miércoles, 25 de marzo de 2015

El hombre moderno


Desde finales del siglo XVIII en el mundo venimos siendo partícipes de la constante liberación de pueblos oprimidos por la esclavitud de sus tradiciones ancestrales. Estos pueblos son liberados bajo la bandera de la nueva religión de Occidente, el progreso. Pero este "progreso" lejos de superar las viejas supersticiones heredadas de arcaicos sistemas no hace sino sustituirlas por otras nuevas. Esta idea que toma como base única y exclusivamente el conocimiento científico, el cual al estar atado al mundo terrenal deja escapar todo lo que transciende a lo físico o lo observable, dando como resultado un desarrollo meramente técnico y material,
Pero no nos centremos en la idea en sí, sino en su creación, el hombre moderno. Hijo directo del liberalismo y su racionalismo exacerbado el cual ante la imposibilidad de apreciar algo más allá de lo terrenal dedica por entero su vida a la consecución de lujos materiales. Pero esta nueva criatura lejos de ser un hombre feliz vive una existencia atormentada debido a la ansiedad generada por su vacío existencial y su incapacidad de diferenciar el progreso como medio y como fin.

En contra posición a esta sociedad se alza el hombre fascista, aspirante eterno a ser un Dios de carne y hueso. Rompiendo la visión del hombre en tanto que unidad económica, visión que tanto el socialismo como el capitalismo poseen en común, el fascismo rechaza al hombre económico en provecho del hombre heroico y hace un llamamiento a los valores realmente humanos: El valor del sacrificio, el de la disciplina, el de la camaradería,...

Por tanto el fascismo no ofrece una promoción económica sino el desarrollo de la propia persona.

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