¿Derechas e izquierdas, qué más da? Unas y otras van colando su óbolo, su grano de arena, algunos ya hasta bloques de granito, para hundir hasta el fondo toda una historia y toda una civilización.
Si al menos hundida huyeran como cobardes y ocultaran su maldad disfrutando sus beneficios, aún así habría que concederles un pequeño favor.
Los brazos juveniles, esos brazos que se alzan con ímpetu, con virilidad, con ansia de una nueva España, extraerían del fondo del fango toda aquella estructura para limpiarla y platearla.
Mas eso es considerarlos lo que no son. Allí, pie firme, ven ahogarse al Estado, ven morir por asfixia a todo nuestro pasado imperial y con sentimientos de alimaña lo extraen para luego hundirlo más aún en aquella podredumbre. Van haciendo que la agonía sea duradera y aquellos gritos moribundos de algo que termina les mueve a risa y aún se atreven a hacer juegos de palabras desde su tribuna.
Y ante eso es ante lo que se levanta la juventud. No puede vivir más en esta agonía que lleva consigo la tragicomedia que le rodea.
Extraído de Haz, núm. 6, 15 de julio de 1.935,
por Alejandro Salazar
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