viernes, 10 de julio de 2015

La protesta final



Una figura grandiosa en vida, Yukio Mishima, se convirtió en héroe mítico después de su suicidio ritual. Casi al mediodía del 25 de Noviembre de 1970, ese hombre, sobre cuya frente exhibía ceñida una cinta con el emblema japonés, junto a cuatro miembros del Tatenokai, seleccionados y entrenados con meses de antelación, aprovecharon la invitación que les hiciera el teniente general Kanetoshi Mashita, comandante en jefe del Ejército, en el Cuartel de Ichigaya, el cuartel general de Tokio del Comando Oriental de las Fuerzas de Autodefensa de Japón. Una vez dentro, procedieron a cercar con barricadas el despacho y ataron al comandante a su silla para poder arengar a los soldados desde un balcón del cuartel. Con un manifiesto en el que enumeraba sus peticiones y en un discurso que pocos escucharon con atención, el escritor no pretendía provocar un golpe de estado sino que protestaba contra la constitución impuesta por los Estados Unidos en el Japón de la post-guerra y llamaba a los japoneses a recuperar la importancia de la figura del Emperador y rescatar las tradiciones japonesas, que se estaban gradualmente abandonando desde el final de la Segunda Guerra Mundial, a cambio del estilo de vida occidental cimentado en una sociedad de consumo donde sólo cuentan el dinero y el bienestar que se puede adquirir con él. El discurso no duró más de cinco minutos, pues fue abucheado e insultado por los soldados, que hacían inaudibles las palabras de Mishima. Así estaba previsto, ya que el objetivo principal era el suicidio ritual del novelista, un ritual llamado Seppuku, conocido en occidente como hara-kiri (corte del vientre). Mishima estaba consciente de que los soldados repudiarían su acción y, por ello mismo, el suicidio ritual era lo único que podía darle un significado a su protesta, sin traicionar los principios del honor y la lealtad. Así lo expresó en el discurso que nadie quiso escuchar:

Hemos visto a Japón emborracharse de prosperidad y caer en un vacío espiritual… hemos tenido que contemplar a los japoneses profanando su historia y sus tradiciones… el auténtico Japón es el verdadero espíritu del samurai… cuando vosotros (soldados) despertéis, Japón despertará con vosotros… Tras meditarlo serenamente a lo largo de cuatro años, he decidido sacrificarme por las antiguas y hermosas tradiciones del Japón, que desaparecen velozmente, día a día… El ejército siempre ha tratado bien al Tatenokai, ¿Por qué entonces mordemos la mano que nos ha tendido? Precisamente porque lo reverenciamos… Salvemos al Japón, al Japón que amamos…

Después de tres vivas al Emperador, aquel hombre entró de nuevo al cuartel. Esa sería la última aparición en público de Yukio Mishima, de 45 años, un escritor altamente respetado en Japón, tres veces nominado al Premio Nobel de Literatura. Lo que ocurrió luego, dentro del cuartel, fue el meticuloso suicidio ritual seppuku. La decapitación al final de este ritual le fue asignada a Masakatsu Morita, miembro de la Tatenokai. Pero Morita no fue capaz de realizar su tarea de forma adecuada: después de varios intentos fallidos, le permitió a otro miembro de la Tatenokai, Hiroyasu Koga, acabar el trabajo. Morita entonces realizó el seppuku y fue también decapitado por Koga.

Otros elementos tradicionales del suicidio ritual fueron la composición de jisei, (un poema compuesto por uno mismo cuando se acerca la hora de su propia muerte), antes de su entrada en el cuartel general. Mishima preparó su suicidio meticulosamente durante al menos un año y nadie ajeno al cuidadosamente seleccionado grupo de miembros de la Tatenokai sospechaba lo que estaba planeando. Mishima se aseguró de que sus asuntos estuvieran en orden e incluso tuvo la previsión de dejar dinero para la defensa en el juicio de los otros tres miembros de la Tatenokai que no murieron.

Su muerte es considerada la protesta final contra la decadencia moderna de Japón. Con su muerte desapareció uno de los críticos más lúcidos de la sociedad japonesa de posguerra y de la visión del mundo moderna, un pensador y artista superdotado que marcó para siempre la historia de la literatura japonesa y el corazón de occidente.

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