muera,
caído en las primeras filas, luchando por su Patria.
Es, en cambio, la cosa más dolorosa de todas
vivir como un mendigo, abandonando la Patria y sus fértiles campos,
errante con la madre querida y el padre anciano
y los hijos aún niños y la esposa legítima.

Éste será objeto de odio para aquéllos a cuyo país llegue
cediendo a la necesidad y a la horrible pobreza;
deshonra su linaje, desmiente su noble rostro
y toda infamia y toda vileza va con él.

Por lo tanto, si no hay para un vagabundo ninguna ayuda
ni tampoco respeto, consideración ni compasión,
luchemos valientemente por nuestra tierra
y muramos por nuestros hijos sin ahorrar nuestras vidas.

Así pues, oh jóvenes, luchad unidos
y no déis la señal de la huida vergonzosa ni del miedo;
haced grande y fuerte en el pecho vuestro corazón
y no tengáis amor por vuestras vidas cuando lucháis con el enemigo;
ni huyáis abandonando caídos a los de más edad,
cuyas rodillas ya no son ágiles, a los viejos;
pues es vergonzoso que, caído en las primeras filas,
yazca en el suelo delante de los jóvenes un hombre de más edad,
de cabeza ya blanca y barba cana, exhalando en el polvo su alma valerosa,
con las ensangrentadas vergüenzas cogidas en las manos
-visión abominable, cosa impía de ver- y desnudo;
en un joven, en cambio, todo es decoroso
mientras posee la brillante flor de la amable juventud:

su vista produce admiración a los hombres y amor a las mujeres;
caído en las primeras filas, es un héroe.

Ea pues, que cada uno de vosotros permanezca en su puesto
con las piernas bien abiertas, firmemente apoyado en el suelo con los dos pies,
mordiendo el labio con los dientes.
 

Tirteo de Esparta

sábado, 17 de octubre de 2015

El ordador

En su permanente lucha contra el pasatismo —uno de los múltiples neologismos acuñados por la vanguardia futurista para referirse al inmovilismo ideológico y a la improductiva perpetuación de los valores tradicionales—, Filippo T. Marinetti situó a España en su punto de mira.

Entre las acciones propagandísticas antipasatistas más significativas, se encuentra su irrupción el 8 de julio de 1910 en la Torre del Reloj en Venecia, un lugar que para el líder futurista representaba un símbolo que había que derrocar. Su colega Aldo Palazzeschi recordaba aquel polémico suceso en el que, estando la plaza de San Marcos completamente abarrotada, se lanzaron unos 800.000 panfletos —o eso al menos hicieron creer— del Manifiesto futurista a los venecianos (1910) de Marinetti, Boccioni, Carrà y Russolo, con lo que se suscitó el asombro y la indignación de los presentes. A toque de trombón y mediante un megáfono, proclamó su manifiesto contra la antigua ciudad veneciana, decrépito nido de enamorados y turistas, expresión máxima del esbonismo y la imbecilidad universal.

Esperando que nuestro país no cayera en el mismo error que los venecianos, en ese mismo año Marinetti publicó «expresamente paraPrometeo» su Proclama futurista a los españoles, un texto traducido por Ramón Gómez de la Serna (bajo el seudónimo de Tristán) y precedido por un breve prólogo del español, entusiasta defensor de los valores futuristas.

En aquella ocasión, el italiano presentaba una adaptación a la situación española, desde un enfoque más optimista, de su discurso contra elpasatismo veneciano. Cabe señalar que el manifiesto publicado en Prometeo difiere de dos versiones posteriores tituladas Contro la Spagna passatista (1914) y Proclama futurista agli Spagnuoli (1915), por lo que intuimos que Marinetti elaboró un texto ad hoc para la versión en español, que fue modificando con el paso del tiempo.

En Proclama futurista a los españoles, su discurso arranca con el relato de un sueño en el que nuestra nación logra, por fin, superar el pasatismo, convirtiéndose en un gran pueblo moderno. Entre los consejos para lograr alcanzar este objetivo, destaca la exaltación del orgullo patrio, la defensa de las libertades individuales y de la ciencia, junto a la puesta en marcha de nuevas fábricas y laboratorios. Sin embargo, la entusiasta versión dePrometeo, difiere de la dura crítica al «círculo vicioso de los curas, toreros y los cantores de serenatas» presente en Proclama futurista agli Spagnuoli.

En definitiva, a través de estos manifiestos, Marinetti expuso un plan de acción para combatir el excesivo sentimentalismo y contra la glorificación de un decadente tradicionalismo para abrir paso a una nueva era basada en el progreso tecnológico. ¿Estaría quizá vaticinando el destino de la sociedad actual?

viernes, 16 de octubre de 2015

La necesidad hispánica


El esfuerzo revolucionario hoy no puede gravitar en torno a esos conceptos envejecidos de monarquía o república, sino que los objetivos deben ser otros. Nosotros planteamos la necesidad hispánica, y desearíamos movilizar actividad revolucionaria sobre unos afanes constructivos que contribuyan a despertar o a crear en nuestro pueblo una ambición nacional, hoy inexistente. A la par que esto, la estructuración de un nuevo Estado, donde sea posible una justicia social de la que hoy nadie se preocupa. Ni a nadie interesa. (…) Sépanlo los lectores nuestros. Y sépanlo también esos señoritos lechuzos de la izquierda que propalan contra nosotros las calumnias viles.

Dijimos ayer, decimos hoy y diremos mañana: España se salvará en la lucha. Hay, pues, que luchar y presentar a nuestro pueblo la gran ambición que necesita.
 


Por Ramiro Ledesma Ramos, extraído de "La Conquista del Estado".
Madrid, 4 de abril de 1931

jueves, 15 de octubre de 2015

Una vida autosuficiente


Ante las grandes dificultades que atraviesa el modelo de vida occidental, la claudicación de sus líderes ante el islam, la aceptación oficial del relativismo cultural y antropológico, así como la conversión de la mundialización en dogma de fe, empiezan a florecer tanto en Europa como en los EEUU numerosas comunidades autosuficientes donde se vive según conforme a valores, principios y preferencias éticas comunes. Es la vida de la autosuficiencia o del autoabastecimiento.

En países como Chequia o Eslovaquia existen ya comunidades que han vuelto a los bosques para liberarse de la presión política y social que exprime sin piedad a todos los ciudadanos en beneficio de unos pocos, la llamada casta dirigente. Así pues, son muchas la comunidades que se están creando y que viven al margen de la actual organización social injusta a la que se veían sometidas.

También en España ya hay muchos que han decidido retornar a sus pueblos de origen para retomar los huertos y tierras de labor, así como recurrir a los animales que antaño los sustentaban. Muchos, que personalmente conozco, están a punto de dar el salto y organizarse. Quieren liberarse de una sociedad degradada y corrompida por los poderes políticos y económicos.

Algunas de estas comunidades en ciernes llevan el signo identitario, al rechazar sus miembros cualquier injerencia cultural que no sea la suya propia. En este sentido, se muestran contrarios a cualquier forma de ”multiculturalidad” y a la convivencia con personas o grupos cuya base moral de valores sea distinta.

“Aquí convivimos con quienes nos gusta, vivimos según nuestra cultura y nos desarrollamos espiritualmente conforme a nuestro propio cuadro ético, sin que el sistema debe decirte lo que debes hacer, lo que debes sentir, lo que debes pensar y con quien debes convivir”, señala Pelayo Carrasco, ingeniero de profesión y uno de los promotores de esta experiencia piloto en España.

Por otra parte, los residentes aspiran a crear colegios propios, aunque homologados por los gobiernos, como ocurre por ejemplo en Suráfrica. Estos centros aplicarían recetas prácticas para el desarrollo personal del alumno.

Asimismo, la creación de huertos y cabañas ganaderas comunes fomentará el cooperativismo y el máximo aprovechamiento de los medios para un abastecimiento seguro, no dependiente de los caprichos de los mercados, lo que garantizará productos naturales y sin los costes adicionales a las fluctuaciones de intereses ajenos que condicionan los precios. En esta situación, solo existirá el trabajo de la comunidad y la aportación que cada miembro esté dispuesto a hacer. Ya hay docentes, ingenieros, médicos… dispuestos a dar el paso junto a sus familias. Creen que la vida será difícil al principio, pero están convencidos de que el esfuerzo puede merecerles la pena.

Con relación a otros detalles logísticos, explica Carrasco que la obtención del suministro de energía necesaria para la vida comunal será posible mediante molinos de autogeneración y de placas fotovoltaicas. También se aprovechará el gas metano de la auto combustión de los residuos orgánicos, lo que permitirá generar electricidad. “Simplemente es cuestión de organizarse y de cambiar la vida solitaria y personalista, por la comunitaria y cooperadora, es decir, pasar a vivir y no a depender”, indica.

Hoy es posible, y ya se están dando los primeros pasos para dejar de depender de una casta que exprime y oprime, que nos hace ser cada día más dependientes de ellos y que nos arrebata lo más importante de la dignidad humana: la libertad de elegir y el derecho a la libertad.

“Si usted se halla parado o quiere vivir a partir de sus propias pautas culturales, identitarias y morales, ahora tiene la alternativa de la autosuficiencia. Si vive esperando a que el sistema le solucione las cosas, jamás lo conseguirá. Es hora de tomar las riendas de nuestro propio destino y de que dejen de manipularnos en su propio interés. Si somos muchos, podremos estar empezando a cambiar las cosas”, concluye nuestro interlocutor.

Antonio Valdivia

miércoles, 14 de octubre de 2015

Joven, ve y corre...


Joven, ve y corre, destroza por siempre sus cadenas,
puesto que destruyen tu identidad y esclavizan toda cuna.



Joven, ve y corre, difunde el sueño de la vieja tierra,
puesto que la época de letargo toca a su fin.


Joven, ve y corre, devuelve el latido de la esperanza,
puesto que tu pensamiento es libre y para nada indigno.

Joven, ve y corre, derrocha lealtad sobre las sobras de la infamia,

puesto que tus ojos portan el eterno brillo del ayer.

Joven, ve y corre, desprende una sonrisa ante la vida,
puesto que eres hijo la llama eterna.

Joven, ve y corre, abrázate a tus camaradas de senda,
puesto que junto a ellos crearás los cimientos del mañana.
 

Susurros desde Thlule

martes, 13 de octubre de 2015

La lucha por la Identidad


En las últimas décadas, diversos grupos y tendencias han ido aparecien­do en escena para proclamar su rechazo frontal al avance de la uniformi­zación y disolución general de los pueblos. Una uniformización y disolución que se ha acelerado en el interior de cada estado, y que super­potencias, organismos y corporaciones multinacionales han ido forzando a lo largo y ancho del mundo. Para combatir esta apisonadora mundialista y mundializada que va laminando y desnatura­lizando culturas y naciones, muchos grupos «inconformistas» («en contra de lo que hay») han adoptado el nacionalismo y esgrimido los «hechos diferenciales» étnicos como soporte principal de su causa.

Pero esgrimir, a secas, los «hechos diferenciales», nada significa en reali­dad. Pues lo importante no es reconocer «hechos dife­renciales» culturales, na­cionales, territoriales, étnicos o de cual­quier otra especie, sino establecer cuáles, por qué y para qué se determinan diferenciaciones o dis­crimi­naciones, diferencias culturales y particularidades nacionales.

Como ejemplo propio, los españoles hemos podido comprobar durante un cuarto de siglo para qué ha servido, finalmente, la reivindicación de los «he­chos diferenciales»: para que unas organizaciones sub­sidiarias del estado blin­dadas por una «cosa nostra» étnica, se hayan ido apropiando de la cosa pública (y privada) en las parcelas territoriales que han reclamado suyas en exclusiva bajo la bandera de una historia, lengua, sangre, costumbres o temperamento «diferente», y poder manejar más competencias y presupuestos. Como todo el mundo sabe que los nacionalismos vascos, catalanes, gallegos o canarios no son frentes políticos que pongan en cuestión el régimen político, el montaje cultural y el modelo socio­económico del presente, sino que todos sus objetivos se concentran en coger la mayor tajada posible de los recursos generales dis­ponibles y controlar en exclusiva sus territorios con los que presumen fundirse, no voy a insistir más en ellos.

Así que voy a referirme a ciertos grupos que se proclaman «identitarios» e incluso «antisistema». Ustedes dirán que necesidad tenemos de referirnos a grupos tan minoritarios, cuando son los nacionalismos «oficiales» los que van imponiendo sus demandas. Las respuestas son sencillas: la primera es que, como se acaba de decir, casi todo el mundo sabe que tales nacionalismos no constituyen fuerzas «contrarias» al rumbo político actual, ni buscan ningún modelo socio­económico ni alternativa cultural a la que hay. Su obsesión se reduce a garantizar un mayor presupuesto, que el mismo mercado, el mismo consumo y la misma producción utilicen la lengua vernácula, y que el dinero que se recaude en un sitio, por supuesto, sea sólo para «su gente». Así que por eso no engañan a nadie, o a casi nadie.

Pero diferente es el caso de ciertos grupos que han empezado a enarbolar las banderas de las identidades, declaradamente populistas o presuntamente «defensores» o «restauradores» de «viejas esencias» ya muy mixtificadas, pues éstos sí que están engañando a todos en dos elementos fundamentales: en su posición ante el sistema y en su oposición al uniformismo y al arrasa­miento de las identitades. Así pues, la segunda respuesta es que, como este blog se dirige a gente que se considera disconforme con lo que hay, y porque nos interesa sobremanera el asunto que advierte el título (no dejar que la bandera identitaria caiga en manos etnicistas) hemos de empezar a despejar esta cuestión básica, vital, para los «reductos» de la población conscientes de la necesidad de una alternativa.

Como las nacionalidades son campo ya «reclamado» y más que trillado por los nacionalismos del régimen, suelen estos supuestos «identitarios» tomar otros marcos o conjuntos de identidad étnica, comarcales, nacionales (de los estados constituidos) subcontinentales o incluso raciales o subraciales. Como ya se advirtió, hay que preguntarse, en primer lugar, el por qué y para qué sirve todo su discurso de defensa de las identidades. Y en segundo lugar, que toman por identidad defendible. Yo les advierto que basta un repaso de los discursos de muchos supuestos «infantes terribles» o «peligrosos», desde los llamados nacional-revolucionarios hasta los reformistas populistas, pasando por los «reconquistadores» de supre­macías o «edades doradas» del pasado, para darse cuenta que no sirve, en absoluto, para abrir brecha y conformar una nueva mentalidad que se enfrente al individualismo, al unifor­mismo y al economicismo asfixiante del mundo actual.

Sus discursos están sirviendo para todo lo contrario: para justificar y defender la supremacía de este sistema plutocrático, del «pensamiento único» famoso y sus mecanismos de poder político, social, económico e ideológico, y de paso, y por supuesto, el «status» material privilegiado de los componentes del primer mundo: un nivel económico con­seguido por motivos históricos, coyunturales, y no por méritos de las pobla­ciones o generaciones actuales.

Todos estos pseudoidentitarios prooccidentales no utilizan mitos «irra­cionales» como pudieron utilizar­los otros grupos en épocas anteriores (esto también sería discutible), o sea, para contrarrestar las fuerzas y artificios eco­nomicistas, evolu­cionistas y uniformizantes en los que se basa el mundo occidental, sino para defender este mismo mundo occidental. Da lo mismo que hablen de «herencias naturales», de los «valores de la civilización» o de «raíces» de cualquier especie. Lo mismo que hablen de defender una religión como del progreso técnico. Lo mismo que hablen de mitos imperiales como de las libertades individuales. Lo mismo que hablen de vírgenes cristianas como de paganos bárbaros. Todos estos cánticos se descubren, si se presta apenas atención, como retórica romántica y espúrea para encubrir la cruda y des­carnada realidad del Occidente, que es lo que acaban defendiendo.

Durante la guerra fría el elenco de las llamadas «fuerzas nacionales» (re­for­mistas, reaccionarias o conservadoras) tanto europeas como sudamerica­nas, emplearon discursos plagados de llamamientos juveniles revolucio­narios según unos, o defensas viejas de la patria, de la religión, de la familia, o de la raza según otros. Pero todo eso fue utilizado para acompañar e, incluso, respaldar el mundo que públicamente se decía de­testar por injusto, corrompido, desalmado, viciado o degenerado. Aquellas referencias eran, sólo en apariencia, «disonantes» con las del discurso «racional» o con­vencional dominante, pues pronto se podía descubrir que, mientras unos eran simples «radicalizaciones» de alguna de las dos alas del frente político «res­petable», otros eran cantos estériles a la luna, y algunos otros (éstos eran los más graves) eran adulteraciones o caricaturas de valores serios para degenerar bien en aberraciones e insensateces fácilmente atacables por todo el mundo, o en pretextos mixtificadores para recubrir las descarnadas razones reales que mueven al llamado «Mundo libre». Por mucho que los dueños del poder los desprecien con patadas e insultos, estos animales muy poco políticos nunca aprendieron (o aprendieron muy bien) y siempre sirvieron como perros fieles de ese poder.

Ahora vuelven a las andadas los mismos perros. Todo su presunto rechazo al globalismo desalmado, desnaturalizador y reconvertidor de tierras, pueblos y personas en solares, máquinas y mercancías, todas sus quejas contra esta sociedad formada por humanos reducidos a objetos y sujetos estacionales de producción, de consumo y deshechos en compra­venta, se quedan en un «desagrado» por algunas consecuencias del proceso, pero un proceso que aprueban no sólo como necesario e inevitable, sino como «fruto» del tipo de sociedad que han de defender. Al final no sólo no atacan esa uniformización y esa progresión disol­vente que decían contra la que dicen que luchan, sino que afirman fervorosamente que todos estamos obligados a defender esa homogeneidad apisona­dora para nuestros pueblos, en nombre de una «paternidad» o unas «raíces» (unívocas y homo­géneas) religiosas, vitales, culturales, racionales e identificadoras.

En definitiva: para social patriotas los pseudoidentitarios occidentales coinciden, descarada­mente, con los mundialistas a los que dicen atacar: coin­ciden nada menos en ver «superior» el «modo de vida» y el tipo de sociedad occi­dental. Nosotros denunciamos que los pseudoidentitarios sólo discrepan de los segun­dos en dos cosas: primero de la sinceridad de los abierta­mente mundia­listas, pues éstos desprecian los cuentos románticos de nostálgicos y mitómanos, ya que los mundialistas recurren a otros engaños más políticamente correctos para justi­ficar el desenvolvimiento de Occidente; y segundo (y aquí discrepan más rabiosos) porque en vez de reservar ese modo de vida y privilegios socioeco­nómicos para los pueblos elegidos o «avanzados», los mun­dialistas anuncian querer propa­garlo.

Estos pseudoidentitarios son como los exclusivos de su raza: para ellos Occidente debe quedar reservado para el «mundo avanzado», que para ellos es sinónimo de más dinero, gente «moderna» y aparatos «vir­gueros». En cambio, progresistas y liberales (que tienen la misma idea que los pseudoidentitarios de lo que significa «avanzado») son algo parecido a los «evangeli­zadores»: para ellos Occidente debe «reconvertir» los pueblos infantiles o atrasados del resto del mundo.

Tanto occidentalistas «exclusivos» como la derecha de los occidentalistas «pro­pagadores» coinciden también en absolver a Occidente en la generación de las desgracias y miserias del resto del globo: para ambos tales desgracias y miserias no son culpa de la destrucción de su hábitat y sus comunidades por Occi­dente. Para los «exclusivos» porque las víctimas son unos primates incapaces de adaptarse a una cultura superior; para la derecha «mundialista» porque esos pueblos todavía no han culminado esa reconversión occidentali­zadora que les extirpe absolutamente todos sus «viejos hábitos». Por eso hemos de combatir la confusión. Por eso hemos de desenmas­carar a los farsantes y arrancar a los pseudoidentitarios la bandera de las identi­dades.

Por eso hemos de negar rotundamente que son alternativa a los mundialistas, pues sólo les cabrea que su «tesoro» sea compartido entre los «otros» o sin exigir devociones a ciertos mitos particulares. Habiendo estado «subidos a la parra», les molesta que «los de abajo» se la muevan, bien porque emigren acá, bien porque las empresas se deslocalicen allá, bien porque sus mercaderías desplacen los productos nacionales.

Por eso que no espere nadie críticas sostenidas a la lógica del capitalismo, ni nada por el estilo, sino incitaciones de odio a otros pueblos, incurriendo en la mayor de las contradicciones, porque si dicen defen­der las identidades de los pueblos y los hechos diferenciales entre culturas ¿Porqué siempre se descubren odiando otras identidades y criminalizando justamente esos hechos diferenciales? El que dice amar la bio­diversidad ¿Cómo puede presumir de desprecio por las demás especies?

Así pues, ante cualquiera que aparezca esgrimiendo la bandera de la Identidad, hay que emplear la misma precaución radical como cuando vienen con conceptos como defensa de la Patria o de la Libertad. Desconfiar por norma, pues todas estas referencias han sido pervertidas y utilizadas como encubridoras de las razones e intereses más espurios de Occidente. Hay que ver porqué y para qué emplean todas estas ideas. Porque con la confusión se viene una segunda consecuencia: mucha gente acaba por escupir sobre todas ellas, asqueada con el sentido y el contenido que les han dado. Si nos importa la libertad, no tengamos reparo en inquirir con dureza como Lenin y Mussolini. Lenin preguntó «¿Libertad? ¿Libertad para qué?» Y Mussolini desenmascaró a «aquellos defensores de la Libertad que la reclaman y se la apropian para sí, para negár­sela a los demás». Los que levantamos la bandera de las identi­dades hemos de inquirir sin contem­placiones «¿Identidad? ¿Identidad para qué?» y ser implacables contra «aquellos defensores de la Identidad que la reclaman y se la apropian para sí, para negársela a los demás».

A. González

lunes, 12 de octubre de 2015

12 de Octubre, Día de la Hispanidad

Hoy se celebra el 12 de Octubre, el habitualmente llamado Día de la Hispanidad o Día de la Raza, en el que se conmemora el desembarco por primera vez, de españoles en tierras hispanoamericanas allende el mar. No haremos exaltaciones chauvinistas y propias del más puro y casposo facherío que asola nuestras ideas con la reacción, a pesar de ellos nos declaramos y alzamos nuestra voz orgullosos de esta fecha como punto de partida para una parte fundamental de nuestra Historia.

Nunca podremos decir que hemos sentido vergüenza por nuestra propia Historia, porque para nosotros los patriotas, esta es mucho más que una bandera, un himno, unos papeles desvencijados por el tiempo en las librerías, siempre juzgados año tras año, mes tras mes por la mediocre y banal mentalidad española de este tiempo. Nuestra Historia nos dice quienes somos, nos dice lo que fuimos y lo que podemos ser con esfuerzo y perseverancia. Hoy más que nunca conocer nuestra Historia supone un verdadero acto de rebeldía tanto contra la educación actual que la quiere borrar de nuestros libros, como contra el esperpento que tenemos como sociedad "preparada".

Desechamos la palabrería de algunos sectores de la izquierda y de fuera de España (los cuales creen o realizan políticas que han supuesto verdaderos genocidios para los pueblos allí donde han gobernado), que vierten mentiras para así enmascarar su naturaleza represiva y sangrienta. Palabrería basada en relatos de horribles matanzas de indígenas, no negamos que ocurrieran algunas, ni que los conquistadores españoles tuvieran los más nobles ideales pero también sabemos que la corona española siguió una línea de protección de los nativos (por si alguien no lo recuerda, declarados súbditos de la corona con los mismos derechos y deberes que todo nacido en la Península, por lo cual exentos de todo regimen de esclavitud o abusos posible), esto no lo realizó ninguno de los otros pueblos que participaron en la conquista de la actualmente llamada "América". Al igual queremos recordar que los conquistadores españoles fueron recibidos en muchos casos como salvadores y libertadores, frente al imperio azteca que era temido por su tiranía y su represión respecto a los pueblos que se alzaban contra estos.

Para concluir, queremos recordar y declarar nuestra profunda admiración por aquellos exploradores, aventureros, hombres en búsqueda de fortuna y algunos cuantos curas, que con las fuerzas que sólo poseen aquellos que se enfrentan a su época cruzaron el mar conocedores de que todo el mundo opinaban que iban a una muerte segura, enfrentándose tras esto a tribus y selvas en las cuales muchos perecerían, desafiando de esta forma todo lo desconocido y superando los límites de lo humanamente posible, engrandeciendo así a nuestra querida España y creando con el tiempo el concepto de Hispanidad que une a los pueblos hispanoamericanos con España, creando vínculos eternos entre estos lugares tan separados y tan cercanos a nuestros corazones.
Bandera Negra Fanzine