El 18 de abril de 1947 monseñor Tiso era ahorcado en la cárcel de Bratislava. Moscú y Praga creyeron haber ganado una gran batalla desarticulando una doble resistencia. Pero la muerte de monseñor Tiso sólo ha hecho que viva con más fuerza lo que el comunismo trataba de desarraigar.
El pueblo sigue fiel a sus ideales de siempre, pese a las persecuciones de toda índole. El pasado mes hubo manifestaciones, con rogativas por la independencia de la patria y preces por el alma de monseñor Tiso, que vive para su pueblo con aureola inmortal. En el día de hoy, todo el mundo libre recordará aquel crimen político y hará sus mejores votos por la libertad de Eslovaquia.
Antes de subir al cadalso, Jozef Tiso escribía este mensaje al pueblo eslovaco:
«En el espíritu de este sacrificio que ofrezco, mando al pueblo eslovaco sea concorde y unido en la persecución del gran lema: Por Dios y por la Patria, siempre, por doquier y en cada circunstancia. A esta ley he servido toda mi vida y por eso me considero mártir en primer lugar de la defensa del cristianismo frente al bolchevismo, del que el pueble debe, con toda su fuerza, protegerse, no sólo en virtud de su carácter cristiano, sino también en el interés de su propio porvenir. Así como yo os pido me recordéis en sus oraciones, también yo rogaré al Dios Todopoderoso que bendiga al pueblo eslovaco en su lucha vital por Dios y por la Patria, y que el pueblo eslovaco permanezca siempre fiel y adicto hijo de la Iglesia de Cristo».
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