En las veladas siguientes, celebradas en Milán, Turín, Nápoles, Venecia, Roma, Ferrara…, no se limitaron sólo a recitar sus poemas, sino que adoptaron una actitud crítica con la realidad políticosocial del país, provocando el entusiasmo o la repulsa del público. En el teatro Chiarella de Turín (8 de marzo de 1910), intervinieron los pintores futuristas Boccioni, Carra, Russolo, leyendo el primer manifiesto de la pintura futurista, el cual expresaban su desprecio por el arte académico, los museos, los profesores y los críticos de arte. La respuesta del público no se hizo esperar: “puñetazos y bastonazos, innumerables peleas y riñas en el patio de butacas y en el gallinero, intervención de la policía, arrestos, señoras desvanecidas entre el barullo y la algarabía indescriptible de la multitud”. En Parma, la velada fue suspendida por la policía, degenerando a continuación en enfrentamientos callejeros entre partidarios y enemigos del futurismo.
Podemos considerar el desarrollo de ciertas veladas futuristas como los primeros happenings de la historia del arte, adelantándose, así, a las futuras acciones dadaístas iniciadas en el cabaret Voltaire (1916). Los futuristas crearon una forma de manifestación artística en donde la música, la pintura, la danza, la poesía…se confundían, originando una obra abierta que exigía la participación del público. El objetivo perseguido era romper las barreras que separaban las diferentes disciplinas artísticas y lograr que el público participase en el desarrollo de la acción, en lugar de permanecer estático como un “estúpido mirón”. El espectáculo tenía que instalarse en el escenario y en la sala.
Un buen ejemplo de happening futurista fue la velada que tuvo lugar en un teatro de Milán (1911), captada por Boccioni en un excelente dibujo, así como la velada que se desarrolló en la galería futurista de Roma (24 de marzo de 1914) con motivo de la primera declaración dinámica y sinóptica del poema “ Piedigrotta” de Francesco Cangiullo. Antes de comenzar la acción, Marinetti explicó a los asistentes el valor artístico y simbólico de los diversos instrumentos onomatopéyicos utilizados; a continuación inició su declaración del poema: “de vez en cuando el autor saltaba hacia el piano, alternando conmigo la declaración de sus palabras en libertad. La sala estaba iluminada con pequeñas lámparas rosa que aumentaban el dinamismo del fondo piedigrotesco pintado por Balla. El público acogió con aplausos entusiastas la aparición del cortejo de la tropa enana mencionada anteriormente (Depero, Balla, Sironi, Radiante y Sprovieri), erizada de sombreros fantásticos en papel seda que giraban en torno a mí, mientras declamaba”.
Dentro de este espíritu de rebelión contra el orden establecido caracterizado por las veladas, hay que unir la distribución de pliegos y hojas sueltas en los cuales estaban impresos los manifiestos. Del Discurso futurista a los venecianos (1910) de Marinetti se lanzaron miles de ejemplares sobre la multitud, desde lo alto de la torre del reloj en la plaza de San Marcos de Venecia. En Berlín, Marinetti, con Herwarth Walden, lanzó los manifiestos futuristas desde un coche en plena carretera, gritando ¡Viva el futurismo! Cangiullo recuerda que una vez distribuyeron hojas rojas sin texto ante los asombrados paseantes.
Los manifiestos futuristas iban impresos en pliegos y hojas sueltas con el fin de establecer un contacto rápido y directo con el público. Sin lugar a dudas, Marinetti retomó este método, muy utilizado por los grupos anarquistas de principio de siglo.
Con el mismo fin de acercamiento a la realidad dieron a conocer sus poemas en las galerías de arte. Fueron presentados por primera vez en la “Esposizione Libera Futurista Internacional” (1914), organizada por la galería Sprovieri de Roma. La primera exposición consagrada por entero a las palabras en libertad fue realizada por los hermanos Cangiullo en la Casa d’ arte de Bagalia de Roma (1918). Asimismo en las exposiciones personales y colectivas de los pintores y escultores futuristas se organizaban recitales de poesía fonética que a veces concluían en auténticos happenings.
José Antonio Sarmiento
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