martes, 30 de junio de 2015

Declaración de guerra a Francia e Inglaterra


"Combatientes de tierra, del mar y del aire. Camisas Negras de la Revolución y de las Legiones, hombres y mujeres de Italia, del Imperio y del Reino de Albania. ¡Escuchen!

Una hora marcada en el destino, sacude el cielo de nuestra patria, una hora de las decisiones irrevocables. La declaración de guerra, ya ha sido consignada a los embajadores de Gran Bretaña y de Francia.

Salgamos al campo contra las democracias plutocráticas y reaccionarias del occidente que siempre han obstaculizado la marcha y a menudo han atentado contra la existencia misma del Pueblo italiano.

Algunos lustros de la historia más reciente, se pueden resumir en estas palabras: frases, promesas, amenazas, chantaje, y al final, cual coronamiento del edificio, el infame asedio asociado de cincuenta y dos estados.

Nuestra conciencia está absolutamente tranquila. Con ustedes el mundo entero es testigo que la Italia del Littorio ha hecho cuanto era humanamente posible, para evitar la tormenta que convulsiona Europa. Pero todo fue en vano.

Bastaba revisar los tratados, para adecuarlos a la exigencia cambiante de la vida de las naciones y no considerarlos intangibles por toda la eternidad. Bastaba, no iniciar la política necia de las garantías, que se ha manifestado sobretodo mortal para los que la han aceptado.

Bastaba, con no rechazar la propuesta que el Führer hizo el 6 octubre del año pasado, después de terminada la Campaña de Polonia. Ya todo eso pertenece al pasado. Si hoy, nosotros estamos decididos a afrontar los riesgos y los sacrificios de una guerra, lo es porque el honor, los intereses, el futuro, férreamente lo imponen, ya que un gran pueblo es realmente tal, si considera sagrados sus empeños y si no evade las pruebas supremas que ha dispuesto el curso de la Historia. Nosotros, empuñamos las armas para resolverlo, después de solucionado el problema de nuestras fronteras continentales, el problema de nuestras fronteras marítimas.

Nosotros queremos romper las cadenas del orden territorial y militar que sofocan nuestro mar, porque un pueblo de 45 millones de almas, no es verdaderamente libre si no ha liberado el acceso a su océano.

Esta gigantesca lucha no es una fase ni el desarrollo lógico de nuestra Revolución. Es la lucha del pueblo pobre con brazos numerosos en contra de los hambrientos que retienen ferozmente el monopolio de todas las riquezas y todo el oro de la tierra. Es la lucha de los pueblos fecundos y jóvenes contra los pueblos estériles y que tienden al ocaso; es la lucha entre dos siglos y dos ideas.

Ahora que los dados han sido tirados y nuestra voluntad ha puesto sobre nuestros hombros los navíos, yo declaro solemnemente que Italia no quiere arrastrar al conflicto a otros pueblos limítrofes por mar o por tierra. Suiza, Yugoslavia, Grecia, Turquía, Egipto, tengan en cuenta mis palabras y depende de ellos, solamente de ellos, si ellas serán confirmadas rigurosamente. ¡Italianos! En una memorable concentración, aquella de Berlín, yo dije que según las leyes de la moral fascista, cuando se tiene a un amigo se marcha hasta el final con él. Esto hemos hecho y lo haremos con Alemania, con su pueblo, con sus victoriosas fuerzas armadas.

En esta víspera de un acontecimiento de alcance secular dirigimos nuestro pensamiento a su Majestad el Rey Emperador, que como siempre ha interpretado el ánimo de la Patria, y saludamos la voz del Führer, el jefe de la Gran Alemania aliada. La Italia proletaria y fascista está por tercera vez de pie, fuerte, orgullosa y compacta como no lo estuvo nunca.

La palabra de orden es un sola, categórica y comprometida para todos. Ella ya sobrevuela y enciende los corazones desde los Alpes al Océano Índico: ¡VENCER! Y venceremos para por fin lograr un largo período de paz, con justicia para Italia, para Europa, para el mundo. Pueblo italiano, corre a las armas y demuestra tu tenacidad, tu ánimo, tu valor."


10 de Junio de 1940
Benito Vittorio Mussolini

Violencia es...


Violencia es agredir a los estudiantes que se manifiestan unidos en la calle porque ya no están bajo el control del partido.
Violencia es denunciar a tu adversario político para que sabiendo que es inocente quitártelo de en medio porque te ha derrotado políticamente.
Violencia es pedir la ilegalización de los movimientos adversarios porque no se postran a los dictados asfixiantes y homologadores.
Violencia es pedir la clausura de un movimiento adversario porque un loco que una vez se definió como simpatizante ha cometido un atentado, mientras el partido de quien pide esa clausura tiene entre los suyos a dirigentes mafiosos y corruptos.
Violencia es lanzarse en los periódicos y webs a la caza del fascista para ser democrático.
Violencia es esperar que antes o después la tensión llegue al punto culminante de forma que se pueda tener durante días artículos para escribir y enemigos para atacar desde detrás de una mesa de despacho.
Violencia es esperar de los atentados y de los homicidios una excusa que pueda reforzar la propia función.

Gianluca Iannone

lunes, 29 de junio de 2015

Vacío y plenitud justicialista


El tres es un número emblemático para el justicialismo: define su posición ideológica (tercera), su estructura política (las tres ramas del movimiento) y las tres banderas de su programa doctrinario. Las grandes cosmogonías de Oriente y Occidente comparten este patrón numérico, articulando en torno al tres la estructura de sus dogmas. Un buen ejemplo es el del arbol de la vida en la cábala, con sus tres ramas: la rama izquierda, que expresa la misericordia; la derecha, la severidad; y en el centro, la rama del vacío, que sería algo así como el espacio del acuerdo, la zona no beligerante. Traspolado al cuerpo humano, la izquierda y la derecha son espacios llenos, estructurales, en donde la fuerza se despliega y el cuerpo es menos vulnerable; el eje central, en cambio, es mórbido y su condición primordial es la del vacío (boca, esófago, corazón, tráquea, estómago y útero). En la simbología bíblica, Caín y Abel personifican a la derecha y la izquierda. Ningún sistema bipolar sobrevive, como tampoco lo hicieron ellos. La disputa del dos no tiene salida.
Un sistema trinitario repone el equilibrio; según Pitágoras, el tres nos trae la primera figura geométrica: el triángulo, el sólido trípode sobre el que se construye el universo; todas las series armónicas, como las de Fibonacci, tienen su inicio aquí. Para los griegos, lograr la armonía es encontrar la medida o medianía entre dos términos dados, dando paso así a la proporción. Más precisamente para Platón, el problema armónico general se resuelve al poner en proporción los vacíos o intervalos de cifras que están en razones definidas con las cifras iniciales. Volviendo a Fibonacci, la tercera posición es una suerte de armonización del vacío, un intervalo armónico entre opuestos.
El gran pintor simbolista Xul Solar realizó entre 1950 y 1954 muchas obras con las imágenes del árbol de la vida en las que fue revelando aspectos de esta cosmogonía y que explican, en cierto modo, su adhesión al gobierno justicialista de entonces.
En el siglo XVII, el monje Athanasius Kircher, exclamó con pasión neopitagórica "todo lo trino es perfecto". Postrado bajo el triángulo que dibuja al Padre, celoso custodio del capital, al Hijo, abandonado en su aventura justiciera y terrenal, y al Espíritu Santo, la tercera aparición que desde la cúspide de la tríada, derrama sus dones de sutil componedor. Esta trinidad está muy emparentada con la de Shiva, Visnú y Brahma, el gran mar de la tranquilidad que en uno de sus pliegues produjo el entero universo; parentesco que llega al zorohastrismo, la antigua religión que, con sus dos dioses en oposición: Ahura Mazda y Arriman, coloca a la figura de Mitra -largamente estudiado por C. G. Jung- como el misterioso repositor del equilibrio. Aún mas hacia Oriente, el Tao nos recuerda que sólo el vacío justifica a las cosas: un vaso, una casa, un ser humano son por el espacio libre que existe dentro y fuera de ellos. Como sostiene Francois Cheng en su libro Vacío y plenitud, "el Yin y el Yang son un motor que gira y da vida al universo gracias al espacio que hay alrededor".
Fundar su doctrina en torno a una tercera posición, le permitió a Perón apelar constantemente a la búsqueda de la armonía, que no es otra cosa que ubicar de manera correcta un punto sobre un segmento entre dos extremos. En este caso, son comunismo y capitalismo, izquierda y derecha. Estas dos posturas encuentran su identidad en un punto fijo tan irreductible como la estructura de un sólido; nada de esto ocurre en el justicialismo, cuya virtud es la de plantear flexibles relaciones armónicas a través de diversas posibles distancias a los extremos. En esta tercera posición, el cuerpo doctrinario del peronismo expone su área de penetración ideológica, permitiéndole gozar libremente, abandonado a un perpetuo vagabundeo por el extenso campo que enmarcan las ideologías. En definitiva el justicialismo habita el vacío entre la izquierda y la derecha, en una especie de trascendencia de los opuestos, lo que nos puede llevar a interpretarlo de acuerdo con los parámetros de la física cuántica. Entonces diríamos: "el peronismo no es de izquierda ni de derecha, sino que tiende a serlo".


Extraído de "El valor de las runias", por Daniel Santoro.

Monarquia y República


Soy monárquico de don Pelayo y su feroz resistencia, del “seguidme, mis valientes”. Soy monárquico de los Reyes Católicos, del tanto monta, de los campamentos de los que partían los guerreros a la reconquista de España pero no de las cortes donde se citan lo más granado de la gentuza que no tiene oficio ni beneficio. Soy monárquico imperial del césar Carlos I, de Felipe II, cuyos Tercios dieron lecciones de bravura y esfuerzo sin límites: la mejor infantería del mundo. Pero no puedo ser monárquico de Fernando VII, rey felón y embustero; del irresponsable Alfonso XIII y sus desastres o Juan Carlos I y sus nacionalismos separatistas que dio marcha atrás del 18 de julio al 14 de abril.

No hay monarquías buenas, hay reyes dignos que hicieron mucho por su tierra y otros, en mayor cantidad, que se han enriquecido haciendo verdad el dicho del poeta: “Pobre España, no has tenido otro verdugo que el peso de tu Corona”.

No soy monárquico porque no entiendo cómo se hacen ricos los reyes, porqué están protegidos por leyes injustas y contradictorias. Si todos somos iguales ante la Ley, ¿qué es un rey? Y eso los de aquí, que si hablamos de las testas coronadas de Arabia Saudí, peor aún, que ya es decir.

Yo soy republicano pero de Platón o de la república de los camaradas, de hombres que ganan su derecho con su esfuerzo personal. Soy republicano de Roma y el derecho llevado por las legiones a buena parte del mundo. Soy republicano de América y el derecho a ser feliz.

Pero no soy republicano de la secesión del cantón de Cartagena, de la Generalitat de Cataluña o del racismo atroz de Sabino Arana.


Gustavo Morales

domingo, 28 de junio de 2015

El fin del economicismo como horizonte político


"Cuando ambicionan altos empleos del Estado y no pueden obtenerlos por méritos y talentos personales, derrochan dinero, seduciendo y atrayéndose a la masa por todos los medios posibles. La consecuencia es que este arribismo político acostumbra al pueblo a tomar regalos y le infunde un ansia de dinero obtenido sin trabajar. Con ello perece la democracia y es sustituida por la dictadura de los puños.(...) Y entonces, aglomerándose, asesina, saquea y hace suya la propiedad de los demás , hasta que, totalmente corrompida, cae en poder de un dictador ilimitado..." Polibio.

"El príncipe Pompeyo y el tribuno César (...) representan aun partidos; pero se repartieron el mundo con Craso en Luca por vez primera. Cuando los herederos combatían en Filipi contra los asesinos de César, ya no eran más que grupos. En Accio sólo había individuos. El cesarismo se había realizado." Oswald Spengler.


En todo movimiento revolucionario alientan, de un lado, la envidia y las ansias de destrucción que emanan de la chusma callejera, y de otro, la maestría de los demagogos que saben sacar partido a estos enfermizos instintos.

Pero no nos engañemos. Cualquier organización descansa por necesidad en la capacidad rectora de una minoría que marca la dirección que unívocamente ha de seguir el resto; hay, pues, un sujeto que impone su voluntad y un objeto -la inmensa mayoría- que obedece ciegamente. Este hecho es tan válido en las fábricas como en los ejércitos, tanto en las democracias como en los estallidos revolucionarios. Pero en el terreno político, la pregunta decisiva es (idealismos aparte) si las cabezas que están al mundo utilizan su autoridad para consumar ideas suprapersonales, o si tan sólo se busca el botín con el fin de consolidar y acrecentar negocios puramente privados. Y como no podía ser menos, los demagogos que más han despuntado en la Historia han anhelado únicamente servirse de la masa que previamente habían aglutinado y enardecido, todo ello con la clara intención de aprovecharse de ella y manejarla a su antojo para alcanzar el poder que por tradición no les corresponde. Por eso la "democrática" fórmula de prometer todo cuanto a la plebe le apetece se convierte en expresión de la época, y los ideales utilitarios que persiguen la "felicidad del mayor número" desarrollan sistemas eticosociales con el propósito de legitimar en el campo teórico las aspiraciones plutocráticas del sistema dominante.

Como fácilmente podemos bosquejar, los partidos políticos y los sindicatos, acompañados del innumerable séquito de incondicionales ávidos de ocupar cargos burocráticos, así como de la clase de los banqueros y altos financieros, han llevado a cabo conjuntamente la exitosa tarea de expropiar la autoridad del Estado en política y la del inventor o empresario en economía. Sus altas esferas son las que han subvertido el significado de todos los términos que antaño parecían inamovibles (libertad, autoridad, clases sociales, capitalismo, riqueza, pobreza) y los han acomodado de acuerdo a sus particulares intereses; han invertido ingentes sumas de dinero para, a través de los mass media y las instituciones públicas, atenazar al individuo hasta reducirlo a mera función de un invisible "campo de fuerza" que hoy abarca toda la Tierra; han creado organismos internacionales con los que poder hacer sentir los implacables efectos de sus decisiones hasta en los rincones más inaccesibles del planeta. Estas personalidades privadas, estos "césares del Dinero", son los señores de nuestras cosmovisiones y de nuestros destinos, y sólo una catástrofe de proporciones colosales puede quebrantar su ilimitado poderío.

Pero para hallar los orígenes de esta inmensa revolución debemos remontarnos muy atrás en el tiempo. Fue hacia la segunda mitad del siglo XIX cuando las teorías oriundas del marxismo penetraron de tal forma en política que lograron desviar la creciente aversión que ciertos sectores sintieron hacia el Estado de constitución liberal, canalizando ese odio en la dirección de los industriales. Esta circunstancia fue pronto aprovechada por los nuevos regentes del Estado, que empezaron a intervenir en la vida económica de todas las potencias europeas, dividiéndolas internamente mediante parlamentos y partidos (división que sólo pudo superar Inglaterra debido a su larga tradición parlamentaria) y fomentando la discordia en su seno para hacer imposible la unidad de cara a la política exterior. De esta forma los esfuerzos estatales se focalizaron casi exclusivamente en la economía nacional, por lo que la labor del genuino estadista, repleta de una profunda experiencia histórica, se desvalorizó hasta dejar el puesto a los negocios de partido y a los agitadores profesionales, marginando la política de Gran Estilo a un segundo plano.Pero este orden será aniquilado en cuanto se extinga el pensamiento economicista, lo cual acontecerá en el mismo instante en que se constate que el valor del Dinero no se corresponde con ningún valor real o tangible, sino tan sólo con magnitudes abstractas, como las "cotizaciones", que pueden hacer aumentar la deuda indefinidamente hasta que por la falta de recursos el sistema se colapsa y se viene abajo. Es en esta encrucijada cuando resurgirán los poderes de la auténtica política, que vencerán a los beneficiarios del anterior orden en una contienda cuyo resultado está determinado. A partir de entonces los combates serán más privados que nunca, pero ya no por Dinero, sino por alcanzar el poder absoluto. Serán tiempos en los que unas pocas personalidades enérgicas podrán reunir bajo su mando ejércitos inmensos, tiempos en los que los territorios en disputa serán azotados por el pillaje de quienes, libertados del pusilánime economicismo, buscarán en el saqueo y la violencia las armas con las que abrir el camino a un nuevo capítulo de la Historia.


Por Antonio Marco Mora.

La clase consumista



Maximizar los beneficios empresariales en el largo plazo requiere construir y extender un estilo de vida vertebrado a partir del consumo. Eso exige que la publicidad y los media sean agentes de educación y socialización primaria. Para incorporarse a la sociedad de consumo, la ciudadanía del futuro necesita ser socializada, ante todo, como clase consumidora. Por eso, niños y niñas constituyen un público objetivo esencial para la publicidad.

Tienen un carácter estratégico como audiencia presente, ya que ejercen un fuerte influjo sobre las decisiones de compra de los adultos: según The Economist los menores de 14 años influyen en el 47% del gasto familiar. Y también hay que pensar en el futuro: “se trata de que el niño se vaya familiarizando con el logo de BMW, que lo vea cuando vea el coche de su padre, y al cabo de los años sea él mismo quien se compre el coche...”.

El nivel de exposición de los menores a los medios de comunicación y la publicidad es mayor que el tiempo dedicado a los estudios. Nacer y crecer, comiendo, bebiendo, mirando, sintiendo y respirando publicidad puede asegurar la continuidad del modelo en el futuro. Fabricar consumidores y consumidoras en serie requiere moldeamiento, educación y transmisión de valores individualistas.

El consumidor no nace, se hace.
Extraído de "ConsumeHastaMorir".

sábado, 27 de junio de 2015

Una terrible belleza ha nacido




Estamos luchando por un mundo plural en el que las diferencias culturales entre los pueblos se respeten y mantengan en todas las formas y se incrementen para bien.

Queremos un mundo con diferentes personas, diferentes lenguas y diferentes tradiciones culinarias, etc.

Queremos un enfrentamiento entre diferentes formas de existencia, que no degenere en confusión y desfiguración identidades recíprocas.

Así que quien nos acusa de "odio diferente" está simplemente tratando de reciclar un estereotipo periodística que expresa lo que iba a denunciar: la ignorancia pura y dura.

Nuestro enemigo es el pensamiento que durante dos mil años y nivelación impone la igualdad, un mundo a una dimensión, es la aprobación en general, es el monocultivo del cerebro, los logotipos omnipresentes y el cosmopolitismo progresista. Esto es todo lo que expresa el verdadero y único "odio al diferente".

Adriano Scianca, extracto de Casapound.

El fanatismo

Solamente los fanáticos -que son idealistas y son sectarios- no se entregan. Los fríos, los indiferentes, no deben servir al pueblo. No pueden servirlo aunque quieran. Para servir al pueblo hay que estar dispuestos a todo, incluso a morir.Los fríos no mueren por una causa, sino de casualidad. Los fanáticos sí. Me gustan los fanáticos y todos los fanatismos de la historia. Me gustan los héroes y los santos. Me gustan los mártires, cualquiera sea la causa y la razón de su fanatismo. El fanatismo que convierte a la vida en un morir permanente y heroico es el único camino que tiene la vida para vencer a la muerte. Por eso soy fanática. Daría mi vida por Perón y por el pueblo. Porque estoy segura que solamente dándola me ganaré el derecho de vivir con ellos por toda la eternidad. Así, fanáticas quiero que sean las mujeres de mi pueblo. Así, fanáticos quiero que sean los trabajadores y los descamisados. El fanatismo es la única fuerza que Dios le dejó al corazón para ganar sus batallas. Es la gran fuerza de los pueblos: la única que no poseen sus enemigos, porque ellos han suprimido del mundo todo lo que suene a corazón. Por eso los venceremos. Porque aunque tengan dinero, privilegios, jerarquías, poder y riquezas no podrán ser nunca fanáticos. Porque no tienen corazón. Nosotros sí. Ellos no pueden ser idealistas, porque las ideas tienen su raíz en la inteligencia, pero los ideales tienen su pedestal en el corazón. No pueden ser fanáticos porque las sombras no pueden mirarse en el espejo del sol. Frente a frente, ellos y nosotros, ellos con todas las fuerzas del mundo y nosotros con nuestro fanatismo, siempre venceremos nosotros.
Mi mensaje, Eva Perón.

viernes, 26 de junio de 2015

Dios y el pueblo.

Para nosotros la fe no es el derecho a la bienaventuranza, sino una obligación para la lucha por el pueblo y por la sangre. Nos es indiferente el hecho de que nosotros, entonces, seamos considerados por los sabios cristianos como destinados al cielo o condenados al infierno, porque el cristianismo nos separa, creando un abismo entre los miembros de nuestro pueblo.

Nosotros no aspiramos a una recompensa en forma de una vida tranquila después de la muerte, porque esto representa un espíritu comercial judío y liberaloide.

¡Cree, reza, confiésate, haz penitencia y te has ganado el cielo! No, ¡trabaja, lucha y cree en tu pueblo! ¡No preguntes por la recompensa, ni qué va a ser de tu vida! Pregunta: ¿cómo puedo servir a mi pueblo? ¡Vive de acuerdo con sus intereses y habrás cumplido con tu deber! Nuestro pueblo, la comunidad, es nuestra ley suprema, ley que para nosotros es inatacable, sagrada y eterna.

¡Gott und Volk!

jueves, 25 de junio de 2015

Mundo moderno

¡Los conservadores son unos mentecatos! Se quejan de la decadencia de los valores tradicionales y sin embargo soportan con entusiasmo el progreso tecnológico y el crecimiento económico. Aparentemente nunca se les ha ocurrido que no puedes …hacer cambios rápidos y drásticos en la tecnología y en la economía de la sociedad sin causar cambios rápidos en todos los otros aspectos de esta, y que esos cambios rápidos inevitablemente rompen los valores tradicionales.

Theodore Kaczynski

miércoles, 24 de junio de 2015

Guerreros de Internet

Son mayoría en Internet y en las redes sociales, pero no una mayoría estadística, sino abrumadora: gente sin mejor cosa que hacer (o claramente, sin otra cosa que hacer) más que estar pegados a la pantalla del ordenador todas las horas hábiles del día. Su preocupación esencial: lanzar proclamas cuanto más incendiarias mejor, arremeter contra el gobierno que proceda, firmar peticiones y adherirse virtualmente a todas las causas “solidarias” habidas y por haber. Son especialistas en iniciativas repolludas, del tipo “Toma el Congreso”, o “Apagón general de luz”, y cosas así. Nunca descansan, duermen como los siux, con un ojo abierto, y detectan las señales de humo a miles de kilómetros. Se entienden de maravilla en la distancia, con el espejeo cegador de tres o cuatro conceptos y seis o siete frases lazadas al ciberespacio con tozudez y entusiasmo militante.
Sus filias van desde el Che Guevara a Kim-Jong-Um, pasando por Hugo Chávez, las sentencias apócrifas de Saramago y las viñetas de Quino. Sus fobias están mejor definidas y son menos numerosas aunque mucho más radicales: odio tenaz a la Iglesia católica (sólo la católica, las demás son creencias respetables de civilizaciones oprimidas) y aversión sin límite a cualquier poder que de lejos les parezca “de derechas”. Lo demás es folklore. Incluso su descreencia del sistema y su denostación de la economía de mercado resulta circunstancial: se quejan de la explotación, pero la mayoría están deseando que algún capitalista sin entrañas los contrate, los explote y los redima de su condición de tecnoflautas atrincherados al otro lado de la pantalla del PC.

Son hijos del desempleo crónico, el cambio de paradigma social en cuanto concierne a la triunidad tiempo-trabajo-tecnología. Hasta hace unos años, el estado perfecto de alienación para las masas se basaba en la administración eficiente del doble valor trabajo/ocio. Ahora el problema no consiste en recuperar el valor del trabajo, sino en dar sentido al no-trabajo, porque no lo hay ni parece que vaya a haberlo, y porque el tiempo improductivo de los desempleados no puede definirse como “ocio”. En todo caso se le podría definir como “ocio reconvertido en creatividad free lance”.

Los parados jóvenes, entre los 25 y los 50 años, son los mayores suministradores de contenidos de Internet. Desbordan Twitter, arrasan en Facebook, mantienen vivos y candentes miles de foros y páginas web, infinidad de blogs y perfiles en todas las redes sociales… De todo lo cual resulta una actividad febril, continuada (siempre es de día en media parte del planeta), caótica, a menudo delirante y casi siempre pueril: los “mensajes” en la aldea global virtualizada son breves por necesidad y, en consecuencia, a menos palabras más eficacia, cuantas menos letras mejor, cuantos más exabruptos mejor todavía. Esto lo ha entendido muy bien la red social por antonomasia de los tecnoflautas, que desde hace tiempo esTwitter: “Lo que tengas que decir, en menos de 140 caracteres“. La invitación al improperio es diáfana. La tentación del insulto, irresistible.

Si encontrásemos por la calle a un individuo que clamase iracundo contra “el gobierno fascista y genocida del PP” y “la dictadura eclesial de los pedófilos con sotana”, siendo rematadas dichas soflamas con histéricos vivas a Stalin, al heroico pueblo cubano y la República Popular de los Pueblos Ibéricos, sin duda llegaríamos a la conclusión de que hemos cruzado nuestros pasos con un trastornado, posiblemente digno de nuestra compasión. Mas si leemos estas mismas bobadas en Internet, no nos resultan siquiera pintorescas. Nos parecen coherentes con el estilo y formas del perroflautismo crecido en las barricadas de la virtualidad. Es una de las características, quizás la más llamativa y penosa del fenómeno: el lenguaje oral, de suyo más proclive al desafuero que la palabra escrita, ha superado en rigor y seriedad de planteamientos a las burradas que se escriben en la red. La discusión de barra de bar es ahora menos pedregosa y visceral que el medio escrito. Antes, para escribir había que pensar primero lo que iba a decirse, y cómo decirlo. Ahora, el ámbito tecnoflauta ofrece un mundo sin barreras al pensamiento grosero, expresado de manera denigrante para la propia acepción de pensar: a lo bestia, con perdón por el oxímoron que entraña el desliz “pensar a lo bestia“. Y no hay remedio ni marcha atrás en esta dinámica envilecedora de la presunción de raciocinio humano. En Internet, el que no grita no existe.

Hablando de raciocinio, el acceso inmediato a la información y los medios de comunicación, así como la posibilidad de expresar libremente la propia opinión en esos mismos medios, parece algo razonable. Democrático. Pero siempre hay un “pero”. De democracia y demagogia mejor no hablar. Sobre lo razonable del invento, también sabemos desde hace siglos que ese sueño de la razón produce monstruos. En el caso del que se trata, la absurda pesadilla tecnofláutica.

Josè Vicente Pascual
http://www.elmanifiesto.com/

Hic et nunc

Debemos recordar siempre el clima de inquisición que nuestro medio viene viviendo desde la postguerra hasta la actualidad, debemos recordar siempre y recordar a todos los demás que este antifascismo militante es el mismo profesado por toda la clase política en los años anteriores, pero no podemos ceder a las provocaciones, porque nuestro objetivo es el de avanzar, cabeza en alto, para reafirmar nuestro Credo, hic et nunc, en medio de las ruinas que nos dejaron.

Gianluca Iannone

martes, 23 de junio de 2015

La caza del fascista

¿Es un delito tener simpatía por el fascismo o por ciertos aspectos de él? ¿Es un estigma ser señalado como “extrema derecha”, “ultra” o cualquier otro adjetivo que se utiliza de forma despectiva e insultante por parte de esa izquierda chekista y esa derecha nauseabunda? Indudablemente no. La libertad existe, aunque también existe su coartación, las piras purificadoras, las leyes que cercenan la libertad, las prisiones para los disidentes políticos y las…checas sociales.

Viven algunos en una paranoia constante en busca del “fascista”, sinónimo posmoderno de malo, violento, machista, irrespetuoso, insolidario, intolerante, en definitiva, equivalente a portador del mal. La veda lleva décadas abierta: Todos a la caza del “fascista”. Fascista fue el Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM). Fascista fue Andreu Nin, cuyos restos aún no han sido encontrados oficialmente. Fascista fue Fraga. Zapatero es fascista. Los Mossos d’Esquadra son fascistas. Sabino Arana, es nazi. Fidel Castro llama fascista a Obama, y los anticastristas llaman fascista a Castro. Basta buscar en Google para volverse loco al comprobar que unos y otros, derechistas e izquierdistas, trotskistas y estalinistas… se acusan mutuamente de fascistas.

Todos los que no piensan como “dicen” que tenemos que pensar, o todos los que piensan como tienen que pensar, pero interesa mancharles su pulcra hoja de servicios al Sistema, son calificados de fascistas. Rizando el rizo del absurdo, y de lo grotesco, se afirma que Tintín es racista y fascista, Asterix y Obelix son fascistas y nazis… y los Pitufos nazis y racistas.

Dicen, los “cazafascistas” querer expulsar a todos “fascistas” de los barrios, de la Universidad, de los pueblos, de los puestos de trabajo…

Quieren negar la palabra, la libertad de expresión, los derechos constitucionales a los que señalan como fascistas… y en el peor de los casos animan a que sean agredidos. No hace falta hacer mucha memoria para recordar a las miles de mujeres francesas, belgas, italianas… que fueron vejadas, agredidas y violadas por el simple delito de haberse enamorado de un “fascista” durante la II Guerra Mundial, todo ello jaleado por milicianas comunistas.

Los jueces actúan de cara a la opinión pública. En efecto, los juicios por opinar “a lo fascista” o por editar libros “fascistas” están politizados, la sentencia esta dictada antes del juicio: ¿Cómo van a legislar reconociendo a los “fascistas” derechos? ¿Van a exponerse a ser descalificados, insultados y cuestionados por juzgar a un “fascista” imparcialmente? ¿Qué es un fascista en comparación con su bienestar personal?

La periodistas escriben siempre contra los “fascistas”, si publican lo contrario tienen el despido asegurado… ¿Alguien conoce a un “fascista” bueno o algún amable retrato -por los medios de comunicación- de alguno de ellos? ¿Alguien ha visto algún reportaje, alguna serie de televisión, alguna película, o alguna historia literaria donde un “fascista” sea bueno en vez de tonto, sangriento y malévolo?

¿Alguien conoce a un “fascista” agredido? Parece que como los gatos alrededor de restaurantes chinos: no se ven ni se oyen. ¿Que extraño verdad? O ¿no?

Hay infinidad de hechos (falsos, pero que servirían para un buen guión de lo absurdo) que llenarían páginas y páginas de cómics, u horas de monólogos humorísticos en los escenarios, sobre presuntos “fascistas” y hechos “fascistas” que nada tienen que ver con “fascistas” pero que tienen que presentarse como tales, para vender la imagen que interesa de los malos y perversos ovíparos de la serpiente del mal.

¿Por qué digo todo esto? ¿Pretendo justificarme del calificativo de fascista? ¿Voy a negarlo o a aceptarlo? La verdad es que no tengo que dar muchas explicaciones. Yo soy lo que dicen mis escritos, lo que dicen quienes de verdad me conocen, lo que afirman mis palabras y acciones, me da igual que coincidan con Mussolini o con el Che, con Kim il sung o con el bueno de Rompetechos. No me interesan los adjetivos ni lo que opinen de mi, ciertos energúmenos profesionales de la cizaña, de la mentira y del cuento.

Juan Antonio Llopart

¡Gigantes!

En cuanto al Fascismo y al Futurismo, nos referimos siempre a gigantes, a hombres que caminaron sobre esta tierra con la elegancia, la marcialidad y la poesía de personas excepcionales, no comunes. Un partido puede inspirarse o plagiar esto o lo otro, pero si no tiene hombres con este tipo de actitudes se queda en la copia de la copia de una copia, así vamos mal. No programas nuevos, pero si hombres nuevos. Esto es lo difícil.
Gianluca Iannone

lunes, 22 de junio de 2015

Raza y Espíritu

Hemos dicho ya que en el ámbito de la concepción "totalitaria" del racismo fascista, la raza no se reduce sólo a una simple entidad biológica. El ser humano no es sólo cuerpo, es también alma y espíritu. Pero la antropología científica o bien partía de una concepción materialista del ser humano, o bien, reconociendo la realidad de principios y de fuerzas no materiales en el hombre, se contentaba, sin embargo, con situar el problema de la raza en el marco del cuerpo.

Incluso en numerosas formas de racistas contemporáneos, las posiciones en cuanto a las relaciones existentes entre la raza, el cuerpo y el espíritu están faltas de claridad: lo que es más, se revelan en ellas incluso peligrosas desviaciones de las que evidentemente, los adversarios del racismo no dejan de extraer la mayor ventaja posible. Desde nuestro punto de vista, es necesario tomar posición de forma clara contra un racismo que considere toda facultad espiritual y todo valor humano como el simple efecto de la raza en sentido biológico del término y que operase una constante reducción de lo superior y lo inferior (más o menos según marcha propia al darwínismo y al psicoanálisis). Pero paralelamente conviene tomar posición aquí, contra aquellos que se aprovechan del punto de vista de un racismo detenido en los problemas antropológicos, genéticos y biológicos para sostener que ciertamente existe la raza pero que ésta no tiene nada que ver con los problemas, los valores y las actividades propiamente espirituales y culturales del hombre.

Nuestra posición, afirmando que la raza existe tanto en el cuerpo como en el espíritu supera estos dos puntos de vista. La raza es una fuerza profunda que se manifiesta tanto en el ámbito corporal (raza del cuerpo) como en el anímico y espiritual (raza interior, raza del espíritu). En el amplio sentido de la palabra, la pureza de raza existe cuando esas dos manifestaciones coinciden, es decir, cuando la raza del cuerpo está en consonancia y es conforme con la raza del espíritu o raza interior y apta para servirlas en tanto que órgano de expresión más adecuado.

No hay que dejar de señalar el aspecto revolucionado de tal punto de vista. La afirmación según la cual existe una raza del alma y del espíritu va a contracorriente del mito igualitario y universalista comprendiendo el plano cultural y ético, hace morder el polvo a la concepción racionalista que afirma la "neutralidad" de los valores y consiste finalmente en afirmar el principio y el valor de la diferencia comprendido el plano espiritual. Es toda una nueva metodología la que se deriva. Antes, frente a una filosofía dada se preguntaba si era "verdadera" o "falsa", frente a una moral dada, se le pedía que precise las nociones de "bien" o de "mal". Pues bien, desde el punto de vista de la mentalidad racista, todo esto aparece como superado: no se plantea el problema de saber lo que es el bien o el mal, se interroga para qué raza puede ser cierta una concepción dada, para qué raza puede ser válida y buena una norma dada. Se puede decir otro tanto de las formas jurídicas, de los criterios estéticos e incluso de los sistemas de conocimiento de la naturaleza. Una "veracidad", un valor o un criterio que, para una raza dada puede comprobarse valida y saludable, puede no serlo del todo para otra e incluso conducir a lo contrario una vez aceptada por ello, a la desnaturalización y a la distorsión. Tales son las consecuencias revolucionarias en el ámbito de la cultura, de las artes, del pensamiento, de la sociología, y que derivan de la teoría de las razas del alma y del espíritu más allá de la del cuerpo.

Conviene no obstante precisar; de una parte los límites del punto de vista expuesto aquí y de otra la distinción que es necesario hacer entre raza del alma y raza del espíritu. A la raza del alma concierne todo lo que esté formado de carácter, sensibilidad, inclinación natural, "estilo" de acción y de reacción, actitud frente a sus propias experiencias. Aquí entramos en el ámbito de la psicología y de la tipología, esta ciencia de los tipos que se ha desarrollado bajo la forma de racismo tipológico (o tipología racista) disciplina a la cual L. F. Claus ha dado el nombre de psicoantropología. Desde este punto de vista, la raza no es un conjunto que posee tales o cuales características psíquicas y corporales sino por el estilo que se manifiesta a través de ellas.

Se constata inmediatamente la diferencia que separa la concepción puramente psicológica de la racista, la cual pretende ir más adelante. Lo que la psicología define y estudia son ciertas disposiciones y ciertas facultades in abstracto. Algunos racistas han buscado distribuir esas disposiciones entre las diversas razas. Por su parte, el racismo de segundo grado, o psico- antropología como se le ha llamado, procede de forma diferente; sostiene que todas esas disposiciones, aunque de modo diferente, están presentes en las diferentes razas: pero en cada una ellas tienen una significación y una función diferente. De tal modo que, por ejemplo, no sostendrá que una raza tenga como característica el heroísmo y otra inversamente el espíritu mercantil. En todas las razas humanas se encuentran hombres con disposiciones para el heroísmo o el espíritu mercantil. Pero si esas disposiciones están presentes en el hombre de una raza diferente. Podemos decir que hay diferentes modos condicionados por la raza interna de ser un héroe, un investigador, un comerciante, un asceta, etc. El sentimiento del honor, tal y como aparece por ejemplo en el hombre de raza nórdica, no es el mismo que en el hombre "occidental" o levantino. Se podría decir otro tanto de la fidelidad, etc.

Todo esto tiene pues, como fin el precisar la significación del concepto de "raza del alma". El de "raza del espíritu" se distingue porque no concierne a los diferentes tipos de reacción del hombre frente al medio y los contenidos de la experiencia normal de todos los días sino a sus diferentes actitudes con respecto al mundo espiritual, suprahumano y divino, tal como se manifiesta bajo la forma propia a los sistemas especulativos a los mitos y a los símbolos, así como a la diversidad de la experiencia religiosa misma. Existen igualmente en este ámbito denominadores comunes o, si se prefiere, similitudes de inspiración y de actitud que reconducen a una causa interna diferenciadora la cual es, precisamente, la "raza del espíritu".

No obstante, es necesario considerar aquí hasta donde puede ir la norma racista de la "diferencia y del determinismo de los valores de la raza. Ese determinismo es real y decisivo incluso en el ámbito de las manifestaciones espirituales, cuando se trata de creaciones propias a un tipo "humanista" de civilización, es decir, de civilizaciones en las que el hombre se ha cerrado el paso a toda posibilidad de un contacto efectivo con el mundo de la transcendencia, ha perdido toda verdadera comprensión de los conocimientos relativos a tal mundo y propios de una tradición verdaderamente digna de ese nombre. Cuando sin embargo, no es tal el caso, cuando se trata de civilizaciones verdaderamente tradicionales, la eficiencia de las "razas del espíritu" no sobrepasa ciertos límites: no concierne al contenido sino únicamente a las diversas formas de expresión que, en uno o en otro pueblo, en un ciclo de civilización o en otro han asumido experiencias y conocimientos idénticos y objetivos en su esencia, porque se refieren efectivamente a un plano suprahumano.

Julius Evola

domingo, 21 de junio de 2015

¡Fuera colonialismos del mundo!

Para entender por qué no hay paz en Medio Oriente, basta con repasar otros ejemplos históricos por demás elocuentes. Siempre que ha habido alguna invasión violenta o colonialismo rapaz, la pacificación se logró recién cuando el invasor o colonialista es expulsado o, de una forma u otra, se retira de dónde no debiera estar:
Sudáfrica, ocupada durante más de un siglo por una elite blanca anglo-holandesa, finalmente fue devuelta a sus milenarios habitantes negros con un gobierno presidido por Nelson Mandela, y hubo Paz.

  • Argelia, se quita el yugo colonialista francés logrando su independencia bajo el movimiento de liberación nacional liderado por Ahmed Ben Bella, y hubo Paz.
  • Zimbabwe, la ex-Rhodesia colonial dominada por los ingleses, fue restituida a sus milenarios habitantes negros y con Robert Mugabe, hubo Paz.
  • Francia - la Gran Francia! - invadida en 1940, se quita de encima al invasor alemán gracias a la tenaz lucha de la Resistance (grupo de liberación nacional que era el “Hamas” y “Hezbolla” de la época) y, con Charles de Gaulle, hubo Paz.
  • Vietnam - logró expulsar a sucesivos invasores coloniales - franceses, estadounidenses y chinos - y, con Ho Chi Minh, finalmente hubo Paz.
  • Europa del Este y Central, tras la caída del Muro de Berlin, se sacudió el feroz yugo sovietico… y entonces hubo Paz…

¿Queda claro por donde pasa la verdadera posibilidad de Paz en Medio Oriente y cómo se puede lograr?

¿Hasta cuándo deberá el mundo tolerar esta terrible mancha en la conciencia de la humanidad que es la usurpación y ocupación militar de Palestina por las fuerzas armadas sionistas?

¿Hasta cuándo tendrán que doblegarse los pueblos del mundo ante la Ley del más Fuerte y Violento?

¿Hasta cuándo tendremos que sorportar que una minoría ínfima pero ilegítimamente poderosa, domine y arrastre a todo el mundo al borde de una probable guerra de proporciones mundiales?.

Adrian Salbuchi

El Arte

El arte pertenece a un sistema que siempre resulta inocente mientras que la acción política tiene como principio fundamental la responsabilidad. Y dado que la acción política se valora sobre todo a la vista de los resultados, es posible admitir en ella también una motivación egoísta e interesada, siempre que conduzca a buenos resultados; si, por el contrario, una acción inspirada en un principio altamente ético lleva hacia un resultado atroz, no exime de asumirlo a quien haya cumplido las responsabilidades que le correspondan. 

El problema es que la situación política moderna ha comenzado a actuar con la irresponsabilidad propia del arte, reduciendo la vida a un concierto absolutamente ficticio; ha transformado la sociedad en un teatro y al pueblo en una masa de espectadores, y, en definitiva, es la causa de la politización del arte; la actividad política ya no alcanza el nivel del antiguo rigor de lo concreto y de la responsabilidad.

Yukio Mishima

sábado, 20 de junio de 2015

Discurso de Perón (agosto 1955)

Discurso del general Perón en Plaza de Mayo, un mes antes de su derrocamiento, en agosto de 1955.

"Que cada uno se prepare la mejor manera de luchar".

Compañeros y compañeras:

He querido llegar hasta este balcón, ya para nosotros tan memorable, para dirigirles la palabra en un momento de la vida política, y de mi vida, tan trascendental y tan importante, porque quiero en viva voz: llegar al corazón de cada uno de los argentinos que me escuchan. Nosotros representamos un movimiento nacional cuyos objetivos son bien claros y cuyas acciones son bien determinantes, y nadie, honestamente, podrá afirmar con fundamentos que tenemos intenciones o designios inconfesables. Hace poco tiempo esta Plaza de Mayo ha sido testigo de una infamia mas de los enemigos del pueblo. Doscientos inocentes han pagado con su vida la satisfacción de esa infamia.

Todavía nuestra tremenda paciencia y nuestra extraordinaria tolerancia, hicieron que no solamente silenciáramos tan tremenda afrenta al pueblo y a la nacionalidad, sino que nos mordiéramos y tomáramos una actitud pacifica y tranquila frente a esa infamia. Esos doscientos cadáveres destrozados fueron un holocausto mas que el pueblo ofreció a la Patria. Pero esperamos ser comprendidos, aun por los traidores, ofreciendo nuestro perdón a esa traición. Pero se ha visto que hay gente que ni aun reconoce los gestos y la grandeza de los demás. Después de producidos esos hechos, hemos ofrecido a los propios victimarios nuestra mano y nuestra paz. Hemos ofrecido una posibilidad de que esos hombres criminales, y todos, se reconcilien con su propia conciencia. ¿Cuál ha sido su respuesta? Hemos vivido dos meses en una tregua que ellos han roto con actos violentos, aunque esporádicos e inoperantes, pero ello demuestra su voluntad criminal. Han contestado los dirigentes políticos con discursos tan superficiales como insolentes. Los instigadores, con su hipocresía de siempre, sus rumores y sus panfletos. Y los ejecutores, tiroteando a los pobres vigilantes en las calles.

La contestación para nosotros es bien clara: no quieren la pacificación que le hemos ofrecido. De eso surge una conclusión bien clara: quedan solamente dos caminos: para el gobierno, una represión ajustada a los procedimientos subversivos y para el pueblo, una acción y una lucha que condigan con la violencia a que quieren llevarlo. Por eso, yo contesto a esta presencia popular con las mismas palabras del 45: a la violencia le hemos de contestar con una violencia mayor. Con nuestra tolerancia exagerada nos hemos ganado el derecho de reprimirlos violentamente. y desde ya, establecemos como una conducta permanente para nuestro movimiento. Aquel que en cualquier lugar intente alterar el orden en contra de las autoridades constituidas o en contra de la Ley o de la Constitución, puede ser muerto por cualquier argentino. Esta conducta que ha de seguir todo peronista no solamente va dirigida contra los que ejecutan sin a también contra los que conspiran o inciten. Hemos de restablecer la tranquilidad entre el gobierno, sus instituciones y el pueblo, por la acción del gobierno, las instituciones y el pueblo misma. La consigna para todo peronista, esté aislado o dentro de una organización es contestar a una acción violenta con otra mas violenta. y cuando uno de los nuestros caiga, caerán cinco de los de ellos. Compañeros y compañeras: hemos dado suficientes pruebas de nuestra prudencia. Daremos ahora suficientes pruebas de nuestra energía. Que cada uno sepa que donde está un peronista estará una trinchera que defiende los derechos de un pueblo. Y que sepan también, que hemos de defender los derechos y las conquistas del pueblo argentino aunque tengamos que terminar con todos ellos. Compañeros: quiero terminar estas palabras recordando a todos ustedes y a todo el pueblo argentino que el dilema es bien claro: o luchamos y vencemos para consolidar las conquistas alcanzadas, o la oligarquía las va a destrozar al final. Ellos buscan con diversos pretextos. Habrá razones de libertad, de la justicia, de la religión, o de cualquier otra cosa para alcanzar los objetivos que persiguen. Pero una sola cosa es la que ellos buscan: retrotraer la situación a 1943. Para que ello no suceda estamos todos nosotros, para oponer a la infamia, a la insidia y a la traición de sus voluntades nuestros pechos y nuestras voluntades. 

Hemos ofrecido la paz. No la han querido. Ahora hemos de ofrecerles la lucha, y ellos saben, que cuando nosotros nos decidimos a luchar, luchamos hasta el final. Que cada uno de ustedes recuerde que ahora la palabra es la lucha y la lucha se la vamos a hacer en todas partes y en todo lugar. Y también que sepan que esta lucha que iniciamos no ha de terminar hasta que no los hayamos aniquilado y aplastado. Y ahora compañeros, he de decir por fin, que ya he de retirar la nota que he pasado pero he de poner al pueblo una condición que así como antes no me canse de pedir prudencia y de aconsejar calma y tranquilidad, ahora le digo que cada uno se prepare de la mejor manera para luchar. Tenemos para esa lucha el arma mas poderosa, que es la razón; y tenemos también para consolidar esa arma poderosa, la Ley en nuestras manos. Hemos de imponer calma a cualquier precio y para eso es que necesito la colaboración del pueblo.



General Juan Domingo Perón

La lucha del Fascismo Italiano contra la Mafia

Desde que el linaje de la familia Gabelotti fundó la Mafia de Sicilia en el siglo XIX, Italia había ganado uno de sus principales problemas, que no sólo afectaría a sus fronteras, sino fuera de estas.

Justo después de acabar la Unificación Italiana de Giuseppe Garibaldi, la Mafia empezó a ganar adeptos en Sicilia. Es bien cierto que en los primeros años de la recién nacida Italia, el Estado Italiano había luchado fuertemente para evitar que la Mafia creciera, pero con los años los políticos italianos comenzaron a corromperse con la muerte de Garibaldi y poco a poco empezaron a encontrar en los mafiosos una buena fuente de ingresos. A medida que entraba el siglo XX, la democracia italiana estaba totalemente corrupta por la Mafia y el Estado en lugar de solucionarlo, hacía ver al pueblo que luchaba contra esta, mientras que la mayoría de las veces salía beneficiado. Los burdeles, el blanqueo de armas, mujeres y sobretodo dinero era lo que mandaba en Sicilia, eso sin contar los tiroteos en las calles, los muertos, represalias y la dictadura de las metralletas nocturnas en la noche siciliana.

Cuando Benito Mussolini llegó al poder y fue proclamado Duce de Italia, la situación en Sicilia cambiaría total y radicalmente. Mussolini ya había propuesto en su programa previo a la Marcha sobre Roma un plan para acabar de una vez con la Mafia, a la que identificaba cien por cien con el Estado, aunque en realidad sólo era una parte de este, algo que a pesar de todo no dejaba de ser preocupante y grave.

El año 1922 transcurrió sin problemas para el fascismo y la Mafia. Muchos sicilianos no vieron con buenos ojos la política de Mussolini porque no estaba haciendo nada para derrotarla. Pero en realidad sólo era una estratégia del astuto Duce, pues había decidido no meterse con la Mafia durante un período de dos años para que esta creciese, se confiase y de ese modo poder saber todos sus movimientos. Mientras tanto Mussolini se ganaba la confianza de la gente en otros lugares de Italia, Sicilia aún tendría que esperar. Cuando ya había pasado un año del período que otorgó Mussolini, los alcaldes y prefectos fascistas de Sicilia comenzaron a pasar todos los datos recopilados sobre la Mafia, sus negocios y locales del año anterior. Para finales de 1924 el Partido Nacional Fascista (Partido Nazionale Fascista) sabía el paradero de todos los mafiosos de Sicilia. Era hora de actuar.

Sin previo aviso, nada más comenzar 1925, Mussolini designó como prefecto de Palermo a Cesare Primo Mori, un hombre completamente decidido a acabar con la Mafia. El puesto que ocupó Primo Mori y su gente, previamente había estado ocupado por mafiosos o colaboradores de estos que en seguida perdieron el apoyo del gobierno local. Desorientada la Mafia, Primo Mori publicó los nombres de todos los mafiosos que rápidamente empezaron a ser capturados. Las detenciones se hicieron de manera tan rápida y perfecta que a pocos mafiosos les dió tiempo a escapar. La prensa, acto seguido, empezó a hacer una dura campaña verbal y escrita en contra de la Mafia con todos los medios propaganísticos que el fascismo tenía en su mano, llegando de manera muy concienciadora a la gente; de hecho entre estas tácticas fue clave la de no publicar los atentados de los mafiosos contra el pueblo para así no darles publicidad. Para que los habitantes de los pueblos de Sicilia que durante años habían estado atemorizados por la Mafia perdiesen el miedo, se pasearon a los mafiosos por las calles atados para que la gente les insultura y ya no tuvieran temor de ellos nunca más.

Entre 1925 y 1931 se iniciaron persecuciones masivas contra la Mafia. A los mayores asesinos mafiosos se les ejecutó, al resto se los encerró o se les expulsó del país, mientras que todos sus bienes fueron confiscados. Los colaboradores de la Mafia sufrieron la misma suerte, ya fueran alcaldes, concejales o empresarios. La última etapa de la persecución fascista a la Mafia fue la detención de los “guantes amarillos”, aquellos mafiosos de despacho y mesa que con sobornos y otros métodos habían conseguido pasar inadvertidos, siendo la mayoría encontrados, juzgados y eliminados.

Florecido para Sicilia amaneció el año 1932, ya no existía la Mafia. La mayoría de mafiosos habían huído a Estados Unidos, sobretodo a Chicago. La Mafia había perdido toda su estructura y no tenía medios ni para corromper ni atentar contra el Estado Italiano. Por otro lado la Camorra había desaparecido y quedado destruida en su totalidad. Aquella era la mayor victoria que el pueblo italiano había conseguido contra la Mafia, sin embargo Mussolini cometió un error, no combatirla en el extranjero, por lo que se reforzaría y obtendría el apoyo de los Aliados una vez se iniciase la Segunda Guerra Mundial.

Con la entrada de Italia en la Segunda Guerra Mundial en 1940, los mafiosos italianos Luky Luciano y Vitore Genovese se entrevistaron con las grandes esferas de los países aliados, especialmente de Estados Unidos, donde recibieron el apoyo y la financiación necesarios para combatir a Mussolini e imponerse otra vez en Sicilia. En 1943 mafiosos fueron infiltrados por los Aliados en Sicilia, entorpeciendo las operaciones del Ejército Italiano en la recién iniciada “Operación Husky” consistente en la invasión americana de la isla.

Una vez Sicilia fue conquistada por los estadounidenses, la Mafia regresó al poder en la isla. De nuevo empezaron las largas tardes de calor mediterráneo bajo el chillido de las cigarras, a la espera de que algún hombre con sombrero y metralleta bajara de un coche para dar caza a una infortunada presa mientras era observada a través de las rendijas de una vieja persiana propiedad de unos aterrorizados vecinos. Esta situación de terror mafioso impuesta en Sicilia por los vencedores de la guerra se prolongaría durante todo el siglo XX y después.

Artículo extraido de Eurasia1945

viernes, 19 de junio de 2015

El FMLN

El FMLN ha sido durante la guerra un vehículo que seguía un camino; el de la justicia social, la igualdad y la emancipación de la clase trabajadora, pero en cuanto ese vehículo se salió del camino y comenzó a hacerle el juego a la derecha nosotros consideramos que no es válido para la revolución social. No han querido saber nada de nosotros, cuando pertenecíamos a las juventudes del frente sólo nos querían para colgar pancartas de los candidatos al congreso, sólo nos querían cuando llegaban las elecciones, y todas nuestras propuestas de lucha social fueron denegadas, solo quieren a los jóvenes para colgar carteles de candidatos. Nosotros consideramos que las luchas no pueden estar solo en el parlamento, tienen que estar en la calle, en la universidad, en el campo… pero ellos sólo quieren votos, nada más, no quieren un cambio real, sus campañas las están pagando un sector amplio de la burguesía de este país que está viendo venir el cambio y tiene miedo, les financian ahora para que cuando ganen las elecciones les devuelvan los favores.

jueves, 18 de junio de 2015

Jozef Tiso

El 18 de abril de 1947 monseñor Tiso era ahorcado en la cárcel de Bratislava. Moscú y Praga creyeron haber ganado una gran batalla desarticulando una doble resistencia. Pero la muerte de monseñor Tiso sólo ha hecho que viva con más fuerza lo que el comunismo trataba de desarraigar.

El pueblo sigue fiel a sus ideales de siempre, pese a las persecuciones de toda índole. El pasado mes hubo manifestaciones, con rogativas por la independencia de la patria y preces por el alma de monseñor Tiso, que vive para su pueblo con aureola inmortal. En el día de hoy, todo el mundo libre recordará aquel crimen político y hará sus mejores votos por la libertad de Eslovaquia.

Antes de subir al cadalso, Jozef Tiso escribía este mensaje al pueblo eslovaco:

«En el espíritu de este sacrificio que ofrezco, mando al pueblo eslovaco sea concorde y unido en la persecución del gran lema: Por Dios y por la Patria, siempre, por doquier y en cada circunstancia. A esta ley he servido toda mi vida y por eso me considero mártir en primer lugar de la defensa del cristianismo frente al bolchevismo, del que el pueble debe, con toda su fuerza, protegerse, no sólo en virtud de su carácter cristiano, sino también en el interés de su propio porvenir. Así como yo os pido me recordéis en sus oraciones, también yo rogaré al Dios Todopoderoso que bendiga al pueblo eslovaco en su lucha vital por Dios y por la Patria, y que el pueblo eslovaco permanezca siempre fiel y adicto hijo de la Iglesia de Cristo».

El Quijote y nuestro tiempo

El espíritu de don Quijote es inmortal, y será inmortal siempre aunque nadie recuerde su existencia. No sucede así con Cervantes. La inmortalidad de Cervantes han de procurársela los hombres, y tacharíamos de salvaje y mediocre a una generación que no lo venere, respete y admire como al creador de una cosa que a todos nos ha hecho hormigas, mejor dicho, nos ha dejado tal como somos, pero obligándonos a percibir entre las brumas bailoteos inmensos.

Ramiro Ledesma Ramos.

miércoles, 17 de junio de 2015

La Mayor Batalla

La humanidad ha entrado en una etapa única de su historia. Los últimos decenios no guardan relación alguna con los miles de siglos que la precedieron.

En el año 2011 la población mundial arribó a 7 mil millones de habitantes, lo que constituye una cifra alarmante. En solo dos siglos la población del mundo se multiplicó por siete, alcanzando un ritmo de necesidades alimentarias vitales que la ciencia, la tecnología y los recursos naturales del planeta están muy lejos de lograr.

Pueden hacerse decenas de cálculos, hablar de Malthus o del Arca de Noé, basta saber lo que es un gramo y lo que produce una hectárea de cualquier alimento y sacar sus conclusiones.

Tal vez el Primer Ministro inglés o el presidente Obama sepan la respuesta que prolongue unos días más la vida humana, la multiplicación de los panes y los peces, y las palabras mágicas para persuadir a los africanos, los habitantes de la India, América latina y todos los países del Tercer Mundo, que no tengan hijos.

Hace dos días una agencia internacional recordaba que un multimillonario estadounidense, Dennis Tito, había gastado 20 millones de dólares para pagar su viaje a la Estación Espacial Internacional, donde permaneció varios días en el año 2001.

Ahora Tito, que parece ser de verdad un fanático de la exploración espacial, estaba discutiendo los detalles para incursionar al planeta Marte. El viaje durará 501 días. ¡Eso sí es disfrutar la plusvalía! Mientras los polos se derriten velozmente, el nivel de los mares sube por el cambio climático, inundando grandes áreas en unas pocas decenas de años, todo lo cual supone que no habrá guerras y las sofisticadas armas que se están produciendo a ritmo acelerado no se usarán nunca. ¿Quién los entiende?

Fidel Castro

Nuestra lucha

Entre todos debemos llevar a cabo la modesta proeza de una revolución profunda que, partiendo de cero, nuestro pueblo sea capaz de realizar. Se deberán crear pequeños núcleos revolucionarios que se sumen a otros con el tiempo. Nos debe unir el deseo de luchar y el dolor por la tragedia del país en el que vivimos por parte de una democracia para nada popular. Mientras unos tienen esperanzas en un futuro al que todavía ven muy lejano, otros meditamos ya en la necesidad de dar un salto en la historia y cambiar este sistema siervo del capitalismo más corrupto y asesino.

Nuestra batalla es contra la ignorancia política y los principios antisocialistas que el imperialismo capitalista y la burguesía han sembrado en nuestras filas y en nuestro propio país. La lucha de clases debe ser desatada en nuestros trabajos, en los pueblos, en las grandes ciudades. Debemos contribuir a la lucha de clases que seguida de la verdadera revolución nacional la escuela más eficiente que pueda tener nuestro pueblo. Convertir a hombres y mujeres en los pioneros de estas ideas y que sus seguidores las puedan convertir en milenarias y populares.

lunes, 15 de junio de 2015

Toda casa dividida contra sí misma sucumbirá

Nos es menester recordar todavía, aunque ya lo hayamos indicado, que las ciencias modernas no tienen un carácter de conocimiento desinteresado, y que, incluso para aquellos que creen en su valor especulativo, éste no es apenas más que una máscara bajo la cual se ocultan preocupaciones completamente prácticas, pero que permite guardar la ilusión de una falsa intelectualidad. Descartes mismo, al constituir su física, pensaba sobre todo en sacar de ella una mecánica, una medicina y una moral; y con la difusión del empirismo anglosajón, se hizo mucho más todavía; por lo demás, lo que constituye el prestigio de la ciencia a los ojos del gran público, son casi únicamente los resultados prácticos que permite realizar, porque, ahí también, se trata de cosas que pueden verse y tocarse. Decíamos que el «pragmatismo» representa la conclusión de toda la filosofía moderna y su último grado de abatimiento; pero hay también, y desde hace mucho más tiempo, al margen de la filosofía, un «pragmatismo» difuso y no sistematizado, que es al otro lo que el materialismo práctico es al materialismo teórico, y que se confunde con lo que el vulgo llama el «buen sentido». Por lo demás, este utilitarismo casi instintivo es inseparable de la tendencia materialista: el «buen sentido» consiste en no rebasar el horizonte terrestre, así como en no ocuparse de todo lo que no tiene interés práctico inmediato; es para el «buen sentido» sobre todo para quien el mundo sensible es el único «real», y para quien no hay conocimiento que no venga por los sentidos; para él también, este conocimiento restringido mismo no vale sino en la medida en la cual permite dar satisfacción a algunas necesidades materiales, y a veces a un cierto sentimentalismo, ya que, es menester decirlo claramente a riesgo de chocar con el «moralismo» contemporáneo, el sentimiento está en realidad muy cerca de la materia. En todo eso, no queda ningún sitio para la inteligencia, sino en tanto que consiente en servir a la realización de fines prácticos, en no ser más que un simple instrumento sometido a las exigencias de la parte inferior y corporal del individuo humano, o, según una singular expresión de Bergson, «un útil para hacer útiles»; lo que constituye el «pragmatismo» bajo todas sus formas, es la indiferencia total al respecto de la verdad.

En estas condiciones, la industria ya no es solo una aplicación de la ciencia, aplicación de la que, en sí misma, ésta debería ser totalmente independiente; deviene como su razón de ser y su justificación, de suerte que, aquí también, las relaciones normales se encuentran invertidas. Aquello a lo que el mundo moderno ha aplicado todas sus fuerzas, incluso cuando ha pretendido hacer ciencia a su manera, no es en realidad nada más que el desarrollo de la industria y del «maquinismo»; y, al querer dominar así a la materia y plegarla a su uso, los hombres no han logrado más que hacerse sus esclavos, como lo decíamos al comienzo: no solo han limitado sus ambiciones intelectuales, si es todavía permisible servirse de esta palabra en parecido caso, a inventar y a construir máquinas, sino que han acabado por devenir verdaderamente máquinas ellos mismos. En efecto, la «especialización», tan alabada por algunos sociólogos bajo el nombre de «división del trabajo», no se ha impuesto solo a los sabios, sino también a los técnicos e incluso a los obreros, y, para estos últimos, todo trabajo inteligente se ha hecho por eso mismo imposible; muy diferentes de los artesanos de antaño, ya no son más que los servidores de las máquinas, hacen por así decir cuerpo con ellas; deben repetir sin cesar, de una manera mecánica, algunos movimientos determinados, siempre los mismos, y siempre cumplidos de la misma manera, a fin de evitar la menor pérdida de tiempo; así lo quieren al menos los métodos americanos que se consideran como los representantes del más alto grado de «progreso». En efecto, se trata únicamente de producir lo más posible; la cualidad preocupa poco, es la cantidad lo único que importa; volvemos de nuevo una vez más a la misma constatación que ya hemos hecho en otros dominios: la civilización moderna es verdaderamente lo que se puede llamar una civilización cuantitativa, lo que solo es otra manera de decir que es una civilización material.


Si uno quiere convencerse todavía más de esta verdad, no tiene más que ver el papel inmenso que desempeñan hoy día, tanto en la existencia de los pueblos como en la de los individuos, los elementos de orden económico: industria, comercio, finanzas, parece que no cuenta nada más que eso, lo que concuerda con el hecho ya señalado de que la única distinción social que haya subsistido es la que se funda sobre la riqueza material. Parece que el poder financiero domina toda política, que la concurrencia comercial ejerce una influencia preponderante sobre las relaciones entre los pueblos; quizás no hay en eso más que una apariencia, y estas cosas son aquí menos causas verdaderas que simples medios de acción; pero la elección de tales medios indica bien el carácter de la época a la que convienen. Por lo demás, nuestros contemporáneos están persuadidos de que las circunstancias económicas son casi los únicos factores de los acontecimientos históricos, y se imaginan incluso que ello ha sido siempre así; en este sentido, se ha llegado hasta inventar una teoría que quiere explicarlo todo por eso exclusivamente, y que ha recibido la denominación significativa de «materialismo histórico». En eso se puede ver el efecto de una de esas sugestiones a las que hacíamos alusión más atrás, sugestiones que actúan tanto mejor cuanto que corresponden a las tendencias de la mentalidad general; y el efecto de esta sugestión es que los medios económicos acaban por determinar realmente casi todo lo que se produce en el dominio social. Sin duda, la masa siempre ha sido conducida de una manera o de otra, y se podría decir que su papel histórico consiste sobre todo en dejarse conducir, porque no representa más que un elemento pasivo, una «materia» en el sentido aristotélico; pero, para conducirla, hoy día basta con disponer de medios puramente materiales, esta vez en el sentido ordinario de la palabra, lo que muestra bien el grado de abatimiento de nuestra época; y, al mismo tiempo, se hace creer a esta masa que no está conducida, que actúa espontáneamente y que se gobierna a sí misma, y el hecho de que lo crea permite entrever hasta dónde puede llegar su ininteligencia.

Ya que estamos hablando de los factores económicos, aprovecharemos para señalar una ilusión muy extendida sobre este tema, y que consiste en imaginarse que las relaciones establecidas sobre el terreno de los intercambios comerciales pueden servir para un acercamiento y para un entendimiento entre los pueblos, mientras que, en realidad, tienen exactamente el efecto contrario. La materia, ya lo hemos dicho muchas veces, es esencialmente multiplicidad y división, y por tanto fuente de luchas y de conflictos; así, ya sea que se trate de los pueblos o de los individuos, el dominio económico no es y no puede ser más que el dominio de las rivalidades de intereses. En particular, Occidente no tiene que contar con la industria, ni tampoco con la ciencia moderna de la que es inseparable, para encontrar un terreno de entendimiento con Oriente; si los orientales llegan a aceptar esta industria como una necesidad penosa y por lo demás transitoria, ya que, para ellos, no podría ser nada más, eso no será nunca sino como un arma que les permita resistir a la invasión occidental y salvaguardar su propia existencia. Importa que se sepa bien que ello no puede ser de otro modo: los orientales que se resignan a considerar una concurrencia económica frente a Occidente, a pesar de la repugnancia que sienten hacia este género de actividad, no puede hacerlo más que con una única intención, la de desembarazarse de una dominación extranjera que no se apoya más que sobre la fuerza bruta, sobre el poder material que la industria pone precisamente a su disposición; la violencia llama a la violencia, pero se deberá reconocer que no son ciertamente los orientales quienes habrán buscado la lucha sobre este terreno.

Por lo demás, al margen de la cuestión de las relaciones de Oriente y de Occidente, es fácil constatar que una de las más notables consecuencias del desarrollo industrial es el perfeccionamiento incesante de los ingenios de guerra y el aumento de su poder destructivo en formidables proporciones. Eso sólo debería bastar para aniquilar los delirios «pacifistas» de algunos admiradores del «progreso» moderno; pero los soñadores y los «idealistas» son incorregibles, y su ingenuidad parece no tener límites. El «humanitarismo», que está tan enormemente de moda, ciertamente no merece ser tomado en serio; pero es extraño que se hable tanto del fin de las guerras en una época donde hacen más estragos de los que nunca han hecho, no solo a causa de la multiplicación de los medios de destrucción, sino también porque, en lugar de desarrollarse entre ejércitos poco numerosos y compuestos únicamente de soldados de oficio, arrojan los unos contra los otros a todos los individuos indistintamente, comprendidos ahí los menos calificados para desempeñar una semejante función. Ese es también un ejemplo llamativo de la confusión moderna, y es verdaderamente prodigioso, para quien quiere reflexionar en ello, que se haya llegado a considerar como completamente natural una «leva en masa» o una «movilización general», que la idea de una «nación armada» haya podido imponerse a todos los espíritus, salvo bien raras excepciones. También se puede ver en eso un efecto de la creencia en la fuerza del número únicamente: es conforme al carácter cuantitativo de la civilización moderna poner en movimiento masas enormes de combatientes; y, al mismo tiempo, el «igualitarismo» encuentra su campo en eso, así como en instituciones como las de la «instrucción obligatoria» y del «sufragio universal». Agregamos también que estas guerras generalizadas no se han hecho posibles más que por otro fenómeno específicamente moderno, que es la constitución de las «nacionalidades», consecuencia de la destrucción del régimen feudal, por una parte y, por otra, de la ruptura simultánea de la unidad superior de la «Cristiandad» de la edad media; y, sin entretenernos en consideraciones que nos llevarán demasiado lejos, señalamos también, como circunstancia agravante, el desconocimiento de una autoridad espiritual, única que puede ejercer normalmente un arbitraje eficaz, porque, por su naturaleza misma, está por encima de todos los conflictos de orden político. La negación de la autoridad espiritual, es también materialismo práctico; y aquellos mismos que pretenden reconocer una tal autoridad en principio le niegan de hecho toda influencia real y todo poder de intervenir en el dominio social, exactamente de la misma manera que establecen un tabique estanco entre la religión y las preocupaciones ordinarias de su existencia; ya sea que se trate de la vida pública o de la vida privada, es efectivamente el mismo estado de espíritu el que se afirma en los dos casos.

Admitiendo que el desarrollo material tenga algunas ventajas, por lo demás desde un punto de vista muy relativo, cuando se consideran consecuencias como las que acabamos de señalar, uno puede preguntarse si esas ventajas no son rebasadas en mucho por los inconvenientes. Ya no hablamos siquiera de todo lo que ha sido sacrificado a este desarrollo exclusivo, y que valía incomparablemente más; no hablamos de los conocimientos superiores olvidados, de la intelectualidad destruida, de la espiritualidad desaparecida; tomamos simplemente la civilización moderna en sí misma, y decimos que, si se pusieran en paralelo las ventajas y los inconvenientes de lo que ella ha producido, el resultado correría mucho riesgo de ser muy negativo. Las invenciones que van multiplicándose actualmente con una rapidez siempre creciente son tanto más peligrosas cuanto que ponen en juego fuerzas cuya verdadera naturaleza es enteramente desconocida por aquellos mismos que las utilizan; y esta ignorancia es la mejor prueba de la nulidad de la ciencia moderna bajo la relación del valor explicativo, y por consiguiente en tanto que conocimiento, incluso limitado al dominio físico únicamente; al mismo tiempo, el hecho de que las aplicaciones prácticas no son impedidas de ninguna manera por eso, muestra que esta ciencia está efectivamente orientada únicamente en un sentido interesado, que es la industria, la cual es la única meta real de todas sus investigaciones. Como el peligro de las invenciones, incluso de aquellas que no están destinadas expresamente a desempeñar un papel funesto para la humanidad, y que por eso no causan menos catástrofes, sin hablar de las perturbaciones insospechadas que provocan en el ambiente terrestre, como este peligro, decimos, no hará sin duda más que aumentar aún en proporciones difíciles de determinar, es permisible pensar, sin demasiada inverosimilitud, así como ya lo indicábamos precedentemente, que es quizás por ahí por donde el mundo moderno llegará a destruirse a sí mismo, si es incapaz de detenerse en esta vía mientras aún haya tiempo de ello.

Pero, en lo que concierne a las invenciones modernas, no basta hacer las reservas que se imponen en razón de su lado peligroso, y es menester ir más lejos: los pretendidos «beneficios» de lo que se ha convenido llamar el «progreso», y que, en efecto, se podría consentir designarlo así si se pusiera cuidado de especificar bien que no se trata más que de un progreso completamente material, esos «beneficios» tan alabados, ¿no son en gran parte ilusorios? Los hombres de nuestra época pretenden con eso aumentar su «bienestar»; por nuestra parte, pensamos que la meta que se proponen así, incluso si fuera alcanzada realmente, no vale que se consagren a ella tantos esfuerzos; pero, además, nos parece muy contestable que sea alcanzada. Primeramente, sería menester tener en cuenta el hecho de que todos los hombres no tienen los mismos gustos ni las mismas necesidades, que hay quienes a pesar de todo querrían escapar a la agitación moderna, a la locura de la velocidad, y que no pueden hacerlo; ¿se osará sostener que, para esos, sea un «beneficio» imponerles lo que es más contrario a su naturaleza? Se dirá que estos hombres son poco numerosos hoy día, y se creerá estar autorizado por eso a tenerlos como cantidad desdeñable; ahí, como en el dominio político, la mayoría se arroga el derecho de aplastar a las minorías, que, a sus ojos, no tienen evidentemente ninguna razón para existir, puesto que esa existencia misma va contra la manía «igualitaria» de la uniformidad. Pero, si se considera el conjunto de la humanidad en lugar de limitarse al mundo occidental, la cuestión cambia de aspecto: ¿no va a devenir así la mayoría de hace un momento una minoría? Así pues, ya no es el mismo argumento el que se hace valer en este caso, y, por una extraña contradicción, es en el nombre de su «superioridad» como esos «igualitarios» quieren imponer su civilización al resto del mundo, y como llegan a transportar la perturbación a gentes que no les pedían nada; y, como esa «superioridad» no existe más que desde el punto de vista material, es completamente natural que se imponga por los medios más brutales. Por lo demás, que nadie se equivoque al respecto: si el gran público admite de buena fe estos pretextos de «civilización», hay algunos para quienes eso no es más que una simple hipocresía «moralista», una máscara del espíritu de conquista y de los intereses económicos; ¡Pero qué época más singular es ésta donde tantos hombres se dejan persuadir de que se hace la felicidad de un pueblo sometiéndole a servidumbre, arrebatándole lo que tiene de más precioso, es decir, su propia civilización, obligándole a adoptar costumbres e instituciones que están hechas para otra raza, y forzando a los trabajos más penosos para hacerle adquirir cosas que le son de la más perfecta inutilidad! Pues así es: el Occidente moderno no puede tolerar que haya hombres que prefieran trabajar menos y que se contenten con poco para vivir; como sólo cuenta la cantidad, y como lo que no cae bajo los sentidos se tiene por inexistente, se admite que aquel que no se agita y que no produce materialmente no puede ser más que un «perezoso»; sin hablar siquiera a este respecto de las apreciaciones manifestadas corrientemente sobre los pueblos orientales, no hay más que ver cómo se juzgan las órdenes contemplativas, y eso hasta en algunos medios supuestamente religiosos. En un mundo tal, ya no hay ningún lugar para la inteligencia ni para todo lo que es puramente interior, ya que éstas son cosas que no se ven ni se tocan, que no se cuentan ni se pesan; ya no hay lugar más que para la acción exterior bajo todas sus formas, comprendidas las más desprovistas de toda significación. Así pues, no hay que sorprenderse de que la manía anglosajona del «deporte» gane terreno cada día: el ideal de ese mundo es el «animal humano» que ha desarrollado al máximo su fuerza muscular; sus héroes son los atletas, aunque sean brutos; son esos los que suscitan el entusiasmo popular, es por sus hazañas por lo que la muchedumbre se apasiona; un mundo donde se ven tales cosas ha caído verdaderamente muy bajo y parece muy cerca de su fin.

No obstante, coloquémonos por un instante en el punto de vista de los que ponen su ideal en el «bienestar» material, y que, a este título, se regocijan con todas las mejoras aportadas a la existencia por el «progreso» moderno; ¿están bien seguros de no estar engañados? ¿es verdad que los hombres son más felices hoy día que antaño, porque disponen de medios de comunicación más rápidos o de otras cosas de este género, porque tienen una vida agitada y más complicada? Nos parece que es todo lo contrario: el desequilibrio no puede ser la condición de una verdadera felicidad; por lo demás, cuantas más necesidades tiene un hombre, más riesgo corre de que le falte algo, y por consiguiente de ser desdichado; la civilización moderna apunta a multiplicar las necesidades artificiales, y como ya lo decíamos más atrás, creará siempre más necesidades de las que podrá satisfacer, ya que, una vez que uno se ha comprometido en esa vía, es muy difícil detenerse, y ya no hay siquiera ninguna razón para detenerse en un punto determinado. Los hombres no podían sentir ningún sufrimiento de estar privados de cosas que no existían y en las cuales jamás habían pensado; ahora, al contrario, sufren forzosamente si esas cosas les faltan, puesto que se han habituado a considerarlas como necesarias, y porque, de hecho, han devenido para ellos verdaderamente necesarias. Se esfuerzan así, por todos los medios, en adquirir lo que puede procurarles todas las satisfacciones materiales, las únicas que son capaces de apreciar: no se trata más que de «ganar dinero», porque es eso lo que permite obtener cosas, y cuanto más se tiene, más se quiere tener todavía, porque se descubren sin cesar necesidades nuevas; y esta pasión deviene la única meta de toda su vida. De ahí la concurrencia feroz que algunos «evolucionistas» han elevado a la dignidad de ley científica bajo el nombre de «lucha por la vida», y cuya consecuencia lógica es que los más fuertes, en el sentido más estrechamente material de esta palabra, son los únicos que tienen derecho a la existencia. De ahí también la envidia e incluso el odio de que son objeto quienes poseen la riqueza por parte de aquellos que están desprovistos de ella; ¿cómo podrían, hombres a quienes se ha predicado teorías «igualitarias», no rebelarse al constatar alrededor de ellos la desigualdad bajo la forma que debe serles más sensible, porque es la del orden más grosero? Si la civilización moderna debía hundirse algún día bajo el empuje de los apetitos desordenados que ha hecho nacer en la masa, sería menester estar muy ciego para no ver en ello el justo castigo de su vicio fundamental, o, para hablar sin ninguna fraseología moral, el «contragolpe» de su propia acción en el dominio mismo donde ella se ha ejercido. En el Evangelio se dice: «El que hiere a espada perecerá por la espada»; el que desencadena las fuerzas brutales de la materia perecerá aplastado por esas mismas fuerzas, de las cuales ya no es dueño cuando las ha puesto imprudentemente en movimiento, y a las cuales no puede jactarse de retener indefinidamente en su marcha fatal; fuerzas de la naturaleza o masas humanas, o las unas y las otras todas juntas, poco importa, son siempre las leyes de la materia las que entran en juego y las que quiebran inexorablemente a aquel que ha creído poder dominarlas sin elevarse él mismo por encima de la materia. Y el Evangelio dice también: «Toda casa dividida contra sí misma sucumbirá»; esta palabra también se aplica exactamente al mundo moderno, con su civilización material, que, por su naturaleza misma, no puede más que suscitar por todas partes la lucha y la división. Es muy fácil sacar la conclusión, y no hay necesidad de hacer llamada a otras consideraciones para poder predecir a este mundo, sin temor a equivocarse, un fin trágico, a menos que un cambio radical, que llegue hasta un verdadero cambio de sentido, sobrevenga en breve plazo.


Extraído de "La Crisis del mundo moderno"
René Guenon