martes, 29 de septiembre de 2015

La tradición

Si las ideas antitradicionalistas valieran más que nuestra tradición, ésta se hubiera convertido en una especie de pre-historia, sólo que algo mejor conocida. Esto es lo que se ha querido hacer en estos años al llamar «cavernícolas» a los españoles amantes de las glorias del pasado. Sólo que cuando se pregunta por los títulos de las ideas que se juzgan nuevas, los enemigos han de guardar silencio, si no prefieren envolverse en retórica inane. Porque el árbol se conoce por los frutos y los suyos no aparecen. Ni una filosofía que se sostenga, ni un sistema de derecho satisfactorio, ni el bienestar del pueblo, ni un gran arte, ni historia, ni poesía. Un trágala perpetuo, una amenaza incesante, un permanente insulto. ¿Son estos los títulos de las nuevas ideas? ¿El arte por el arte? No ha producido una gran obra en país alguno. ¿La economía individualista? Es la madre de la cuestión social. ¿El socialismo? Arruina a los pueblos. ¿La democracia? Es la incapacidad para el gobierno. ¿El liberalismo espiritual? Es el triunfo de la difamación. ¿El bachillerato enciclopédico? Como casi todo el presupuesto de Instrucción pública no sirve sino para infiltrar en los espíritus el horror al trabajo. Repitámonos para consolarnos, que las más de estas cosas nos las han traído gente de buena fe, que se echaron a buscar por el mundo lo que necesitábamos. Pero no olvidemos que las acompañaban y empujaban los resentidos, los negadores, los anormales, que no se movían sino por impulsos destructores, que, por lo visto, no se han satisfecho con hacer astillas lo que fue el más generoso y humano de los Imperios que ha habido en el mundo.

Ramiro de Maeztu

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