martes, 7 de julio de 2015

Manifiesto Tercera Vía

La globalización ultraliberal reivindicada como el alfa y el omega de la felicidad en el mundo tiene de liberal sólo el nombre. En realidad, es un sistema mercantil totalitario. Un mecanismo que esclaviza al hombre en lugar de servirle. Un capitalismo mundial que periclita y se convierte en una crisis sistémica institucionalizada. La Tierra, la flora, la fauna y la humanidad ya no existen más que para el beneficio y el disfrute de una pequeña minoría de propietarios.

Esta es la breve reseña que podemos hacer de nuestro mundo. Esta triste realidad no es inevitable, pero es la voluntad de un puñado de oligarcas despojar a los trabajadores, a la humanidad y a toda la naturaleza de sus riquezas con el único propósito de aumentar su tasa de ganancias.

Rechazamos semejante mundo.

El hombre no debe estar al servicio de la economía, sino la economía al servicio del hombre.

El beneficio no es la meta de la humanidad. La ganancia es se hace sobre las espaldas de alguien y ese alguien es el pueblo, ¡que somos nosotros!

La economía totalitaria de mercado llamada “libre comercio” no es nada liberal sino salvaje: se asienta en la miseria de los productores y en la estupidez de los consumidores.

La creciente interdependencia económica de los Estados no es una libertad sino la obligación de encadenar a los países en el mismo destino capitalista la misma suerte.

El hombre ve su identidad, su familia, las tradiciones, las religiones violadas, abusadas, destruidas, atomizadas y reconstruidas siguiendo los caprichos de los mercados, dando a luz normalmente a un ser amnésico, desplazado, deportado, deslocalizado, flexible y movilizable, nuevamente recortable y explotable a granel, y pronto independientemente de los continentes, climas, razas o países. El trabajador se ha convertido en un animal de carga mundial.

Rechazamos que el trabajador sea un subhumano del capitalismo mundial, mientras que es el motor de la economía por su genio, su trabajo, su producción, su consumo.

No sólo esta ideología ultraliberal, aunque teñida de humanismo abstracto, no proporciona ningún beneficio tangible para las clases dominadas, sino que conduce al empobrecimiento de los trabajadores por la erosión de la clase media, ganando los ricos una cuota cada vez mayor.

Marx lamentablemente no se equivocaba al hablar de la lucha de clases, hay una ”hiperclase” ultra minoritaria y omnipotente opuesta a una clase de oprimidos que se dividirá bien pronto en dos categorías: los que caminan con zapatos y los que ni siquiera tienen.

No, este sistema totalitario mercantil no será la humanidad.

No, otro futuro no es sólo posible, ¡es esencial!

¡Si, hay otro mundo!

Queremos una economía de producción en contra de la economía vampiro de la finanza.

Nosotros somos nacionalistas, porque la nación es el arma más eficaz en la lucha contra la globalización y sus agentes, para defenderse de los bancos y las multinacionales depredadoras. La Nación es la herramienta más natural para organizar la vida social del pueblo, ya que sabe asegurar la coherencia y la prosperidad legítimas. Los trabajadores de cada país tienen objetivos y luchas específicas:los problemas son globales, pero las respuestas no pueden ser más que nacionales. El éxito de una nación puede influir en la otra.

Sabemos que los pueblos de esta Tierra tienen aspiraciones y culturas específicas: la humanidad tiene como deber salvaguardarlos, ya que sin esta diversidad ella es una palabra hueca que sus verdaderos enemigos usan en su contra.

Defendemos la libertad de emprender como un derecho fundamental. Esta libertad se ve amenazada más por la creciente concentración de los mercados que por la justa intervención de un Estado soberano.

El mercado debe obedecer las leyes como todo y todos en este mundo.

Estas leyes regulan una economía al servicio del pueblo.

Queremos que la ley regule la economía, y no que nuestras leyes le sean sumisas, ya que sólo el interés supremo del pueblo y de la nación que emana de él debe regir la política económica.

El futuro de un pueblo no queda sellado a corto plazo y para el beneficio privado, sino a largo plazo y para el interés general.

Para que quede garantizado que servirá bien a su pueblo la política económica debe ser prioritariamente nacional y orientada por el Estado de acuerdo con las exigencias del país.

La política económica del país será definida de acuerdo con los objetivos estratégicos de los sectores vitales de la economía nacional.

La orientación económica del país será definida por sus planes.

Una política de grandes proyectos se llevará a cabo para modernizar y hacer que nuestro país sea competitivo.

Permitirá reindustrializar a Francia creando puestos de trabajo, y hará que nuestro país sea menos interdependiente, es decir, más independiente.

Esta independencia nos hará menos vulnerables a las crisis generalizadas del capitalismo global en quiebra.

Nuestra política económica se orientará sin dirigismo contraproductivo, ya que los planes nacionales también fomentarán la iniciativa privada.

La política económica será esencialmente regida por un pragmatismo heredado de una visión colbertista del gobierno.

La República tiene una sola dirección: la felicidad para el pueblo y el poder para la nación. Cuando ella lo esclaviza o lo distorsiona traiciona su significado y debe ser refundada.

Aunque cada país halla su lugar en el concierto de las naciones.

Si, que los tratados internacionales entre Estados gobiernen estas relaciones, con la condición de que no omitan nunca que el hombre es el centro del mundo y que el trabajador es la riqueza principal. La moneda, espejo esta riqueza, ya no se indexará sobre la especulación de las tasas de cambio de las otras divisas ni sobre el oro, sino sobre su verdadero valor: el trabajo productivo del país.

El progreso tiene como único objetivo mejorar la vida humana y el aumento de su potencial.

El progreso es la meta de la humanidad y el camino de su felicidad.

Si, el progreso solo se puede concebir en una dinámica que favorezca la creación, la investigación y el estudio en todos los niveles de la sociedad: la universidad en las empresas.

Contra los dogmas austeros, sostenemos que la justicia social sirve a la economía y que el único propósito de nuestra economía es la justicia social.

Sí, la defensa de los trabajadores, de todos los trabajadores será nuestro gran combate. Este combate será cotidiano punto por punto, en todos los frentes de defensa de las conquistas sociales y se hará entrando en los sindicatos de masas para tomar su control.

Si, por trabajadores nos referimos al pueblo: desde el proletario al empresario que participan tanto uno como otro en el éxito económico del país.

La lucha de clases existe: los obreros contra la hiperclase mundialista.

Con el tiempo, mediante la aplicación de un programa de participación, el trabajador se reapropierá de sus medios de producción y se abolirá gradualmente el sistema salarial.

Francia ha teniido tradicionalmente vocación universal por liberar a los pueblos de la opresión, por ello anulará la inicua y perversa deuda del tercer mundo para sustituirla con acuerdos económicos sostenibles. Estos acuerdos económicos permitirán que se desarrollen de manera justa nuestros respectivos países. Además, Francia volverá a su papel mayor entre las naciones. Otra vía, otro bloque económico y político nacerá de ello.

Nuestras legislaciones sociales y ambientales tienen un coste que haremos repercutir sobre las mercancías de países que practiquen un dumping desleal mediante la explotación de su población.

Gravaremos los flujos de los mercados de valores.

Francia tiene su lugar en Europa, pero en otra Europa, la de las naciones. Una nueva Europa, una Europa de la cultura y una Europa fuerte se construirán sobre las ruinas de la siniestra Unión Europea.

Vamos a vencer a esta tiranía mundialista porque su poder político es tan virtual como sus fundamentos económicos. Para nuestra producción, nuestro trabajo y nuestra misma existencia somos la realidad de este mundo, y el principio de realidad siempre se impone.

Hay que destruir este viejo mundo, este mundo mezquino, este mundo de mercaderes, y construir un futuro de hombres libres.

Este otro mundo está ante nosotros, un mundo solidario, un mundo que reconcilia al hombre con la naturaleza y con su naturaleza.

Sí, entre el angelismo soñador del izquierdista y el cinismo pesadillesco de la derecha, otra vía política existe.

Somos la única alternativa a esta estafa bipolar de la derecha y de la izquierda, que son sólo dos caras de la misma moneda, relevandose unos a otros para preservar sus privilegios.

Sí, fuera de estos callejones sin salida la voz del pueblo se eleva hacia un espacio tenue, un espacio de libertad, un camino hacia una sociedad perenne, hacia el sentido, hacia el 
hombre: este camino es el nuestro, ¡es la Tercera Vía!
Serge Ayoub 

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