jueves, 30 de abril de 2015

La esencia del Futurismo



Una constante de la mentalidad europea es su rechazo de lo inmutable y su carácter faústico, tentador (en los dos sentidos de la palabra, “que hace tentativas”, y “que hace sufrir tentaciones”), experimentador de nuevas formas de civilización. Nuestro fondo cultural, que también ha heredado América, es aventurero. Quiere transformar el mundo a través de la creación de imperios o por la tecnociencia, y siempre mediante grandes proyectos. Estos últimos son la representación anticipada de un futuro construido. El “futuro”, y no el ciclo histórico repetitivo, está en el corazón de la visión del mundo europea. Por hablar en términos de Heidegger, la Historia es una senda en el bosque (Holzweg) que serpentea, o un río lleno de peligros y de descubrimientos nuevos. Por otra parte, en esta visión futurista, las invenciones de la tecnociencia, o los proyectos geopolíticos, pensados como desafíos, no están únicamente considerados utilitariamente, sino también estéticamente. La aviación, los cohetes espaciales, los submarinos, la industria nuclear han nacido de sueños racionalizados en los cuales el espíritu científico ha realizado el proyecto del espíritu estético.

El alma europea está marcada por su atracción hacia el futuro, signo de juventud. Es historial e imaginal (imagina siempre la historia futura según un proyecto dado).

Al mismo tiempo, en el arte, la civilización europea fue la única que ha conocido una perpetua renovación de las formas. Toda repetición cíclica de los modelos está prohibida. El espíritu de la obra es inmutable (polo arcaico), pero la forma tiene que renovarse sin cesar (polo futurista). El alma europea está situada debajo del signo de la creación y de la invención permanentes, es decir, la poïesis griega, aunque el eje direccional, los valores, deben de quedar conformes a la tradición.

La esencia del futurismo, es arquitecturar el futuro, pero no maldecir el pasado, pensar la civilización, como una obra en movimiento, según la concepción que tenía Wagner; proyectar lo político no solamente como una limitativa “discriminación del enemigo” a lo Carl Schmitt, sino también como la “discriminación del amigo” (¿quién es un miembro de la comunidad del pueblo?) y sobre todo como formación del pueblo en el futuro, con los problemas constantes de ambición, de independencia, de creatividad y de potencia...

Pero este dinamismo, esta voluntad de potencia y de poder, esta proyección en el futuro, se encuentra con muchos obstáculos. En primer lugar, la modernidad los amenaza mediante una moral de la culpabilización de la fuerza y por su fatalismo histórico. Después, en el dominio social, un futurismo descarriado puede crear unas aberraciones utópicas, por el gusto sencillo del “cambio por el cambio”. En tercer lugar, la mentalidad futurista, sin control –sobre todo en el dominio de la tecnociencia- puede revelarse suicida, particularmente en materias de medio ambiente ecológico, es el hecho del riesgo de la deificación de la técnica,.

El futurismo tiene que ser atemperado por el arcaísmo, o mejor, se podría decir en una formula osada: el arcaísmo tiene que depurar al futurismo.

Por fin, la mentalidad futurista se encuentra con “fronteras”: limitación de la conquista espacial a causa de sus costes, banalización y pérdida de sentido de la tecnociencia, desencantamiento de todos sus valores propios positivos y “poïeticos” de movilización, despoetización y desestetización mercantilistas generalizadas, etc.

El futurismo solamente puede ser de nuevo eficiente si explora nuevas pistas. Y solamente el mundo neoarcaico que se está preparando puede reorientar la mentalidad futurista fuera de los callejones sin salida de la modernidad.


Guillaume Faye

Carta a un abertzale





Estimado abertzale,

Quería hacerte llegar mi más sincera sorpresa, llevo viéndolo años, pero hasta el día de hoy no había tenido el detalle de escribir esta breve epístola. La intención de mi carta no es otra que la de hacerte llegar una reflexión cimentada en una base histórica.

Tras ver durante años cómo usáis el sello del Rey Sancho VII como emblema de la patria vasca, colgándola al lado de una bandera artificial como es la ikurriña, me pregunto si el Rey Sancho VII vería coherente el uso de su emblema para la reivindicación de una corriente separatista, teniendo en cuenta que éste era conocido como “rex Hispaniarum” es decir, “Rey de España”. El Rey Sancho VII fue uno de los precursores de la unidad del Reino vasco-navarro con el resto de reinos, es decir de la unidad nacional, por lo cual me veo en la obligación de decirte, colega abertzale, que luciendo el arrano beltza solo estáis haciendo apología de uno de los primeros símbolos de hispanidad y unidad de la nación española.

Cada vez son más los patriotas vascos los que reivindican el uso del arrano beltza como bandera de Euskal Herria, que no de Euskadi puesto que es un término inventado por vuestro amado Sabino Arana que no tiene ni pies ni cabeza. Euskal Herria o Vasconia es el territorio español más antiguo portador del espíritu de la extinta Europa indoeuropea, siendo una realidad cultural, territorial, social y lingüística que forma parte de un destino compartido, llamado España. Tan desencaminado va aquel que desprecia lo vasco por el hecho de ser vasco, ya que no hace más que despreciar también a España y a Europa, como aquel que desprecia lo español por el hecho de ser español, ya que es un sentimiento irracional odiar la madre patria, y más triste es aún el derramar la sangre de tus hermanos por toda la patria vasca por un idilio utópico.

No puedo acabar esta carta de otro modo que citando a un vascuence como Miguel de Unamuno: "Somos los vascos, por vascos, dos veces españoles y en español está lo que hemos hecho de duradero".

Atentamente, un compatriota.


miércoles, 29 de abril de 2015

La impostura del mundialismo


¿No es surrealista, en la era de la mundialización y de la globalización, preocuparse de cuestiones étnicas? No, es futurista. No vamos hacia la desaparición de la noción de pueblo, sino hacia su hueco.

Tantos los partidarios como los adversarios de la “mundialización” arremeten contra molinos de viento. La mundialización, por el comercio internacional y los intercambios, ya fue realizada, entre los Siglos XVI y XX. Es un hecho adquirido. Fue impulsada por Europa durante los “grandes descubiertos”, la conquista de América y la colonización. Pero la mundialización del comercio nunca ha significado mezcla de los pueblos, ni tampoco libre cambio desencadenado. Actualmente, estamos viviendo la globalización, es decir la creación de redes relacionales, estratégicas, económicas, científicas y finánciales transnacionales. Pero, 1) esta globalización no impide que solamente un 12,4% de los intercambios de la economía norteamericana sean extracontinentales; 2) esta globalización no impide que más de un 70% de las exportaciones francesas, italianas, españolas o alemanas sean destinadas a los otros países europeos; 3) la globalización solamente concierne a una parte muy minoritaria del conjunto de las actividades humanas.

Al contrario, los que tienen que ser criticados –desde nuestro punto de vista- son los partidarios del mundialismo, o más exactamente del cosmopolitismo. El cosmopolitismo no es una descripción de la realidad, sino un arma de guerra ideológica contra Europa, destinada a negar antropológicamente nuestro continente después de haberlo paralizado políticamente.

Dicen: “somos un pueblo único en toda la Tierra, mezclémonos”. Quieren imponer la idea de que el futuro del planeta es el mestizaje generalizado, puesto que las fronteras políticas y económicas están desapareciendo. Sofismas. No es esta la realidad. La homogeneidad mestiza de la humanidad no existe. Al contrario, los bloques étnicos se refuerzan. Únicamente Europa y Norteamérica son víctimas de flujos migratorios. Únicamente Europa y Norteamérica, o más exactamente sus clases intelectuales, creen y hacen creer en el advenimiento ineludible del melting-pot planetario. Al igual que el marxismo hacía creer en la ineluctabilidad científica del reino del socialismo internacionalista, el mundialismo es uno de los capítulos centrales de la ideología cosmopolita que explica sabiamente que tenemos que admitir “históricamente” los flujos migratorios afroasiáticos masivos y la renuncia definitiva a una identidad antropoétnica europea milenaria.

Pero, la mundialización y los flujos de inmigrantes no conciernen el resto del mundo. Es una impostura intelectual pretender que la mundialización es una realidad planetaria conforme al sentido de la Historia. Lo que es real, al contrario, es la colonización masiva de la que Europa es víctima. China, la India, África, los países arabomusulmanes, ya no se mezclan. Exportan su sangre. Son bloques cerrados. Ellos nos conquistan (en parte por revancha) según un método de infiltración más eficaz que la invasión militar directa, porque no provoca ninguna reacción de rebelión inmediata.
Sin embargo, existe una fuerte posibilidad, a plazo medio, de una guerra civil en Europa, esta última deseando encontrar la identidad y la homogeneidad perdidas. Una rebelión civil de los europeos de origen. La convergencia de las catástrofes podría ser el detonante. El pacifismo obtuso de los inmigracionistas y los sueños de mezclas armónicas pueden arrastrarnos a la guerra. Perfecto. Las ideas ineptas siempre son invertidas por los hechos.

¿Se tiene que destruir el “Estado soberano” en provecho de una Federación Europea?


No creemos en el slogan de “ciudadano del mundo".

En pie de guerra

¡Españoles Jóvenes!: ¡En pie de guerra! Para salvar los destinos y los intereses hispanos, LA CONQUISTA DEL ESTADO va a movilizar juventudes.

Buscamos equipos militantes, sin hipocresías frente al fusil y a la disciplina de guerra; milicias civiles que derrumben la armazón burguesa y anacrónica de un militarismo pacifista.

Queremos al político con sentido militar, de responsabilidad y de lucha. Quizá se asusten de nosotros las gentes pacatas y encogidas.

No nos importa. Seremos bárbaros, si es preciso. Pero realizaremos nuestro destino en esta hora. La sangre española no puede ser sangre de bárbaro, y en este sentido nada hay que temer de nuestras acciones bárbaras.

Vamos contra las primordiales deserciones de la generación vieja y caducada. Esa generación que durante la guerra europea hizo que España cayese en la gran vergüenza de no plantearse en serio el problema de la intervención, al lado de los grandes pueblos del mundo. ¡Guerra a los viejos decrépitos por no ir a la guerra! La generación maldita que nos antecede ha cultivado los valores antiheroicos y derrotistas. Ha sido infiel a la sangre hispana, inclinándose ante el extranjero con servidumbre. ¡Esto no puede ser, y no será! Hoy hay que emplear el heroísmo dentro de casa.

¡Nada de alianzas con los viejos traidores! El nervio político de las juventudes no puede aceptar los dilemas cómodos que se le ofrecen. La revolución ha de ser más honda, de contenidos y estructuras, no de superficies. Los viejos pacifistas y ramplones quieren detenerlo todo con el tope de los tópicos. ¡Fuera con ellos! Volvamos a la autenticidad hispana, a los imperativos hispanos. A un lado, el español nuevo con la responsabilidad nueva. A otro, el español viejo con la vieja responsabilidad de sus plañidos y sus lágrimas.

Ramiro Ledesma Ramos - La conquista.del estado (1931)

martes, 28 de abril de 2015

Yo quiero ser español y sólo español





“Yo quiero ser español y sólo español; yo quiero hablar el idioma de Cervantes; quiero recitar los versos de Calderón, quiero teñir mi fantasía en los matices que llevan disueltos en sus paletas Murillo y Velázquez; quiero considerar como mis pergaminos de nobleza nacional la historia de Viriato y del Cid; quiero llevar en el escudo de mi Patria las naves de los catalanes que conquistaron a Oriente y las naves que descubrieron el Occidente; quiero ser de toda esta tierra, que aún me parece estrecha, sí; de toda esta tierra tendida entre los riscos de los montes Pirineos y las olas del gaditano mar; de toda esta tierra redimida, rescatada del extranjero y sus codicias por el heroísmo y el martirio de nuestros inmortales abuelos. Y tenedlo entendido de ahora para siempre: yo amo con exaltación a mi Patria, y antes que a la libertad, antes que a la república, antes que a la federación, antes que a la democracia, pertenezco a mi idolatrada España.”

José Ortega y Gasset

lunes, 27 de abril de 2015

¿Qué debería saber del Sindicato de Estudiantes?


Para conocer el origen del Sindicato de Estudiantes, SE a partir de ahora, tenemos que remontarnos varias décadas atrás, hasta la transición. Durante la época de la transición, integrantes de la militancia del PSOE tenían una publicación llamada Nueva Claridad, el cual poseía un corte claramente trotskista. Estos individuos quedaron expulsados del PSOE y de UGT, donde también militaban, tras las elecciones de 1982. A partir de ese momento harían llamar a su publicación El Militante, el cual está ligado a una organización sectaria y con un halo de secretismo llamada La Tendencia, con la cual participaron en las protestas que se llevaron a cabo en 1986 y 1987 en el ámbito estudiantil bajo su actual nombre, SE, el cual simplemente era un medio de captación de La Tendencia.

El SE se ha dedicado estos años a introducirse en todas las instituciones educativas, ya sean facultades universitarias, asambleas de institutos o consejos escolares, los miembros que consiguen alcanzar estos puestos desde los cuales obtienen las facilidades que necesitan para llevar a cabo sus peticiones y propuestas. Estos miembros obedecen a sus “superiores”.

El SE está organizado jerárquicamente, el núcleo dirigente está formado por  unas 20 o 30 personas, todos ellos liberados a sueldo del sindicato por las aportaciones de los militantes  las cuantiosas subvenciones públicas que reciben. Su secretario general, Tohil Delgado, conocido por ser el líder de un movimiento estudiantil y llevar varios años sin matricularse en ninguna universidad, aunque él dice estudiar Antropología en la UNED. Los líderes intentan dar siempre una imagen de equidad en las manifestaciones o asambleas, donde se mezclan con el resto de  miembros y pretenden ponerse el disfraz de militantes de base, con la diferencia de que a ellos los bolsillos les pesan gracias a sus propios “compañerxs”.

Por debajo de esta cúpula se da la organización en asambleas  de institutos o facultades, entre los cuales se encuentra “formadores” de los militantes, aquellas personas que se dedican a organizar lecturas o conferencias, diciéndoles a los militantes qué libros deben leer o qué es lo “correcto” para un militante del SE, en otras palabras, estos son los que lavan el cerebro a la militancia del sindicato. Las asambleas que organizan están totalmente manipuladas desde fuera y gracias a estos magníficos engañabobos, las asambleas si derivan en debate acaban llegando siempre a los puntos que el SE plantea, nunca más allá de las respuestas que el SE quiere dar. El SE asegura la autonomía de cada una de estas asambleas pero todo es una treta, nada de lo que se diga podrá contradecir los pilares que vienen dictados desde los altos jerarcas de la organización.

En 1996 dieron con la fórmula para que las asambleas nunca se les fueran de las manos, la absorción de asambleas de aquellos institutos o facultades universitarias que fuesen discordantes a lo que la cúpula del SE dictase. Esto se hacía mediante la proposición de anexión de estas asambleas a otras cercanas de otros institutos o facultades de su entorno que sí siguiesen la guía que imponía el SE, en caso de que estas asambleas decidiesen rechazar esa unión, eran repudiadas y marginadas del resto, quedando aisladas y avocadas a la desaparición o a la sumisión de la línea única del SE.

El objetivo del SE no es otra que el de guiar la lucha estudiantil hacia una tendencia más que reconocida de izquierda y extrema izquierda, la cual acompañan de la mano abiertamente partidos como el PSOE, IU o los dos sindicatos más conocidos en España, UGT y CCOO. Al igual que estos, el SE ha sido subvencionado por el Gobierno en los últimos 4 años con una cifra que supera los 150.000€, y la pregunta es: ¿Para qué ha servido ese dinero público y de todos los españoles? ¿Qué uso han hecho de él? ¿Qué avances en la lucha estudiantil han conseguido? La respuesta es simple, para nada, no han logrado nada que no sea en favor de su propio beneficio.

Es lamentable que estos siervos del sistema logren reunir a miles de personas en la calle haciéndoles creer que de verdad están protestando contra este nefasto sistema educativo que propone el gobierno, cuando en realidad lo que están haciendo es seguirles el juego a quienes con sus subvenciones se encargan de tener el ganado en el redil y mentener todo como está, mal.

Todo partido, sindicato u organización de cualquier tipo que sigue el juego a este sistema, que cierre los ojos a la injusticia para sacar un pellizco para sí mismos, no está con nosotros.

Como jóvenes declaramos nuestra inamovible postura de rebeldía contra este pútrido sistema,y declaramos la guerra a todo aquel borrego que ose defender la injusticia como sistema.

Fascismo frente al marxismo.





La necesidad ha creado la realidad del fascismo, frente a la disolvente, energuménica y suicida ideología marxista.

El marxismo predica la inhumana lucha de clases, base de odios e injusticias, de criminales reacciones y de aniquiladores exclusivismos. El fascismo levanta la doctrina de la concordia y la ayuda mutua entre todas las clases sociales, la armonía de todos los órganos de la producción para conseguir una mayor equidad distributiva.

El marxismo aspira y tiene por fin inmediato la dictadura del proletariado; la tiranía, pues, de una clase sobre todas las demás de un pueblo, prolongando la oprobiosa tesis de vencedores y vencidos. El fascismo propugna la formación de un Estado corporativista en el que sin intermediarios políticos, avisados y embusteros, ni parásitos de ninguna especie, todas las clases de una Nación, por medio de Sindicatos y agremiaciones, tengan participación en la gobernación del Estado.

El marxismo esclaviza a los más, en provecho exclusivo de un partido. El fascismo, por el contrario, beneficia por igual a todas las clases sociales.

El marxismo es materialista y ateo. El fascismo es fe y es espíritu.

El marxismo al destruir los fundamentos de la institución familiar, célula formativa del principio nacional, intenta aniquilar el concepto de la Patria. El fascismo protege el desenvolvimiento familiar, cooperando al engrandecimiento de la Patria.

El marxismo es odio, es sangre, es destrucción, es retroceso. El fascismo es compenetración, es progreso, es bienestar.

El marxismo es la negación de la tradición y de la historia de los pueblos, como si la experiencia reiterada de las generaciones fuera un inútil bagaje. El fascismo, al recoger todas las enseñanzas del pasado, adaptándolas a las urgencias actuales, sirve de puente salvador de la civilización y la cultura.

El concepto materialista del marxismo anula todo lo que de más noble tiene el espíritu humano, precipitando al hombre en la irresolución de sus problemas espirituales. El fascismo, por el contrario, al armonizar el problema social con un concepto poético de la historia y la vida, crea la más alta y generosa temperatura mental.

El marxismo es desorden, es anarquía, es disgregación, en provecho de unos pocos. El fascismo es orden, es unidad y es autoridad en beneficio de todas las clases sociales.

El marxismo persigue a la Religión. El fascismo hace suya la norma evangélica: Dad a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César.



Ernesto Jimenez Caballero.

domingo, 26 de abril de 2015

La Conquista Del Estado



A los lectores

Al publicar el primer número de «La Conquista del Estado», nuestra declaración ideológica y táctica no puede ser otra que el manifiesto político que con el título del periódico se ha difundido en toda España durante las semanas últimas. (Véanlo en segunda plana.) 

Nuestro manifiesto político
Un grupo compacto de españoles jóvenes se dispone hoy a intervenir en la acción política de un modo intenso y eficaz. No invocan para ello otros títulos que el de una noble y tenacísima preocupación por las cuestiones vitales que afectan a su país. Y, desde luego, la garantía de que representan la voz de estos tiempos, y de que es la suya una conducta política nacida de cara a las dificultades actuales. Nadie podrá eludir la afirmación de que España atraviesa hoy una crisis política, social y económica, tan honda, que reclama ser afrontada y resuelta con el máximo coraje. Ni pesimismos ni fugas desertoras deben tolerarse ante ella. Todo español que no consiga situarse con la debida grandeza ante los hechos que se avecinan, está obligado a desalojar las primeras líneas y permitir que las ocupen falanges animosas y firmes. 

La primera gran angustia que se apodera de todo español que adviene a la responsabilidad pública es la de advertir cómo España –el Estado y el pueblo españoles– vive desde hace casi tres siglos en perpetua fuga de sí misma, desleal para con los peculiarísimos valores a ella adscritos, infiel a la realización de ellos, y, por tanto, en una autonegación suicida, de tal gravedad, que la sitúa en las lindes mismas de la descomposición histórica. Hemos perdido así el pulso universal. Nos hemos desconexionado de los destinos universales, sin capacidad ni denuedo para extirpar las miopías atroces que hasta aquí han presidido todos los conatos de resurgimiento. Hoy estamos en la más propicia coyuntura con que puede soñar pueblo alguno. Y como advertimos que los hombres de la política usual –monárquicos y republicanos–, las agrupaciones que los siguen y los elementos dispersos que hasta aquí han intervenido en las elaboraciones decisivas, no logran desligarse de las mediocres contexturas del viejo Estado, nosotros, al margen de ellos, frente a ellos, más allá que ellos, sin división lateral de derechas e izquierdas, sino de lejanías y de fondos, iniciamos una acción revolucionaria en pro de un Estado de novedad radical. 
La crisis política y social de España tiene su origen en la crisis de la concepción misma sobre que se articula el Estado vigente. En todas partes se desmorona la eficacia del Estado liberal burgués, que la revolución francesa del siglo XVIII impuso al mundo, y los pueblos se debaten hoy en la gran dificultad de abrir paso a un nuevo Estado, en el que sean posibles todas sus realizaciones valiosas. Nosotros nos encaminamos a la acción política con la concreta ambición de proyectar sobre el país las siluetas de ese nuevo Estado. E imponerlo. Una tarea semejante requiere, ante todo, capacidad para desvincularse de los mitos fracasados. Y la voluntad de incorporarnos, como un gran pueblo, a la doble finalidad que caracteriza hoy a las naciones: de un lado, la aportación al espíritu universal de nuestra peculiaridad hispánica, y de otro, la conquista de los resortes técnicos, la movilización de los medios económicos, la victoria sobre intereses materiales y la justicia social. 
Las columnas centrales de nuestra actuación serán estas: 

Supremacía del Estado 

El nuevo Estado será constructivo, creador. Suplantará a los individuos y a los grupos, y la soberanía última residirá en él, y sólo en él. El único intérprete de cuanto hay de esencias universales en un pueblo es el Estado, y dentro de éste logran aquéllas plenitud. Corresponde al Estado, asimismo, la realización de todos los valores de índole política, cultural y económica que dentro de este pueblo haya. Defendemos, por tanto, un panestatismo, un Estado que consiga todas las eficacias. La forma del nuevo Estado ha de nacer de él y ser un producto suyo. Cuando de un modo serio y central intentamos una honda subversión de los contenidos políticos y sociales de nuestro pueblo, las cuestiones que aludan a meras formas no tienen rango suficiente para interesarnos. Al hablar de supremacía del Estado se quiere decir que el Estado es el máximo valor político, y que el mayor crimen contra la civilidad será el de ponerse frente al nuevo Estado. Pues la civilidad –la convivencia civil– es algo que el Estado, y sólo él, hace posible. ¡¡Nada, pues, sobre el Estado!! 

Afirmación nacional 

Frente al interior desquiciamiento que hoy presenciamos, levantamos bandera de responsabilidad nacional. Nos hacemos responsables de la Historia de España, aceptando el peculiarísimo substrato nacional de nuestro pueblo, y vamos a la afirmación de la cultura española con afanes imperiales. Nada puede hacer un pueblo sin una previa y radical exaltación de sí mismo como excelencia histórica. ¡Que todo español sepa que si una catástrofe geológica destruye la Península o un pueblo extranjero nos somete a esclavitud, en el mundo dejan de realizarse valores fundamentales! Más que nunca la vida actual es difícil, y hay que volver en busca de coraje a los sentimientos elementales que mantienen en tensa plenitud los ánimos. El sentido nacional y social de nuestro pueblo –pueblo ecuménico, católico– será éste: ¡El mundo necesita de nosotros, y nosotros debemos estar en nuestro puesto! 

Exaltación universitaria 

Somos, en gran parte, universitarios. La Universidad es para nosotros el órgano supremo –creador– de los valores culturales y científicos. Pueblos sin Universidad permanecen al margen de las elaboraciones superiores. Sin cultura no hay tensión del espíritu, como sin ciencia no hay técnica. La grandeza intelectual y la preeminencia económica son imposibles sin una Universidad investigadora y antiburocrática.

Articulación comarcal de España 

La primera realidad española no es Madrid, sino las provincias. Nuestro más radical afán ha de consistir, pues, en conexionar y articular los alientos vitales de las provincias. Descubriendo sus mitos y lanzándolas a su conquista. Situándolas ante su dimensión más próspera. Por eso el nuevo Estado admitirá como base indispensable de su estructuración la íntegra y plena autonomía de los Municipios. Ahí está la magna tradición española de las ciudades, villas y pueblos como organismos vivos y fecundos. No hay posibilidad de triunfo económico ni de eficacia administrativa sin esa autonomía a que aludimos. Los Municipios autónomos podrán luego articularse en grandes confederaciones o comarcas, delimitadas por un margen de exigencias económicas o administrativas, y, desde luego, bajo la soberanía del Estado, que será siempre, como antes insinuamos, indiscutible y absoluta. Para vitalizar el sentido comarcal de España, nada mejor que someter las comarcas a un renacimiento que se realice al amparo de realidades actualísimas y firmes. 

Estructura sindical de la economía 

No pudieron sospechar los hacedores del Estado liberal burgués las rutas económicas que iban a sobrevenir en lo futuro. La primera visión clara del carácter de nuestra civilización industrial y técnica corresponde al marxismo. Nosotros lucharemos contra la limitación del materialismo marxista, y hemos de superarlo; pero no sin reconocerle honores de precursor muerto y agotado en los primeros choques. La economía industrial de los últimos cien años ha creado poderes e injusticias sociales frente a las que el Estado liberal se encuentra inerme. Así el nuevo Estado impondrá la estructuración sindical de la economía, que salve la eficacia industrial, pero destruya las «supremacías morbosas» de toda índole que hoy existen. El nuevo Estado no puede abandonar su economía a los simples pactos y contrataciones que las fuerzas económicas libren entre sí. La sindicación de las fuerzas económicas será obligatoria, y en todo momento atenida a los altos fines del Estado. El Estado disciplinará y garantizará en todo momento la producción. Lo que equivale a una potenciación considerable del trabajo. Queda todavía aún más por hacer en pro de una auténtica y fructífera economía española, y es que el nuevo Estado torcerá el cuello al pavoroso y tremendo problema agrario que hoy existe. Mediante la expropiación de los terratenientes. Las tierras expropiadas, una vez que se nacionalicen, no deben ser repartidas, pues esto equivaldría a la vieja y funesta solución liberal, sino cedidas a los campesinos mismos, para que las cultiven por sí, bajo la intervención de las entidades municipales autónomas, y con tendencia a la explotación comunal o cooperativista. 
Del breve resumen anterior deducimos nuestra dogmática, a la que seremos leales hasta el fin. Y es ésta: 
1.º Todo el poder corresponde al Estado. 
2.º Hay tan sólo libertades políticas en el Estado, no sobre el Estado ni frente al Estado. 
3.º El mayor valor político que reside en el hombre es su capacidad de convivencia civil en el Estado. 
4.º Es un imperativo de nuestra época la superación radical, teórica y práctica del marxismo. 
5.º Frente a la sociedad y el Estado comunista oponemos los valores jerárquicos, la idea nacional y la eficacia económica. 
6.º Afirmación de los valores hispánicos. 
7.º Difusión imperial de nuestra cultura. 
8.º Auténtica elaboración de la Universidad española. En la Universidad radican las supremacías ideológicas que constituyen el secreto último de la ciencia y de la técnica. Y también las vibraciones culturales más finas. Hemos de destacar por ello nuestro ideal en pro de la Universidad magna. 
9.º Intensificación de la cultura de masas, utilizando los medios más eficaces. 
10.º Extirpación de los focos regionales que den a sus aspiraciones un sentido de autonomía política. Las grandes comarcas o Confederaciones regionales, debidas a la iniciativa de los Municipios, deben merecen, por el contrario, todas las atenciones. Fomentaremos la comarca vital y actualísima. 
11.º Plena e integral autonomía de los Municipios en las funciones propia y tradicionalmente de su competencia, que son las de índole económica y administrativa. 
12.º Estructuración sindical de la economía. Política económica objetiva. 
13.º Potenciación del trabajo. 
14.º Expropiación de los terratenientes. Las tierras expropiadas se nacionalizarán y serán entregadas a los Municipios y entidades sindicales de campesinos. 
15.º Justicia social y disciplina social. 
16.º Lucha contra el farisaico pacifismo de Ginebra. Afirmación de España como potencia internacional. 
17.º Exclusiva actuación revolucionaria hasta lograr en España el triunfo del nuevo Estado. Métodos de acción directa sobre el viejo Estado y los viejos grupos políticos sociales del viejo régimen. 
Nuestra organización 

Nacemos con cara a la eficacia revolucionaria. Por eso no buscamos votos, sino minorías audaces y valiosas. Buscamos jóvenes equipos militantes, sin hipocresías frente al fusil y a la disciplina de guerra. Militares civiles que derrumben la armazón burguesa y anacrónica de un militarismo pacifista. Queremos al político con sentido militar, de responsabilidad y de lucha. Nuestra organización se estructurará a base de células sindicales y células políticas. Las primeras se compondrán de diez individuos, pertenecientes, según su nombre indica, a un mismo gremio o sindicato. Las segundas, por cinco individuos de profesión diversa. Ambas serán la unidad inferior que tenga voz y fuerza en el partido. Para entrar en una célula se precisará estar comprendido entre los diez y ocho y cuarenta y cinco años. Los españoles de más edad no podrán intervenir de un modo activo en nuestras falanges. Inmediatamente comenzará en toda España la organización de células sindicales y políticas, que constituirán los elementos primarios para nuestra acción. El nexo de unión es la dogmática que antes expusimos, la cual debe ser aceptada y comprendida con integridad para formar parte de nuestra fuerza. Vamos al triunfo y somos la verdad española. Hoy comenzamos la publicación de nuestro periódico, LA CONQUISTA DEL ESTADO, que primero será semanal y haremos diario lo antes posible. 
Las adhesiones, así como la solicitación de detalles explicativos, deben enviarse a nombre del presidente, a nuestras oficinas, Avenida de Dato, 7, planta D. Madrid. Ha de consignarse en ellas con toda claridad el nombre, edad, profesión y domicilio. 
El Comité Organizador