viernes, 18 de diciembre de 2015
Ius Soli
Para lograr su máximo sueño de gobernar una masa global "ciudadanos del mundo" (es decir, los hombres intercambiables reducidos a sus roles de producción y consumo), el globalismo comerciante tiene que acabar con las cerraduras finales de la identidad, la principal es la nacionalidad basada en el "derecho de sangre" (ius sanguinis), es decir, el legado étnico-cultural de la nacionalidad. Este principio, que ha prevalecido en gran parte en Occidente y Asia hasta la emergencia de países nacidos de la inmigración (EE.UU., Australia, Canadá ...), es una regla general para la obtención de la ciudadanía por descendencia que sufre solamente excepciones limitadas en número y con sujeción a los procedimientos de contratación basado en la voluntad de la donante y la pertenencia a un conjunto de valores, normas y sobre la selección realizada por el país que está buscando la nacionalidad (pruebas de cultivo juramento, el lenguaje, el orden histórico, legal y social aceptado... etc).
Este diseño antiguo, que era como la del derecho romano original, se niega a reducir la ciudadanía a un mero trámite administrativo o un accidente geográfico de nacimiento, pero defiende una visión étnico-cultural-histórica de la misma. Está claro que es inaceptable para los partidarios de un mundo "liberal-libertario" sin fronteras y raíces, donde la figura central y mitificado es la "nómada" que vive donde quiere y como quiere. Por lo tanto, siempre que puede, es decir, en los últimos verdaderos países europeos "ius sanguinis", la oligarquía globalista busca reemplazar el principio hereditario de la nacionalidad, se presenta como una orden racista casi arcaica por el "derecho del suelo" (ius soli), un símbolo de la "modernidad y apertura", y es que todos los niños reciban automáticamente y desde el primer día de su vida la nacionalidad del país que lo vio nacer, que es ni que decir tiene que no hay voluntad, sin necesidad de ningún tipo, ni siquiera el de hablar el idioma del país en cuestión o para conocer, respetar y amar nada... Como tal, es particularmente "significante", ya sea con motivo de la llegada al poder del hombre de las manos de los bancos transnacionales, Mario Monti, que el debate sobre la sustitución del "derecho del suelo" al "derecho de sangre" fue revivido en Italia.
Mientras que el mercantilo-globalismo financiero es tan entusiasta para promover el "derecho del suelo" es que es muy posible, sin sentir vergüenza no seguir tolerando la existencia oficial de "naciones", que poblaciones fuertemente atadas, al menos simbólicamente (fútbol, bandera, festivales nacionales, la gastronomía, el folclore ...), si es que no son más que cáscaras vacías que arruinaron la homogeneidad étnica y cultural y por lo tanto todos los detalles reales y todas las peculiaridades (así como la capacidad de movilización y de acción colectiva) en favor de un conjunto heterogéneo y anómico de individuos sin un pasado compartido ningún proyecto o cultura comunes. Para el "derecho del suelo" no es más que la negación de todo el contenido que no sea un contrato el concepto de nacionalidad e induce en última instancia como se vio en Francia, la transformación profunda e irreversible composición de la población y por lo tanto la misma cara de un país, su profunda estructura mental y la identidad.
Si el "derecho de suelo" podría justificarse políticamente y filosóficamente en el pasado en los entornos geográficos e históricos específicos, ya no es sostenible ni legitimable para cualquier persona unida a las raíces y la diversidad del mundo, en un tiempo de migración gigantesca, los desequilibrios económicos exponencial Norte/Sur y las identidades de los países europeos ya muy debilitado (aculturación, la americanización, el nihilismo ...) y por lo tanto no tienen más que un muy pequeño y muy limitada capacidad de integración .
Por lo tanto, el tiempo que la Italia de Dante, Garibaldi, Verdi, Visconti y Marinetti, que tiene la tasa de natalidad más baja del mundo, ella sobreviviría a la presión de la inmigración y el crecimiento rápido de la población que, a través de la magia el "derecho del suelo", todos los niños serían "italianos"? ¿Cuánto tiempo antes de que Italia se convierta en una sociedad fragmentada, un mosaico de comunidades sin la unidad o la coherencia conducente al caos social, la violencia y el individualismo desenfrenado?
Ante esta perspectiva, defender el derecho de la sangre, es obvio negar a las personas de origen extranjero beneficiarse de sus derechos sociales y políticos para vivir en buenas condiciones en el terreno de sus países de acogida y a participar en la vida comunitaria de los mismos. Esta categóricamente niega la automaticidad de la obtención de sus derechos, por simple hecho de nacer, lo ilimitado y la falta de control de éstos y la absoluta falta de diferenciación entre indígenas y recién llegados.
Defender el derecho de sangre es rechazar la mercantilización y la reducción puramente utilitario de la nacionalidad es defender el alma específica de las personas que fundaron la diversidad y, por tanto, la riqueza del mundo. Esta es una supervivencia de identidad, de lucha.
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